Domingo 14.3.2021
/Última actualización 18:27
Hace poco, el país se sorprendía con "El robo del siglo", generado por la sustracción de unas 2 mil cabezas de ganado en el norte santafesino. Muchos preguntaban cómo se pudo retirar de un campo semejante cantidad de animales sin que nadie detectara la acción delictiva. Hay que conocer esa zona. El primer punto es el escenario: el extremo centro-norte de Santa Fe, junto al extremo Sudeste de Santiago del Estero y al Sudoeste de Chaco conforman una delicada frontera tripartita que muchos llegaron a llamarla "El triángulo de las Bermudas", un término creado en 1953 por escritores que publicaban artículos acerca de la peligrosidad en un área geográfica con forma de triángulo equilátero situada en el océano Atlántico, entre las islas Bermudas, Puerto Rico y la ciudad estadounidense de Miami, en el estado de Florida. Ese triángulo tiene una superficie de 1,1 millones de kilómetros cuadrados. Para ubicarnos, gran parte de los robos de animales (abigeato) ocurren en la zona denominada Bajos Submeridionales, una región extensa de tierras bajas y anegadizas que abarca parte del norte de Santa Fe (en especial la Cuña Boscosa)y el dorso Occidental Subhúmedo de la llanura chaqueña. Hablamos de unas 8.000.000 de hectáreas. Hasta la década de los 90 esa zona parecía más chaqueña que santafecina. Fue durante la gobernación de Carlos Reutemann cuando se construyeron canales de desagüe destinados a reducir los anegamientos periódicos, potenciados por los desmontes en las zonas vecinas. La obra nunca se terminó; solo se hicieron zanjones y no las retenciones para un manejo adecuado del agua. Las consecuencias de este mal manejo están a la vista: el suelo se fue degradando, se perdió flora y fauna, y el potencial productivo sigue siendo el de antes. Ahora parece que volverán a ocuparse para corregir lo que es tarde para corregir.
Pero la pregunta que sigue también tiene respuesta: ¿Es fácil desarrollar el abigeato como emprendimiento?. La lógica implica aceptar que, en su gran mayoría, las grandes extensiones son propiedad de grandes inversores, en su mayoría porteños, bonaerenses o cordobeses, que de vez en cuando se hacen un viajecito para conocer dónde está su campo. Si le sumamos las restricciones que impusieron las provincias por la pandemia, habrá que convenir que muchos propietarios no aparecieron por la zona durante todo 2020. Que los animales se mueren, se sabe; que los animales rompen alambrados y buscan alimentos donde hay alimentos, también se sabe. Que la voluntad de muchos se quiebra con la plata fácil, también se sabe. Por eso, muchos están encarcelados. ¿Cómo se explica la disponibilidad de una logística adecuada para llevarse miles de animales y que los administradores y/o patrones no se enteren?. Esto vale también para el robo de soja, quizá mucho más importante que el caso del ganado. El fiscal general del Ministerio Público de la Acusación (MPA) de Reconquista, Rubén Martínez, explicó que en el caso que involucra a la familia Agú "no fue de una sola vez", sino una "reiteración delictiva que se iba dando de una misma forma que llega al monto denunciado" (unos $ 200 millones) y recordó que por esto se habla de un "robo hormiga". Esto abre otra línea de investigación y que tiene que ver con cómo lograban estos animales ingresar luego al circuito de faena y comercialización. "Esto determinará si en el norte de Santa Fe opera una red -una asociación ilícita- para robar y faenar ganado", alertó Martínez.
Si hay compromiso de llegar a fondo en la investigación, podría haber sorpresas. Hay una investigación en marcha sobre un robo de ganado extraordinario en Santiago del Estero. Si se confirma, ese sería el mayor "robo del siglo".