En el año del centenario del fallecimiento del "historiador de entresiglos" (1921 – 21 de junio – 2021)*
Archivo El Litoral Ramón J. Lassaga, historiador de entresiglos , fue un activo intelectual de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Su obra La Historia de López marcó una tendencia en los estudios históricos del interior del país.
El 21 de junio de 1921 fallecía en Santa Fe, a los 62 años, Ramón J. Lassaga, el primer historiador santafesino que se puso a investigar y a escribir con método y rigor crítico. Antes que él, Urbano de Iriondo había publicado unos "Apuntes" basados en sus propios recuerdos y algunas consultas documentales, y dejaron escritas sus Memorias Manuel Ignacio Diez de Andino y Domingo Crespo, por entonces inéditas.
Lassaga había nacido en Santa Fe el 28 de octubre de 1858, cuando el país se encontraba dividido en dos entidades políticas: la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Fue alumno del Colegio de la Inmaculada Concepción, de cuya Academia Literaria formó parte y en cuyas Aulas Mayores se graduó de abogado.
Entre quienes estudiaron a Lassaga destaco a J. Catalina Pistone, su primer biógrafa, y a María Gabriela Micheletti que ha analizado en profundidad su obra como "historiador de entresiglos".
Un hombre multifacético
Lassaga fue un activo intelectual de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Incursionó en la dramaturgia, la poesía, el periodismo y la crónica histórica. Fue en este último aspecto que logró notoriedad, a partir de su biografía de Estanislao López, aparecida en 1881, cuando contaba apenas con 23 años de edad. Fue autor de la Sinopsis Histórica publicada con los resultados del Censo Provincial de 1887 que dirigió Gabriel Carrasco, y la afamada casa Peuser editó en 1895 su libro "Tradiciones y Recuerdos Históricos".
Tanto este, como su biografía de López, merecieron ediciones modernas. En reconocimiento a su obra fue designado en 1901 miembro correspondiente de la Junta de Historia y Numismática Americana, actual Academia Nacional de la Historia.
Como periodista fue redactor de "El Tribuno", junto con Francisco Constanzó y Eduardo Pérez, periódico que alentaba la candidatura de Estanislao Zeballos a la gobernación de la provincia, en oposición a las aspiraciones del doctor José Gálvez que resultó triunfador. Fue luego director de "Nueva Época", el diario de David Peña, y fundador y director de la revista "Vida Intelectual", que apareció en Santa Fe entre 1904 y 1906, con la codirección de Ramón Doldán y Julio A. Busaniche.
Compartía su quehacer literario con el ejercicio de su profesión de abogado y publicaba un aviso publicitario en la revista "Justicia" en 1899. Tenía su estudio jurídico en calle San Jerónimo 271.
Tuvo una destacada actuación pública. En 1888 fue designado vocal del Consejo General de Educación. Como legislador representó en el Senado de la Provincia a los departamentos San Justo y Belgrano. Fue constituyente en 1889 y diputado nacional desde 1898 hasta 1902. Actuó también como catedrático en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Santa Fe, donde dictaba la materia de Derecho Internacional Público, dio clases en la Escuela Normal y el Colegio Nacional y fue Fiscal de la Justicia Federal.
Gentileza Portada de la primera edición de la Historia de López de Ramón J. Lassaga. Ejemplar perteneciente a la Biblioteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos.
Portada de la primera edición de la "Historia de López" de Ramón J. Lassaga. Ejemplar perteneciente a la Biblioteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos.Foto: Gentileza
La "Historia de López", un símbolo del poder de Santa Fe dentro del PAN
Tengo en mis manos un ejemplar de la "Historia de López" de Ramón J. Lassaga que pertenece a la biblioteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos. Con 560 páginas fue editado en 1881 en Buenos Aires, en la Imprenta y Librería de Mayo de la calle Perú 115. El ejemplar tiene la firma de Lassaga y una dedicatoria a su amigo Lorenzo Monasterio.
