Rocambole, el de las tapas de los discos de Los Redondos
Un genio de visita en Santa Fe.
Ricardo Cohen, el reconocido Rocambole (en el centro de la imagen), recorre la peatonal San Martín en 2008 junto a Sergio Invinkelriedt e Isabel Molinas. Su muestra fue todo un éxito.
Despuntaba 2008 en la capital provincial. Había transcurrido un marzo por demás estival y todavía perduraba el intenso calor de los primeros meses del año. Sacudiéndose la monotonía típica de los veranos, la peatonal San Martín se alborotaba con el paso del talentoso Ricardo "Mono" Cohen, el renombrado artista plástico al que el mundo artístico en particular y el público en general conoce como Rocambole, quien había hecho pie en Santa Fe.
A Rocambole también se lo conoce como "La Bestia Pencil". Artista de estilo llamativo y muy particular, este año cumplió 80.
De reconocidísimo talento, no en vano lo llaman "La Bestia Pencil" (como figura en algunos catálogos), Rocambole Cohen supo lograr una bien ganada y merecida popularidad, entre otras cosas por haber sido el diseñador de la tapa de discos de algunos intérpretes y grupos famosos, entre ellos la banda de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (o simplemente, Los Redondos). El término "rocambolesco", que implica algo extraordinario o inverosímil, deriva de Rocambole, un personaje literario llamativo y de enorme fama, surgido de la prolífica imaginación del vizconde Pierre Alexis Ponson du Terrail (1829-1871).
Fue en 1857 que el célebre aristócrata publicó "La herencia misteriosa", el primero de los volúmenes de la serie protagonizada por el mítico "caballero y ladrón", quien inicialmente fue un villano malvado y luego se convirtió en un paladín heroico. Justamente, siendo todavía un niño, Cohen empezó a leer con avidez y mucho interés las historias de Rocambole, de allí que lo eligiera como seudónimo a la hora de ponerle un nombre a su destacada creatividad.
Con un gran espejo
Pero volvamos por un momento a la presencia de Rocambole Cohen en la urbe santafesina, quince años atrás. Después de alojarse en un hotel céntrico de la ciudad, el "troesma" salió a caminar por la peatonal, acompañado por Isabel Molinas -subsecretaria municipal de Cultura en aquel entonces- y Sergio Invinkelriedt, del Museo Municipal Sor Josefa Díaz y Clucellas. Allí, Rocambole aprovechó para sacarse algunas fotos, las que ahora ayudan a movilizar el recuerdo sobre su visita.
Mientras tanto, montajistas especializados y empleados municipales, se dieron a la ímproba tarea de armar lo que el artista requería y necesitaba para mostrar su obra. Así fue como se consiguió un gran espejo, que fue depositado en el piso como parte de la escenografía, mientras Rocambole daba instrucciones que eran puntillosamente ejecutadas, ya que había llegado a la ciudad toda una producción suya, que incluía esculturas en mediano formato.
En aquel tiempo se pasaba de la transición de una gestión municipal a otra. Gabriela "Pisca" Garrote dejaba su lugar a Damián Rodríguez Kees. Y entraba entonces en el campo de juego, una gestión que prometía innovar. La llegada de Rocambole fue el primer signo de ello. Desde hora muy temprana la gente se agolpó en el frente del museo, esperando por hacer su ingreso al laqueado piso del edificio. Fazzolari, el guardia de seguridad del lugar, había dejado su bicicleta de carrera detrás del mostrador (por las tardes hacía dos veces el trayecto Santa Fe-Esperanza para entrenarse).
Significativo hito cultural
Ojo, la mención del mostrador no es gratuita. No se trataba de un mostrador cualquiera. No, a esa altura se había convertido en un verdadero muestrario del folclore del Sor Josefa. Detrás de él podía avizorarse un verdadero galimatías objetual, complejo de descifrar: pavas, votos, banderines, algún colgante de San La Muerte, un destartalado anafe, yerba secada al sol, calendarios de ATE, reposeras y hasta alguna poltrona de los guardias, uno que otro anillo y adminículos de látex texturado. Un cambalache difícil de describir y enumerar.
Abel Monasterolo, el calificado director del referido museo, había estado casi todo el día en el lugar para no descuidar ningún detalle. Hasta entrada la tarde, incluso, su figura se recortaba nítida tras los ventanales, trabajando a la par de los integrantes del plantel. Promediando las 20 comenzó el acto inaugural de rigor y con posterioridad al mismo el público comenzó a juntarse frente a la barra, donde tres empleados "espichaban" pesados barriles con el líquido elemento color ámbar. La muestra de Rocambole fue uno de los hitos más significativos del Museo Sor Josefa Díaz y Clucellas.
En primer lugar, porque hubo una fuerte aproximación entre los más jóvenes y el afamado artista, que ya andaba por los 65 años. En segundo término, porque Santa Fe recibía una bocanada de aire fresco que permitía a los gestores y artistas conocer en profundidad una expresión del arte sindicada tal vez como "profana", pero provista de un profundo significado estético.
La obra de Rocambole siempre ha tenido una impronta fuertemente simbolista, y un grado de pregnancia y segmentaciones que encontraron su lugar dentro del culto y estética de la expresión rockera (tanto sus cuadros como su obra escultórica son transportadores de profundos mensajes). En la ciudad de Garay, "La Bestia Pencil" permaneció apenas unos días. Los suficientes para que no pocos artistas y productores realizaran performances y filmaciones sobre sus destacados trabajos.
Lo que vino después
Con este evento, en 2008 dio comienzo una nueva experiencia en la cultura municipal santafesina. Luego vendría "La línea piensa", con la llegada de artistas argentinos en el marco de un proyecto cultural sin precedentes (antes y después). Fue una década dorada de la democratización de los conocimientos y saberes, donde la plástica santafesina pudo abrevar en muchas cuestiones y otear disímiles perspectivas, como también tomar contacto con producciones emergentes del panorama argentino.
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