Viernes 4.10.2024
/Última actualización 21:50
I - El papa de Roma es el pastor de la inmensa grey católica dispersa por todo el mundo. En esa condición emite opiniones que son una referencia innegable y las mismas tienen distintos formatos. Recordemos que a partir del Concilio Vaticano II -el vigésimo primer concilio ecuménico- ocurrió una notable apertura a las comunicaciones de parte de la Iglesia. Será el papa Juan Pablo II quien dio inicio a una nueva era, con una apertura en donde sale del Vaticano de forma asidua y emprende viajes por todos los continentes, apareciendo en los medios de comunicación -radio, televisión, videoconferencias, internet y SMS- con el claro cometido de conocer a su feligresía y hacerse partícipe de la vida de todos como un ser humano más; crítico, orientador y conciliador. El actual pastor, Jorge Mario Bergoglio, llamado Francisco, que es el 266° papa en la sucesión de la Iglesia Católica, ha potenciado en varias veces ese proceder y vuelve empírico aquello que anunciaba San Pablo: "Por toda la tierra se ha difundido su voz y hasta los confines de la tierra sus palabras" (Romanos 10,18). Francisco ha tomado el camino de involucrarse en la problemática diversa del mundo para la guía espiritual y de conducta humana.
II - Dentro del orbe, particular referencia dispensa el papa para su patria chica o, al menos, cada una de sus opiniones son levantadas por los medios nacionales que potencian su efecto. Es notable, a ojos vista, la intervención Francisco en la política argentina desde los primeros momentos de su unción como summus pontifex. Hace unos días, una nueva intervención por ciertas declaraciones fue la noticia más impactante de la semana. Hacía un tiempito que Francisco no se pronunciaba de manera tan directa sobre una situación tan compleja y discutida en nuestro país.
Las expresiones respecto a los movimientos sociales y a la ocupación de las calles por parte de grupos piqueteros, ha motivado un amplio debate. En verdad el debate viene del tiempo en que Cristina Fernández de Kirchner, detrás del atril de la más alta magistratura que ocupaba, se manifestó con la idea que se debía reglamentar la protesta de forma que se pueda expresar pero que se garantice la libre circulación del resto de los argentinos y las argentinas, como le gustaba decir. Lo hizo al inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso, el 1 de marzo de 2014, cuando destacó la necesidad de sancionar "una norma de respeto y convivencia urbana", ya que, según sostuvo la mandataria aquella tarde, "todo el mundo tiene derecho a protestar, pero no cortando las calles, impidiendo que la gente vaya a trabajar".
De inmediato, un grupo de diputados pertenecientes al bloque del Frente para la Victoria presentó un proyecto de ley de "convivencia en manifestaciones públicas" que busca "garantizar y afianzar derechos" de los ciudadanos que ejercen su capacidad cívica de manifestarse así como los de aquellos que se ven afectados por cortes de tránsito durante protestas. Se trata de una iniciativa de 34 artículos, escrita por el legislador Juan Manuel Pedrini y apoyada luego por otros parlamentarios oficialistas, que propone establecer "reglas precisas de convivencia" para la ciudadanía ante manifestaciones públicas así como un protocolo para las fuerzas de seguridad que intervengan en casos de esta naturaleza.
III - Sin dudas, para nosotros, la cuestión más contundente de su alocución fue el párrafo en donde dice que, en lugar de "pagar justicia social", el gobierno optó por "comprar gas pimienta más caro". El pasaje hace referencia al incidente en Buenos Aires, semanas atrás, donde uno de los efectivos policiales utilizó gas pimienta contra una niña que estaba siendo utilizada como escudo humano durante una manifestación en contra de la reforma jubilatoria que se trataba en el Congreso de la Nación. Tomando este conato, el papa no dejó pasar la oportunidad, como otras veces, de reprobar la política social del actual gobierno que encabeza Javier Milei.