Se trata de una obra que, aunque escrita por un simple estudiante de derecho (se recibió en 1883), marcó una tendencia en los estudios históricos del interior del país. En 1882 aparecía la biografía de Quiroga de Cárcamo y en 1886 la de Ramírez de Martínez. Pero en 1883 la mirada histórica centrada en Buenos Aires recibió el refuerzo de la "Historia Argentina" de Vicente Fidel López y en 1887 el de la edición final de la "Historia de Belgrano" de Mitre.
Sin embargo, era un momento en que la ciudad de Buenos Aires, que había prevalecido durante los setenta años transcurridos desde el inicio de la revolución, caía sometida ante el poder del Estado Nacional tras las sangrientas jornadas de la "revolución del ochenta". Parecía que el Partido Autonomista Nacional (PAN), del que el líder local Simón de Iriondo era un puntal, se robustecía como nueva fuerza integradora del puerto y del interior, proceso iniciado con el triunfo de Avellaneda en 1874.
Quizá fuera por ello que el gobernador Iriondo financió la edición del libro de Lassaga, en tanto López podía representar la nueva ola de provincialismo que la afirmación del PAN en las urnas, y el sometimiento de Buenos Aires por las armas, parecían poner en evidencia. Este uso político de la figura de López se vio profundizado en 1886, cuando, bajo la administración de José Gálvez, se cumplió el centenario del nacimiento de Estanislao López y se publicó una síntesis biográfica del caudillo, también escrita por Lassaga, en medio de importantes actos oficiales.
La ardua tarea de reivindicar los caudillos
El libro de Lassaga constituye el principal intento de reivindicación de López como actor relevante de la historia política argentina de su tiempo. Los esfuerzos anteriores se habían canalizado a través de la prensa y en el Apéndice de la obra de Lassaga se incluyen dos artículos valiosos, uno de Olegario Andrade titulado "Una deuda sagrada", aparecido en "El Patriota" de Santa Fe, y un editorial del diario "La Capital" ("Estanislao López. Su posteridad").
A lo largo de veinticinco capítulos y de un apéndice documental, Lassaga desarrolla la vida de López en el contexto en el que le tocó desempeñarse. Si bien el texto abunda en los excesos retóricos propios de su tiempo, asombra la madurez del trabajo -como señala Beatriz Bosch- considerando la edad del autor, ya que si bien el libro de edita en 1881, la introducción está fechada en 1879.
"Si logramos poner de relieve -escribe el joven historiador- la figura de este notable santafesino, a quien Rivera Indarte no trepida en darle el renombre glorioso de "ilustre", nuestros afanes habrán sido premiados, cumpliendo de este modo el objeto que nos propusimos al escribir esta obra, en los momentos libres que nos dejaban las ocupaciones del colegio".
Sin embargo, el trabajo no es combativo ni apunta a la polémica. Para mostrar la importancia relevante de la actuación de López en las definiciones políticas de los veinte años en los que fue gobernador (1818-1838) de Santa Fe y, a la vez, uno de los principales conductores del país, no recurre Lassaga al ataque sistemático de sus enemigos. A diferencia del revisionismo posterior no descalifica a las figuras centrales del liberalismo, como Rivadavia y se muestra crítico con respecto a Rosas.
Por otro lado, a lo largo de la obra surgen pasajes críticos con respecto a algunos aspectos de la trayectoria de su biografiado y jerarquiza a Mitre entre sus fuentes, aunque contradice a historiadores del peso de Vicuña Makenna en la parte que considera inexacta con relación a López y sus vínculos con Carrera.
Antecedente de las obras de M. Alvarez Comas, José Luis Busaniche y Leoncio Gianello, el libro de Lassaga no logra sin embargo, calibrar la verdadera dimensión nacional de la figura de López en tanto la década de 1830, que vio al santafesino en su plenitud, resulta poco estudiada y su afán constitucionalista no aparece como uno de los ejes centrales del relato.
* Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
El libro de Lassaga constituye el principal intento de reivindicación de López como actor relevante de la historia política argentina de su tiempo.
A diferencia del revisionismo posterior no descalifica a las figuras centrales del liberalismo, como Rivadavia y se muestra crítico con respecto a Rosas.