La hija de un amigo tiene un trabajo que es serio, tan serio como curioso: restaura telas históricas. Advertencia, digo el trabajo por como lo entiendo; su nombre técnico debe existir y no lo conozco. No conocer es no entender. Arrancamos mal. Sepan disculpar. La hija de mi amigo restaura telas de ropajes de personajes históricos, telas y ropajes que se guardan en los museos y que el paso de los años, las polillas y otras calamidades van deteriorando. Vinicius decía: "No hay nada como el tiempo para pasar (…)", los poetas dicen cada cosa.
Cuenta mi amigo que su hija estaba asombrada por el tamaño mínimo de un chaleco raído de Belgrano, de Don Manuel Belgrano. La tarea de restaurar esas lanas era una; asombrarse por el tamaño es otra. Poca talla, para decir con exactitud: un petiso bien petiso. En las casas de prendas deportivas un small cómodo, acaso menos. Contaba mi amigo que su hija le comentaba que la ropa de San Martín también era pequeña. Lo escuchaba y pensaba en los poemas a San Martín. En esa caricatura/pintura donde se lo toma desde abajo y parece un gigante conquistando Los Andes y liberando Chile y Perú. Se me llenó la barriga de preguntas.
Me decía mi amigo que las camas eran chicas. Que la de Belgrano, la de San Martín llevaban a preguntar: ¿Aquí dormían? Para la respuesta derivamos a los hábitos de aquellas sociedades y rectificamos la pregunta: ¿Así dormían? Esto es, recostados sobre almohadones, no estirados ni sobre el lado derecho o sobre el izquierdo, recostados sobre almohadones, nunca totalmente horizontales pero aclaramos ambos: eso suponíamos. No hay mucha mención histórica de nuestros próceres apolillando.
En muchos casos no se menciona con quién comían, qué bebida tomaban y cuáles eran sus más profundos hábitos sociales… y sexuales. Preguntas, cuidadito, preguntas, son todas preguntas. "Hay más ignorancia para este boletín". Se suman y suman las preguntas. Se hincaban para rezar. Rezaban. Había un lavamanos y una bacinilla. Quedaba una vela prendida en un ángulo de la habitación. La vela sola o alguien tenía la vela, al uso de la Edad Media.
Leían en la cama. Llevaban una mujer o un hombre a su lecho. Acaso a varios. Acaso a varias. Tal vez a ninguna. A jovencitas muy jovencitas que la sociedad autorizaba. Acaso pedían grandes pechos de mujer para contestar los correos, entonces epistolarios, recostados sobre esa imagen de la madre y la niñez y el tiempo de ser amamantados que, es evidente, extrañaban. Viajaban con esas mujeres pechugonas para adormilarse en su regazo.
Se trasladaban con sus amores más íntimos en las largas caravanas de liberación de América Latina. Dormían vestidos. Se arropaban. Se cubrían la cabeza. Cuantas horas de sueño. El sexo era apenas se acostaban. Olvidaban el sexo en sus viajes. ¿Cuándo se bañaban? ¿Cuántas veces en la semana? ¿Usaban sales de baño, desodorantes, tratamiento anticaspa? Ojo al piojo: son todas inquisiciones.
Una mirada que puede calcularse con el sistema métrico decimal es el tamaño de las camas. Allí no hay riesgos de censura, tampoco es posible que venga Felipe Pigna a desmentir o cambiar la realidad que Bartolomé Mitre ordenó, Ricardo Levene refrendó y el historiador José Luis Busaniche confrontó. Ernesto Palacios solía enojarse con estas historias oficiales.
Al diablo con el revisionismo, vamos a los hechos, el hecho es el lecho y su tamaño. Detrás del camastro el jergón y la bacinilla, también los testimonios de los cuidadores de la casa. Si bien nadie vive tanto el chaleco de Belgrano, reconstituyéndose hilo por hilo, dice lo suyo y lo trae a la vida, era un petiso estudioso y mal llevado. El tamaño de la cama también lo define. Los héroes, que son calles, eran todos gallegos o hijos de gallegos, pero siempre petisos. Aclaración: se escribe "all' uso" y, por tanto, gallegos son todos los que vienen de La Madre Patria, excepto Santiago de Liniers.
