Informes elaborados por la CEPAL, sostienen que América Latina y el Caribe se mantiene como la región más desigual en lo que se refiere a la distribución del ingreso en todo el mundo; la degradación ambiental relacionada con muchas actividades económicas en las que se basa el crecimiento económico sigue siendo muy alta; y más de 184 millones de personas, de las cuales 111 millones viven en ciudades, continúan siendo pobres. Si esto no se modifica y no se integra la reducción del riesgo de desastres a las políticas de desarrollo, el riesgo de desastres seguirá aumentando y el impacto de los desastres será cada vez mayor. Y eso tiene un impacto directo en la pobreza y en las capacidades de alcanzar un desarrollo sostenible.
El crecimiento de las ciudades conlleva un creciente número de infraestructuras, aún por construir. Los gobiernos nacionales y locales juegan un rol estratégico y serán los responsables de estas inversiones que permitirán un desarrollo social, ambiental y económicamente sostenible. El desarrollo urbano sostenible, informado por el riesgo, permitirá que los gobiernos locales comprendan el riesgo, respondan de una manera adecuada a las crisis, puedan hacer frente a los impactos y las tensiones, y se recuperen.
Regionalmente, también se ha visto un avance importante en la comprensión de la naturaleza sistémica de los riesgos. La pandemia de Covid-19 ha servido como un recordatorio de las dimensiones que tiene el efecto cascada de los riesgos. Y en este sentido, falta profundizar más en esta comprensión. Ciertamente hubo avances, pero todavía se necesita fortalecer este entendimiento si queremos alcanzar una verdadera sociedad resiliente sin dejar a nadie atrás.
Si bien durante las dos últimas décadas se puede observar un avance sostenido en la construcción de una política pública en torno al riesgo, el ritmo de las reformas, las inversiones y las asignaciones presupuestarias continúa sin corresponderse.
Riesgos globales, respuestas locales
Es de suma importancia, incorporar el enfoque integral de gestión de riesgos de desastres para repensar las políticas públicas y diseñar estrategias orientadas a construir resiliencia a partir de situaciones adversas, que atiendan las vulnerabilidades sociales y la exposición de la población ante las mismas. También resulta central resignificar el rol de la comunicación pública en el proceso de gestión de riesgos, ya que adquiere características específicas: tanto en relación al manejo de información para la toma de decisiones como en cuanto a la generación de procesos sociales de construcción social y cultural de sentido sobre lo que pasa, que atiendan las diferentes percepciones del riesgo que existen en los grupos sociales.
Lo expresado anteriormente se relaciona sobre la percepción del riesgo que esa comunidad tenga con relación al espacio que habita. Para ello, deberá contar con la suficiente información en materia de prevención de riesgos de desastres, que le permita tomar conciencia acerca de las amenazas, peligros y exposición frente a desastres -naturales, ambientales y para la salud humana. Para ello, se requiere de una suma de esfuerzos multi sectoriales orientados a identificar colectivamente las amenazas, para así disminuir la exposición ante estas en un escenario de menor vulnerabilidad.
Sucesos tan disímiles como inundaciones, sequías, incendios forestales o pandemias, presentan un denominador común: todos ellos amenazan la calidad de vida en las ciudades. A estos riesgos se suman el crecimiento sostenido de la población urbana, el consumo excesivo de suelo y de recursos naturales, la pobreza crónica, la desigualdad territorial y las olas de calor, entre otros efectos del cambio climático.
Santa Fe y el fortalecimiento de la resiliencia urbana
Las inundaciones del 2003 y 2007 marcaron un antes y un después en cuanto a incorporar en la agenda pública la temática de la gestión del riesgo de desastres. Las administraciones municipales a partir del 2008 hicieron foco en estos ámbitos logrando avances significativos.
En la última década, la ciudad de Santa Fe fue disminuyendo de a poco su exposición a las inundaciones, que muestran mejoras frente a las vulnerabilidades sociales. Estos avances son el resultado de cambios fundamentales en el marco administrativo e institucional de la ciudad hacia la reducción del riesgo de desastres. Lo que demuestra que las ciudades mediante la planificación y el desarrollo urbano ordenado, sumado a la implementación de correctas prácticas urbanas pueden lograr cambios positivos ante las vulnerabilidades y la exposición a los riesgos. Para desempeñar un papel fundamental para los objetivos globales de mayor sostenibilidad y resiliencia. Esta orientación en la forma de gestionar los riesgos, recibió un reconocimiento amplio y positivo en distintos foros nacionales e internacionales.
Sin embargo, a ese riesgo hídrico inicial, hoy se suman otros eventos como sequías, incendios en la zona de islas, la deforestación y explotación intensiva de la tierra y fuertes bajantes en los niveles de agua de nuestros ríos; que exigen sostener y fortalecer ese enfoque que integra al conjunto del sistema urbano, creando y comprendiendo las fortalezas y vulnerabilidades sociales, ecológicas, económicas y de infraestructura. A fin de demostrar que se aprende de los desastres, que los riesgos se pueden reducir, y que los reconocimientos y premios recibidos no fueron porque sí, sino que se han sabido capitalizar en materia de resiliencia urbana.
Recomendaciones para los próximos 50 años
En cada ciudad hay una configuración diferente de dificultades y desafíos, pero también del entorno construido, actores y capacidades. En gran medida, la forma en que se vive en esas ciudades dependerá de cómo los gobiernos locales aprovechan al máximo sus activos y elaboran planes de gobierno alrededor de estos elementos.
