Por María Teresa Rearte
Por María Teresa Rearte
La liturgia católica ha celebrado el pasado viernes 16 la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que tiene lugar el viernes que sigue a la solemnidad del Corpus Christi.
La devoción tiene algunos antecedentes. Pero hay que mencionar que a su explícita y especial difusión contribuyeron las revelaciones privadas que recibió la religiosa Margarita María de Alacoque (1647-1690) que vivió en el convento de Paray-le-Monial (Francia). Y era conocida por su fama mística cuando, el 17 de diciembre de 1673, tuvo la primera visita de Jesús, que compartió con ella los sufrimientos de su Corazón, desbordante de Amor al Padre y la humanidad.
Aunque haya pasado el día de la solemnidad del Sagrado Corazón es conveniente recordar la solemnidad por la piedad que el pueblo cristiano tiene y necesita sostener viva. Y aún despertar en las almas, cuando el conocido afán de novedades, la dispersión espiritual y el desenfreno, que se evidencia en distintos aspectos de la vida social, son la expresión de la crisis moral y de sentido que anida en el momento actual. Sin pasar por alto las situaciones personales en las que a veces se necesita intensamente la gracia de Dios.
La revelación que recibió Margarita no difiere de la que Jesús compartió con Juan en la Última Cena. "Mi Corazón divino está tan apasionado de amor por la humanidad, que, incapaz de contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad, debe difundirlas". Y "Te he elegido para este gran proyecto".
Más adelante Margarita tuvo otras dos visiones. En la primera de las cuales se le mostró el Corazón de Jesús en un trono de llamas, rodeado de una corona de espinas. En la segunda de estas dos visiones ella contempló a Cristo en el resplandor de su gloria, con rayos de luz que salían de su pecho y se irradiaban en distintas direcciones.
Jesús volvió a hablarle, pidiéndole que comulgara cada primer viernes de mes durante nueve meses seguidos. También que se postrara en oración en la noche durante una hora entre los jueves y los viernes. Nacían de este modo las devociones de los nueve primeros viernes y la hora santa de adoración.
A estas apariciones le siguió una cuarta en la que Cristo le pidió que se instituyera una fiesta en la que se honrara su Corazón y repararan por medio de la oración las ofensas que recibe.
La santa también recibió una gran promesa de perdón. Quien se acerque dignamente a la Eucaristía y comulgue nueve meses seguidos el primer viernes de cada mes, con el sentido de expiar las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento, amando, honrando y consolando al Corazón de Jesús, recibirá el don de la perseverancia final. Pero no hagamos de estas promesas una "receta" de beneficios a recibir. Sino una libérrima promesa de gracia por parte de Dios, que nos alienta en la vida de fe.
Me parece conveniente recordar aquí las obras de misericordia. Con relación a las cuales debo decir que la misericordia significa sentir con el otro en necesidad. Y como consecuencia de esa compasión o sentir con, ayudarlo. Cuánto debemos en nuestro tiempo caracterizado por el individualismo del sálvese quien pueda en distintos sentidos, o por valorar la vida joven y sana, y practicar la cultura del descarte de la que habla el Papa Francisco, reflexionar con relación a la asistencia a los enfermos, incluida entre las obras de misericordia. E incluso la situación de indigencia y exclusión social que aflige a parte de la población argentina.
Lo afirmo porque el Pontífice se refiere a la "cultura del descarte" para caracterizar el modo de vida actual, que prioriza el "consumir y el tirar": Que busca el confort, que no equivale a vida digna, el placer inmediato y potenciado por la publicidad. Que en su forma más inhumana reside en que las personas acaben siendo como bienes de consumo, que se pueden usar y luego expulsar, excluir o someter, incluso por el sistema socio-económico imperante. Y hasta nos resulte indiferente.
Esta ciudad conoció la atención sacramental y espiritual de un santo sacerdote extranjero, de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette. Me refiero al P. Esteban Krisanda, del que quiero hacer memoria en esta nota porque su persona, vida y ministerio sembraron la misericordia entre los enfermos. Y para que su testimonio y perfil sacerdotal sea ejemplificador para todos: sacerdotes, consagrados y laicos.
En 1856 el Papa Pío IX dispuso que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se extienda de modo universal a toda la Iglesia. Pero ¿qué nos dice el Evangelio acerca de Jesús?
"Vengan a Mí todos los que están fatigados y agobiados y yo los aliviaré ". Mt 11, 28.
El Evangelio según san Mateo 11, 25-30 relata: "En aquel tiempo tomando Jesús la palabra dijo: Yo te bendigo, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre nadie le conoce bien sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a Mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen mi yugo y aprendan de Mí, porque soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Se dirá que es cuestión de fe. Sí. De la fe como acto humano y por lo tanto libre. Nadie puede ser ni es obligado a creer. La virtud teologal de la fe, significa una doble adhesión. Adhesión personal a Dios que se ha revelado. Y a la vez, asentimiento a toda la verdad que Dios ha revelado (Cfr CIC 150). Lo que implica la firme distinción entre la fe teologal y las creencias que una persona pueda tener (Cfr DI 7).
(CIC) Catecismo de la Iglesia Católica.
(DI) Congregación para la Doctrina de la Fe: Declaración Dominus Iesus.