IV - Entre otras cuestiones, algunas medidas de política social de este gobierno, refieren a la eliminación de intermediarios en la gestión de los planes sociales, lo que ha llevado a la detección de numerosos casos de personas que no deberían estar recibiendo estas ayudas tan necesarias para cada vez más y más gente. En particular afectó en forma directa a la faltriquera cada vez más henchida de algunos "enlaces" entre los carenciados y los despachos oficiales. El Jorge Mario Bergoglio que conocimos, ahora en otra situación de liderazgo, al referirse a los movimientos piqueteros que tenía como invitados en el Vaticano, emitió un contundente llamamiento a cuestionar la política social actual.
La cuestión que nos preguntamos en estas horas es si su diatriba está encaminada a justificar a los que optan por la violencia -muchas veces cobarde- para deslegitimar una auténtica protesta. En un alegato anterior había dicho que "el silencio de la indiferencia habilita el rugido del odio" y que la injusticia puede llevar a la violencia física y, eventualmente, a una guerra de todos contra todos. Casi que no hace falta abundar en conceptos; sus palabras son claras. Lo que no escuchamos, y para ello no apostamos a la memoria, sino que buscamos intensamente, es su reflexión por las causas de la pobreza en Argentina.
El nivel de indigencia llega al 50% en el país, algo que de sólo pensarlo genera hasta un cierto escalofrío e indignación. Los gobiernos precedentes dejaron cifras espantosas, y observamos que al Santo Padre no le interesa saber de dónde venimos y únicamente habla por este presente. Nada refiere a ciertas políticas populistas de otras gestiones -cualquiera de las versiones del kirchnerismo-, que han sido la causa directa y principal del actual problema. Su silencio en esta materia, que sostuvo durante los cuatro años del peor gobierno de nuestro pasado, el de Alberto y Cristina Fernández, podría ser interpretado como una obtusa defensa de un modelo que ha contribuido a la decadencia argentina en el último cuarto de siglo.
Casi como una perlita, abundando en detalles, Francisco mencionó que un ministro había solicitado coimas a un inversor, pero calló no sólo su nombre sino que hasta el gobierno en el cual revistaba este funcionario. Esto nos llevó derechamente a la memoria del entonces presidente (Raúl Alfonsín) contestando al vicario castrense (José Miguel Medina) en la Iglesia Stella Maris de Comodoro Py el 2 de abril de 1987. Con esa generalidad pasajera, el papa deja un gran interrogante a cuál de los tantos y tantos casos de corrupción vinculados a la docena de años de la gestión del matrimonio santacruceño. Para el bien de todos y todas, sería prudente y constructivo que su homilía refiera a hechos y personajes concretos. La disertación papal es tan contundente como incompleta y tendenciosa.
V - El Vicario de Cristo en la tierra ha expedido un mensaje claro sobre la situación en Argentina, pero en su análisis adolece de una visión integral que contemple las causas de nuestros problemas sociales. Como siempre, su intervención es bien recibida, por su jerarquía y por sus conocimientos, pero es esencial que se refiera al rebuscamiento de la realidad argentina con una mayor profundidad y contundencia. Estamos al borde de difundir o aseverar situaciones que no son reales o al menos no son abordadas en su completitud. El discurso hasta se puede tomar como emitido con desgaire, como un descuido.
VI - Recordamos que este mismo pastor, en una larga entrevista de la MVT de España, se extendió respecto al papel importante que cumplen en el mundo la prensa escrita en particular y los medios en general. Sus aseveraciones no hacen más que confirmar su oposición a la metodología de este gran cuarto poder, ya que indicó las cuatro formas lesivas que perjudican a la dignidad de las personas a partir de los medios masivos de comunicación, refiriéndose a la "desinformación", la "difamación", la "calumnia" y la "coprofilia".
Dice el Sumo Pontífice que "los medios de comunicación no transmiten información cierta, ajustada a la verdad y más bien, no se sabe por qué, participan en la desinformación que hace un gran daño", porque crea dudas, suspicacia, malos entendidos que no propician tranquilidad o serenidad ante los hechos que ocurren en variados aspectos en el país, en el mundo. Esa desinformación, destaca Francisco, va contra el derecho de informarse completa y cabalmente de los sucesos que sean; algo que no ocurre porque solo informan la mitad de la noticia, informan mal. Con el discurso de días pasados, él podría llegar a causar el mismo efecto.