A tales efectos, se proponen ideas, herramientas y recursos que permiten informar y robustecer el proceso de toma de decisiones:
Elaboración de Mapas de Riesgo que dimensionen e identifiquen la distribución espacial de las amenazas de manera de comprender visualmente, a quienes afecta, cuáles son los riesgos asociados para informar acerca del curso a seguir.
Sistemas de emergencia temprana (desarrollo de sistemas de alerta de peligros múltiples que proporcionan información oportuna, a gran escala controlados y regulados).
Elaboración de Planes: de Emergencia (de carácter operativo, se enfoca en el accionar durante la fase de emergencia del desastre, organizando quién hace qué durante un momento crítico); de Reducción de Riesgos (funciona como instrumento que, en base a un diagnóstico y en coherencia con instrumentos de planificación y gestión local, traza los lineamientos futuros para reducir la vulnerabilidad de forma sistemática, y opera tanto en el corto como en el mediano y largo plazo); de Acción Climática (elabora estrategias transversales para reducir las emisiones de efecto invernadero y afrontar mejor los efectos del cambio climático).
La regulación de la comunicación de gobierno excepcional (no permitiendo aquello que no sea un recurso de dimensión pedagógica de la comunicación).
Evaluación y revisión de la actuación de los gobiernos ante situaciones de desastre (obligación de informar y de rendir cuentas ante petición pública).
Profundización del proceso de institucionalización del riesgo (mayor énfasis en la gestión de reducción del riesgo de desastres).
Concientización pública y en sociedad (autorregulación colectiva en la adopción de medidas de seguridad y cuidado).
Conveniencia y celeridad en la constitución de nuevas conciencias (conciencia ambiental, conciencia social y menor consumismo).
Fomentar desde los estudios iniciales hasta en los superiores la incorporación de contenidos transversales vinculados a la temática del riesgo en los planes de estudio, a través de actividades de concientización mediante talleres, y el desarrollo de líneas de investigación vinculadas a la gestión del riesgo (innovación-perspectivas generales).
Aumentar la resiliencia de las personas, sus comunidades y medios de vida (invitar a la participación, cambiar hábitos, atraer la atención para apoyar acciones de incidencia).
Consideraciones finales
Dentro de ese marco, la comunicación de riesgo en situaciones de crisis es una pieza fundamental de la Gestión de Riesgos de Desastres (GRD). En ésta no solo se juega la posibilidad de comunicar información y construir mensajes que propicien conductas protectoras, sino también generar confianzas colectivas y una sensación de cohesión.
Para ello, resulta indispensable comprender que la política comunicativa de la gestión del riesgo, no sólo articula los medios, los mensajes y los actores involucrados, sino que resulta una herramienta indispensable de transmisión de significado y de intercambio de opiniones y valores para originar cambios de comportamiento.
La comunicación del riesgo es una de las formas de crear capacidades frente a los riesgos. Además, la comunicación del riesgo es una política pública que debe ser gestionada con múltiples actores y es transversal a todos los sectores del desarrollo en las diversas etapas de la gestión de riesgos.
Asimismo, la comunicación de riesgo debe propender a prevenir, concientizar, modificar hábitos o comportamientos. Comunicar el riesgo implica concebir que los recursos y sus efectos deben intentar reducir la atención –y desviación– hacia temas menos importantes, y deben ser transversales, estables y constantes. Asimismo, es de vital importancia entender que la comunicación del riesgo trabaja sobre acciones integradas (políticas, estrategias, instrumentos y medidas) destinadas a reducir la vulnerabilidad, sea en modo de preparación o en modo de post impacto
Los desastres citados, interpelan y ponen a prueba la robustez de la gobernanza global. Es que sus efectos adversos hacen necesarios esfuerzos para entre otras acciones, prevenirlos y atender las consecuencias, destinar recursos presupuestarios adicionales con objeto de mejorar la capacidad de adaptación y luego adaptarse, revisar la organización de los Estados para asegurar la calidad, oportunidad y persistencia de las intervenciones y desarrollar criterios y prioridades para ordenarlas.
Los modelos de GRD han cambiado al ritmo de las nuevas formas de entender el desastre y su ciclo. Los modelos han pasado de comprender los desastres como un evento extremo localizado en el espacio y en el tiempo (con foco en la emergencia, las operaciones de respuesta logística, humanitaria e infraestructural al evento inmediato) al reconocimiento de la vulnerabilidad, la resiliencia y las condiciones subyacentes como los principales factores para explicar tanto las causas de los desastres como su prevención y mitigación.
La práctica de la GRD muestra la importancia fundamental de involucrar a las comunidades en los procesos de prevención, mitigación, preparación, respuesta de emergencia, rehabilitación y reconstrucción. Es justamente a nivel local donde están los beneficiarios finales de las políticas públicas, y es en ese nivel donde se experimenta tangiblemente el desastre.
(*) Investigador doctoral en Comunicación de Riesgo en la Universidad Rovira i Virgili (URV), Programa de Doctorado en Antropología y Comunicación (DAC). Director Especialización en Comunicación Corporativa e Institucional en la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU). Director Centro Regional Santa Fe de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU).
Para participar
El Litoral publicará cada domingo la opinión de los ciudadanos que quieran participar de la convocatoria a pensar los desafíos que tiene la ciudad de Santa Fe camino a cumplir los 500 años, de su fundación, en 2073. Para hacer llegar sus aportes, pueden ingresar al especial desde sus celulares, escaneando el código QR que dejamos aquí y completando el formulario que allí se presenta.