Por Lilia Sofía Vieri (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Lilia Sofía Vieri (*)
El conocer la actividad musical durante el período colonial argentino se ha hecho dificultoso por encontrarse poca documentación al respecto. No obstante, diferentes citas que se encuentran en documentos hallados nos permiten comprender el papel preponderante que tenía la actividad musical de la época, aunque no nos es posible saber con exactitud qué música se interpretaba en las capillas o se hacía oír en los banquetes, en las funciones teatrales o en la intimidad del hogar, ya que no se han encontrado partituras y no se tienen aún noticias de compositores locales de música.
El desarrollo de la música secular entre los siglos XVI y XVIII, se da principalmente bajo la influencia de la cultura hispana y se reduce a la música que se hacía para los grandes festejos, a la música marcial y a la música doméstica, destinada al entretenimiento, la celebración o la expresión de sentimientos.
Los festejos que aquí se destacan son aquellos que se llevaban a cabo en ocasión de fiestas cívicas o conmemoraciones religiosas, los que se realizaban en las calles, las casas o en las tabernas, con música y entretenimientos. Por razones obvias, las noticias más fácilmente asequibles son las de las fiestas públicas, descritas a veces con lujo de detalles por ciudadanos orgullosos del boato y la magnificencia de estas celebraciones.
Durante el reinado de Felipe V (1700-1746), "se descarga a Santa Fe en el tributo de la sisa que contribuía en la yerba del Paraguay", favor que obtuvo Santa Fe en enero de 1717. El Cabildo dispone la realización de "misas solemnes y luminarias por la salud y buenos servicios de la monarquía" y le encomienda a Antonio Fuentes del Arco la escritura de una Loa en acción de gracias por este hecho. La representación, fijada para el 30 de setiembre de ese año en la plaza mayor, "para festejar el Santo Patrono, San Jerónimo, y dar gracias al rey por la eximición de los impuestos que pesaban sobre la ciudad", fue postergada por un malón que amenazó las puertas de la ciudad. De modo que la Loa se habría representado el primer domingo de octubre, según manifiesta José Rafael López Rosas en su estudio sobre el tema.
La Loa era una pieza dramática breve con argumento y acción, en la cual la música, la danza y la alegoría eran elementos infaltables. Tenía por objeto alabar al alto señor en cuyo homenaje se ofrecía y servía de introducción a las obras teatrales de largo aliento. Se representaba con frecuencia en las colonias españolas en la plaza capitular, en residencias particulares o en los colegios establecidos por los jesuitas.
El hecho más destacable en este caso santafesino, y así lo afirma José Luis Trenti Rocamora, es que esta Loa "es la primera pieza teatral argentina que se conoce, siendo también la primera escrita o copiada en la Argentina que se conserva con su texto íntegro". La importancia de la obra queda determinada también por otras dos razones: porque "su autor es figura de interés" y porque "la composición aporta el dato de una fiesta santafesina".
Antonio Fuentes del Arco le canta en estilo barroco al río Paraná, a sus aves y a su belleza, desarrollando, mientras tanto, el tema central de agradecimiento al Rey Don Felipe. El texto completo se ha publicado con la ortografía original en el Boletín de Estudios de Teatro (1946, año IV tomo IV, Nº 15), siendo recientemente publicada por el Centro de Estudios Hispanoamericanos en la Revista América 31 (2022) con transcripción del original y comentarios a cargo del arquitecto Luis María Calvo. En la Loa intervienen tres caballeros y música, evidentemente con cantores, que es probable, como era costumbre, hayan estado ocultos. Los cantores intervienen en determinado momento cual si fueran un personaje y su aparición es constante, aunque excesivamente breve.
También fueron motivo de festejo las coronaciones de los reyes que se celebraran en la ciudad con corridas de toros, funciones teatrales y juego de cañas siendo también el principal espacio para las celebraciones la plaza central. En 1759, con motivo de la coronación de Carlos III, Francisco Antonio de Vera Mujica describió los festejos en un informe que envió al gobernador Pedro de Cevallos:
"(…) Así dispuesto todo para el real festejo en dicho día 26 de noviembre, empezó desde el mediodía el festivo armonioso estruendo de campanas y salvas, en que a un tiempo clamoreaban voces altas de metal los motivos del sonoro regocijo. También sonaron clarines, chirimías, y otros músicos instrumentos; siendo a todas voces mayor el grito y la armonía de nuestro gozo: en que rebosaban tanto los ánimos de todo el pueblo que saliéndose un mozo de su casa a la calle, como si fuera media noche, en el medio del día, empezó, con guitarra en mano, a entonar esta hacara (...) Tras la aclamación del alférez real se correspondió el concurso todo con repetidas, alegres y esforzadas vivas, acompañadas de salvas de todas las milicias, del golpe de varias compañías de instrumentos músicos y de repique general de las campanas de todas las iglesias, y del Te Deum Laudamus, que en la iglesia de la Compañía de Jesús, cuya principal puerta cae a la dicha plaza mayor, se entonó al mismo tiempo por su capilla de hermosa música, que no dejó de hacer especial eco, y de causar particular armonía".
La música militar en la América colonial era interpretada por trompetas lisas, pífanos, atabales y tambores o cajas de guerra. Trompetas y tambores tenían sus toques peculiares, establecidos en la Ordenanzas Militares impresas en Madrid en 1728. Por ejemplo: "llamada", "a caballo", "diana", "a la marcha", "misa", etc. Transcurrirá mucho tiempo antes de que esta música militar, dé lugar a las bandas de música cuyo objeto trasciende la mera faz organizativa de la milicia.
En cuanto al ámbito de lo doméstico, la guitarra, las coplas y los villancicos, las danzas y las fiestas eran seguramente elementos fundamentales en la construcción de la vida cotidiana en las casas santafesinas de españoles que intentaban reproducir Europa en América. No obstante, la influencia musical de culturas y etnias no europeas ya comenzaba a transformar sustancialmente la tradición española.
Ya en el siglo XVII, para distraer el ocio en las reuniones sociales se comienza a ejecutar el arpa, la flauta, la vihuela y también el clavicordio. La gavota, el paspié y el fandango ocupan lugar destacado en el repertorio de las danzas coloniales. El pueblo fue adoptando la guitarra que se rasgueaba para acompañar sus cantos y a través de la cual en forma progresiva y especialmente en los ámbitos donde el español tenía contacto con los trabajadores indígenas, africanos o mestizos, se fueron construyendo prácticas musicales con sello nacional.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y el Centro de Estudios Hispanoamericanos.