Dentro de cien años, cuando volvamos a ser Argentina Potencia, llegará el tiempo de reconstruir la historia de Javier Milei. Para no entrar en rispideces sobre la salud y cuánto vivirá: revisionismo histórico dentro de ciento cincuenta años. Habrá quien mida, sobre el 3074, esas camperas de cuero, sus pantalones. Sus aposentos y quiénes en tales sitios. Aparecerán nombres, fechas, bacinillas, el valor y la marca del spray. Las sales de baño. Qué comidas. Dónde el tanto y tanto tuiteo de madrugadas, solo o con quien, con quienes. Quién peinaba al León. Algún día la historia menuda lo alcanzará, como alcanzó a San Martín.
Imaginamos que la cama de San Martín fue, en su momento, un secreto de Estado. La parihuela de su traslado hacia Chile, adormecido por el láudano, también un secreto. Cómo interpretó los planos del primer espía nacional, José Antonio Álvarez Condarco, que marcaba las curvas de la cordillera y dónde los semáforos de la Corona Española, en los "papers" que le dio al general de tez oscura, que eso tenía el galleguito medio bastardo, casi/casi un cabecita negra.
Aprobamos que Álvarez Condarco sea un espía porque espiaba para nosotros, que no sabíamos muy bien qué éramos al ser nosotros. Después nos explicaron que representábamos la Máscara de Fernando Séptimo, pero que en realidad queríamos comerciar con todos los mercaderes que llegasen al puerto, pero con menos impuestos aduaneros y abrazar a los ingleses de buena voluntad que quisiesen pisar, para comprar y vender, el suelo argentino. No fuimos Colonia Inglesa y dejamos de ser Colonia Española. Los héroes petisos triunfaron. La independencia es un problema, de eso somos ejemplo permanente.
Álvarez Condarco fue importante. Más que Jaime Stiuso y el "Tata" Yofre. Está claro que lo consideramos un pequeño héroe de la liberación. Los que le manejan las redes de información no convencional a Milei, son también héroes pequeños de esta cruzada liberadora, acaso libertaria. Son espías. Cómo interpreta Milei esos datos de las tendencias en las redes. El uso del TikTok tendrá el mismo valor que la engañifa de los barcos en las aguas del Océano Pacífico frente a las costas peruanas. Stiuso y Yofre serán leídos dentro de ciento años, que ya seremos otra cosa. Entonces serán importantes.
Más preguntas. Le era infiel esa muchacha jovencita a ese hombre sufrido y heroico (estaba liberándonos del yugo opresor de la Madre Patria). En qué sitio fue concebida esa hija. La amamantó como se debe. El general, le trajo un osito de peluche de Taiwán en el retorno triunfal. Tendrá hijos el Javier. Los tiene o los tendrá su hermana. El general le fue infiel a su jovencísima mujer, con quién. Con quiénes. Somos una duda existencial. Hoy hay premio por fidelidad o son todos contratos temporales, contratos basura de una pésima ley de contrato laboral.
LGBTIQ+… no se llamaba así pero existía toda forma de amor, porque siempre existió el orgasmo diverso, la pasión diversa, sólo que se castigaba de un modo cruel, muy cruel y ahora cada quien es más libre, un poco, quedan resabios de prejuicios que incitan a matar la libertad de amar. Cómo se comportaba el general de la cama pequeña. Qué pregunta. El general cómo se comportaría sobre este tema. A Milei no conviene preguntarle ahora, mejor dentro de ciento cincuenta años. A veces los héroes son perdonados en sus costados injustos, este es uno muy importante.
Y más allá de la cama de San Martín, que tiene un lugar en la historia (señoras y señores, es el lecho del General Libertario) nos quedan los clubes a los que estaba asociado. Logia Lautaro. Masonería. San Martín no estaba solo en sus planes. Era parte de una idea, de una asociación, de un plan/rataplán, de un propósito extraterritorial que lo contenía. Él sumaba al poder de tales asociaciones. Se acumulan las preguntas. ¿Dormiría pensando en esas cuestiones mundiales?
Milei, en el lecho que mañana será historia, dormirá con la Logia Lautaro y la masonería vernácula en la mesita de luz o pertenecerá a otras asociaciones tan poderosas como esa. Soñará con ellas. En la cama quedarán los sueños. Dentro de ciento años habrá un Felipe Pigna para un resumen Lerú de la historia. Alguien contará de las conexiones internacionales de Milei y de cómo vivir en las redes horas y horas… acaso recostado en una cama pequeña, pequeña, sobre un pecho amigo. No resultaron malas (las camas pequeñas) para los que allí se durmieron, según se apruebe la historia oficial de las Provincias Unidas del Sur.
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