En la república romana nace la figura del dictador como una respuesta de la organización política para casos extremos como podía ser una convulsión interior, un ataque exterior o hasta el acecho de una plaga. En ese caso se echaba mano a esta magistratura extraordinaria que duraba o bien, un plazo definido, o hasta que desapareciese el peligro por el que fue nombrado. Se trataba de un estado de excepción.
En la actualidad el dictador se parece por las atribuciones especiales pero no surgen por amenazas sino por la degeneración de la estructura de poder. Esto es que luego de ganar una elección de manera más o menos legítima, comienzan los abusos y termina asumiendo el control de todos los poderes del Estado, la suma del poder público, y la consiguiente arbitrariedad sobre los ciudadanos que pasan a ser rehenes de la voluntad del jefe de gobierno.
Tal el caso de Nicolás Maduro que aún no encuentra las boletas que le dieron el triunfo en las elecciones el pasado 26 de julio pese a que la oposición si pudo mostrar los números que acreditan la victoria de Edmundo González Urrutia. La negativa muestra la maniobra y deja en soledad a un grupo de farabutes que han mantenido el poder para seguir con los negocios vinculado al tráfico de drogas ilícitas, entre otras vergüenzas.
En el caso del payaso venezolano avanza un poco más sobre lo que es la letra que define al dictador al sazonar -con muy mal gusto- con elementos singulares la relación con los gobernados. Hace años aseguró que el espíritu de Hugo Chávez se le había aparecido como un “pajarito chiquitico” durante la campaña electoral de 2013 y que el fallecido comandante lo había “bendecido” como candidato a presidente de Venezuela. Luego cuando se cumplía otro aniversario de la muerte de Chávez, Maduro habló -o intentó hacerlo- con un potrillo mientras se grababa la imagen para la TV.
Lejos de ser Francisco de Asís o de generar alguna empatía, el absurdo generaba burlas desde todos los costados. Pero hay que reconocerle a Maduro una cualidad: la terquedad. Vencida la opción de los animales dirigió sus disparates hacia la religión. Así, luego del fraude de julio sostuvo que “es septiembre y ya huele a Navidad. Y por eso este año, en homenaje a ustedes, en agradecimiento a ustedes, voy a decretar el adelanto de la Navidad para el 1 de octubre. Arranca la Navidad el 1 de octubre para todos y todas. Llegó la Navidad con paz, felicidad y seguridad”, como un Santa Claus caribeño y bondadoso.
Como si la grey católica aceptase cambiar una fecha clave por el mero hecho de tirar una bomba de humo para ocultar el fraude electoral. Pero no se quedó con eso sino que avanzó con otro enorme disparate: Jesús era un niño palestino y fue el más grande dirigente antiimperialista de los últimos tres milenios (sic).
Mirá tambiénBolivia: la pelea entre Evo y Lucho condena al país“Jesús fue un niño palestino, un joven palestino… y cuando fue crucificado, condenado injustamente por el imperio español (sic) y por las oligarquías que dominaban religiosamente la zona… fue clavado, asesinado, torturado nuestro señor Jesucristo… él murió como un hombre palestino y resucitó para la vida, inmortal como un espíritu palestino”, se lo escuchó durante la emisión de su latoso y extenso programa.
Los dichos pueden parecer -y son- ridículos puesto que es sabido que Jesús nace en el seno de una familia judía en Nazaret, en Judea, hijo de Miriam (María) y de Yoseph (José), ambos judíos. Pero para quienes son algo despistados, los grupos propalestinos han pergeñado la historia -el cuento- del Jesús palestino no como región sino como nación. El que repite el relato desde su espacio televisivo recuerda que fue crucificado pero olvida el cartel que los romanos (no los españoles) colocaron sobre los maderos que sostenían el cuerpo de Jesús: INRI sigla de “Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum”, es decir, Jesús de Nazaret, rey de los judios. Maduro se suma a una historia inventada pero no es un tonto, es cómplice.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.