Posicionamientos políticos y militares (1814 - 1861)
Los lugares de la guerra: compañeros de armas, aliados y contrincantes
Según evolucionaron las relaciones de poder y las circunstancias políticas luego de la revolución, los compañeros de armas o los aliados de hoy, se transformaron en los adversarios del día siguiente, o viceversa.
Gentileza Grabado que representa la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) en la que el General Urquiza derroca a su antiguo referente político, Juan Manuel de Rosas.
Según evolucionaron las relaciones de poder y las circunstancias políticas luego de la revolución, los posicionamientos partidarios de los diversos actores se vieron reflejados en los lugares que ocuparon los militares en las guerras civiles. Esto significó que, muchas veces, los compañeros de armas o los aliados de hoy, se transformaran en los adversarios del día siguiente, o viceversa.
Los reposicionamientos entrerrianos
Surgen dos ejemplos significativos en la provincia de Entre Ríos en las figuras de Ramírez y de Urquiza. Como es sabido, el primero fue uno de los principales jefes del artiguismo como delegado del caudillo oriental en Entre Ríos. En su nombre concurrió y comandó el ejército federal en la batalla de Cepeda (1820), pero el debilitamiento de Artigas al perder su base territorial en Tacuarembó y su rechazo del Pacto del Pilar, llevaron a que Ramírez lo enfrentara y lo venciera, dejándolo fuera de la escena política.
Urquiza por su lado, treinta años más tarde, abandonó su rol de jefe del principal ejército rosista y se enfrentó al Restaurador en la batalla de Caseros (1852), dejándolo también al margen de los sucesos futuros, a la vez que daba un brusco cambio de formato a la organización argentina con el dictado de la Constitución Nacional.
Acompañaba a Urquiza en Caseros el oficial de artillería Bartolomé Mitre, unitario declarado y exiliado político. A los seis años enfrentaban sus fuerzas en Cepeda (1859), cuando el Estado de Buenos Aires, que Mitre presidía, fue incorporado a la República. Pero dos años después, nuevamente ambos jefes opusieron sus fuerzas en Pavón. Aunque los dos continuaron ejerciendo encumbrados roles políticos, el eje del poder se desplazó hacia Buenos Aires y predominó el modelo centralista y liberal.
De enemigos a compañeros
Entre los jefes militares que actuaron en contra de Santa Fe y tuvieron que enfrentarse con sus tropas comandadas por Estanislao López figuran el coronel Manuel Dorrego y el General Juan Bautista Bustos. Las circunstancias de las guerras civiles llevaron a que ambos se transformaran en relevantes figuras del federalismo y miraran a Santa Fe a la hora de su derrocamiento.
Manuel Dorrego había sido uno de los jefes porteños que operaron contra los federales desde el comienzo de la guerra. En 1815 había vencido en Guayabos a las fuerzas artiguistas de Fructuoso Rivera y en 1820 se enfrentó a López en Pavón y en El Gamonal, siendo su ejército destrozado en este sangriento combate. Sin embargo, Dorrego evolucionó en sus ideas y en el Congreso de 1824 - 1826 fue un firme defensor del federalismo. Cuando es electo gobernador tiene el respaldo de Juan Manuel de Rosas y el apoyo de López, recibiendo de las provincias el mando del ejército en la guerra con Brasil, en la que operó Estanislao López marchando a las Misiones.
Al ser derrocado Dorrego por Lavalle tras el combate de Navarro en diciembre de 1828, le escribe a López sabiendo que va a ser fusilado. Pide que su muerte no desate la violencia y que medie el santafesino con este mensaje ante las otras provincias. Pero la guerra era inevitable y López vence a Lavalle en Puente de Márquez, abriendo el camino para el gobierno de Rosas.
Por su parte, Juan Bautista Bustos, que se había enfrentado militarmente con López y competido con él por el liderazgo federal después de 1820, aunque lo respaldó en la guerra contra Ramírez, buscó refugio en Santa Fe luego de su derrota frente a Paz en La Tablada. Moriría en esta ciudad al año siguiente.
