Por Susana Ibáñez
Por Susana Ibáñez
(*) Publicado por Editorial Marciana, año 2022, 124 páginas.
Esta nueva entrega de Francisco Bitar, la segunda novela de la trilogía "De ahora en adelante", que el escritor anunció al publicar "La preparación de la aventura amorosa" (Tusquets, 2021), presenta una serie de curiosidades y desafíos. Empiezo por las curiosidades: el título alude a una leyenda que en apariencia no se narra; la estructura, ya de por sí inusual, tiene un inicio expositivo y una segunda parte narrativa que se discontinúa con una historia inserta; se retoma el personaje de Wakefield, el protagonista del cuento homónimo de Hawthorne –que abandona a su esposa, se instala cerca de su casa, la observa durante veinte años y una noche decide regresar– para presentar una historia alternativa, la de un hombre que deja a su familia porque se sabe al borde de la muerte, fallece poco tiempo después y tiene vivencias ya como fantasma. Sigo por los desafíos: el principio del libro es ensayístico, lo que puede desorientar a quien se prepara para leer narrativa; quien no conoce la historia de Wakefield puede temer estar perdiéndose algo por no haberla leído, y si la lee para asegurarse, tal vez se desoriente aún más porque los puntos de contacto son sutiles; y lo que simula ser una estructura suelta, una narrativa que se deja llevar por la asociación y la contingencia, esconde referencias cruzadas y simbolizaciones que reclaman una lectura atenta, hipotetizadora, paciente, seguramente doble.
Regreso a las curiosidades. La estructura de la novela es altamente inusual, pero no es la primera vez que Bitar presenta su proyecto narrativo antes de desarrollarlo –ya lo hizo en "Teoría y práctica" (Tusquets, 2019), aunque de una manera menos radical–. El libro se divide en dos grandes partes: "La preparación" y "La leyenda". En "La preparación" se especula sobre el origen del muñeco de nieve, lo que permite reflexionar sobre los orígenes en general y sobre el de la escritura en particular; la especulación sobre el origen, sin embargo, parece trascender el interés en el muñeco o la preocupación por la escritura y referirse además a la vida, a la necesidad de encontrar ese "episodio del pasado que puedo tomar como referencia para afirmar mi sentir actual" (p. 13).
En mi lectura el libro se asienta sobre tres elementos: el muñeco de nieve del título, símbolo de soledad, intemperie y deseo insatisfecho –de calor, de familia–, Wakefield como el personaje que encarna el abandono y la necedad, y la búsqueda del origen del sentir, que irrumpe como biografía amorosa de los padres, una primera estación en la autobiografía de la perplejidad ante el misterio del amor: ya en la página 20 se habla de la separación del matrimonio y de la posterior muerte del padre, y se seguirá aludiendo a esto como al pasar hasta que la historia cobra fuerza y emerge hacia el final de la segunda parte. Los lazos entre el muñeco, Wakefield y esa búsqueda vuelven a afirmarse en reflexiones sobre el tiempo, al decir que los muñecos de nieve aparecen cada invierno para marcar un punto preciso en el ciclo de las estaciones, lo que lleva a pensar en la vida propia: "¿Cuál es el hecho central de mis días de invierno, aquel del que se desprenden los demás?" (p. 21).
Dejamos el muñeco en el frío, mirando hacia el interior de una casa iluminada donde, al calor de la estufa, la familia se ocupa de sus tareas. Dejamos al autor especulando sobre las diferencias entre preparar un texto y escribir un texto, y pasamos a la segunda parte, que se trata ya de otro frío y de otro hogar imposible, el de Wakefield. "La leyenda" consta de seis partes y cuarenta y una secciones, lo que habla de un afán estructurador que hace todavía más ostensible la irrupción de la historia familiar, una especie de excurso que permite ensayar interpretaciones de la leyenda que no es –la del muñeco– y de la que finalmente es –la de Wakefield–. La inserción, fechada entre 1970 y 2010, cuenta sobre el inicio de la pareja de los padres, sus desencuentros, separaciones y enfermedades, y sobre la muerte del padre en 2012. La voz narrativa ha ido cambiando: especulativa al principio, con tonos victorianos al hablar de Wakefield, en esta historia inserta se vuelve más cálida y personal. La biografía de los padres habla de la preparación y de la fabricación de la vida del autor, de la búsqueda del origen que reclamaba en la primera parte –el episodio del pasado que puede darle pistas sobre su sentir del presente–. La historia del padre evoca la de Wakefield –se va y vuelve, se lo recibe como si nada hubiera pasado– y, además, la realidad del muñeco de nieve, afuera de todo, en el silencio helado del invierno.
Otra de las curiosidades del libro tiene que ver con la reescritura de la historia de Wakefield. El cuento publicado por Hawthorne en "Twice-Told Tales" en 1842 también tiene un momento de preparación, donde se informa sobre la lectura de un artículo que habla del extraño caso de un hombre que se fue de su hogar y regresó veinte años después, y una fabricación, que especula sobre las razones que llevaron al personaje a emprender semejante acción, donde se narra su vida a pocas cuadras de su esposa y finalmente su inexplicable regreso. "La leyenda del muñeco de nieve" toma solo la incomodidad doméstica y la huida de Wakefield, pero en vez de presentar el súbito abandono como un escándalo, lo justifica: se encuentra muy enfermo, ha estado disimulando la severidad de su dolencia y, sabedor de lo cercano del final, navega río abajo, muere en la noche y conversa con un perro hasta que su vida como fantasma, tras algunos encuentros con familiares perdidos, recuerdos y sueños, llega a su fin. Ríos, perros, bosques, chamanes, conversaciones con muertos, evocaciones de felicidad son todos elementos de una narrativa clásica del más allá que aquí se enlazan con el abandono y la muerte de la autobiografía. El primer amor de Wakefield, Margo, reaparece en la figura de D., el primer novio de la madre del autor, y así se suceden las lazadas que, con extraordinaria sutileza, van uniendo en lo profundo lo que en la lectura parece desgranarse.
En la contratapa del libro, Pablo Katchadjian celebra que Bitar "haya abandonado el libro a su suerte", y sostiene que en apariencia el autor "no quiso hacer nada y el libro hizo lo que quiso". Me gusta más pensarlo al revés: creo que es el autor el que se abandonó al libro, el que se dejó llevar por sus fantasmas y produjo una serie de superficies brillantes –de nieve, de agua, de cielo– unidas por el dolor de la infancia, la sensación de abandono, el horror de la muerte temprana y, sobre todo, el deseo de comprender y ordenar que se paraliza ante la perplejidad constante por lo imprevisible de los rumbos que va tomando la vida propia cuando queda a merced de otros. La aventura amorosa de la primera novela de la trilogía se completa aquí con esta indagación en los primeros amores, en las obsesiones y en el poder de la pasión, esta vez de quienes modelan la matriz de la historia propia. Como el muñeco de nieve, al terminar de leer quedamos bajo la helada y las estrellas, mirando el interior de una casa cálida, afectuosamente habitada, donde nadie sospecha lo que está a punto de ocurrir.