Subalternos o contrincantes
Resulta altamente paradojal que el invasor de Santa Fe en 1818, Juan Ramón Balcarce, enfrentado contra López y obligado a retirarse, no sin antes incendiar Rosario, fuera después su subordinado en la campaña contra la Liga Unitaria que lideraba el General Paz en 1831. Como comandante de las fuerzas porteñas concurrió con su ejército conforme las cláusulas del Pacto Federal de 1831, respondiendo ahora a su gobernador Juan Manuel de Rosas y al Comandante de las fuerzas federales Estanislao López.
Por su parte Lamadrid, que había operado contra Santa Fe bajo las órdenes de Belgrano en 1818 y 1819, y enfrentado a López dos veces en La Herradura, junto a Bustos y Paz, debió ponerse a las órdenes del santafesino para actuar contra Ramírez en 1821 como jefe de las tropas bonaerenses enviadas para honrar el Pacto de Benegas suscripto entre López y Dorrego, luego de que este fuera derrotado por el primero en El Gamonal. Pero diez años después las cosas cambiarían y Lamadrid pasaría a ser el segundo de Paz en la guerra entre ambos bloques de provincias de 1831, por lo que nuevamente se colocaba frente al ejército que López comandaba, aunque sin combatir directamente, ya que tras la captura del General Paz operó en su contra el General Facundo Quiroga, quien lo venció en La Ciudadela.
José María Paz acompañó a Bustos en sus campañas contra Santa Fe y lo secundó después en el pronunciamiento de Arequito contra el Directorio en 1820, pero luego de la guerra con Brasil invadió la provincia de Córdoba y lo derrocó en el combate de San Roque, enfrentándolo nuevamente en La Tablada (1829), cuando el gobernador depuesto había vuelto por sus fueros aliado con Facundo Quiroga.
Juan Pablo López en Santa Fe tuvo una larga vida militar. Llegó al gobierno tras vencer a los cullistas en 1838 con el apoyo de Rosas, enfrentó a Lavalle junto al oriental Oribe en 1840, pero se pronunció contra el Restaurador en 1842 y fue derrocado por el mismo Oribe. Participó de la gran batalla de Arroyo Grande ese mismo año, contra Oribe y Urquiza. Desde Corrientes invadió Santa Fe en 1845, pero fue desalojado. Estuvo junto a Urquiza en Caseros, en Cepeda y en Pavón.
Aliados oportunistas
Si continuamos observando el entorno de Estanislao López, vamos a encontrar dos figuras que intentaron sacar provecho de la fortuna militar del general santafesino: los generales Carlos María de Alvear y José Miguel Carrera.
Como se sabe, Alvear había sido derrocado como Director Supremo en 1815 y en 1820 deseaba volver al poder, ahora como gobernador de Buenos Aires. Para ello se incorporó con un grupo de oficiales a las filas de Estanislao López, pasando de este modo al partido federal al que se había opuesto firmemente antes. A pesar de sus esfuerzos no logró apoyo en Buenos Aires y terminó siendo expulsado de su entorno por el mismo López.
Junto a Alvear había actuado también del lado de los caudillos litorales, el chileno José Miguel Carrera. Aspiraba a recuperar el poder en Chile, para lo cual formó filas en el ejército federal, con la idea de recibir el apoyo de los triunfadores. Aunque logró que Sarratea le reclutara algunos centenares de chilenos expatriados, se apartó de López cuando este consideró llegado el momento de la pacificación. Al enfrentarse Ramírez con López en 1821, Carrera volvió a la acción sumando sus hombres y operando con el entrerriano infructuosamente contra las provincias que habían respaldado el Pacto de Benegas. El resultado fue la muerte violenta de ambos compañeros de armas.
Los posicionamientos políticos de entonces y los reacomodamientos partidarios, enfrentaron en los campos de batalla a los aliados de la víspera. La guerra era la principal y terrible herramienta a la hora de definir roles y competir por los liderazgos. Los grandes caudillos fueron quedando en el camino vencidos en batalla, como Artigas, Bustos y Rosas, o debilitados, como Urquiza, a manos de sus antiguos subordinados: Ramírez, Paz, Urquiza y Mitre.
Según evolucionaron las relaciones de poder y las circunstancias políticas luego de la revolución, los compañeros de armas o los aliados de hoy, se transformaron en los adversarios del día siguiente, o viceversa.
Los posicionamientos políticos de entonces y los reacomodamientos partidarios, enfrentaron en los campos de batalla a los aliados de la víspera. La guerra era la principal y terrible herramienta a la hora de definir roles y competir por los liderazgos.