Por Luis María Calvo (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Luis María Calvo (*)
La Santa Fe de Garay, fundada en 1573, se trasladó a su nueva localización hacia 1660. A principios del siglo XX las evidencias materiales visibles habían desaparecido, por efecto de la acción de los agentes atmosféricos y el cultivo de las chacras, y la erosión provocada por el río San Javier se había llevado una tercera parte de la traza original.
En los primeros años del siglo XX, el director de escuela Faustino San Juan organizó una excursión escolar para rendir homenaje a los fundadores de Santa Fe en las cercanías del pueblo de Cayastá. Y, según recordaba Agustín Zapata Gollán, en esa oportunidad "pronunció una conferencia histórica (…) mostrando a los niños de una manera bien práctica, lo que significaban aquellas lomas en un terreno tan llano como el de nuestra provincia y lo que significaban aquellas tejas y aquellos ladrillos mal cocidos".
Con los derrumbes de los edificios, junto a la barranca del río se había formado una loma. En esa loma, en 1923, el gobernador Enrique Mosca mandó construir un pilar de mampostería, que sería conocido como "El monolito", donde se colocó una placa de bronce en homenaje a Juan de Garay y en conmemoración del "milagro" de la Virgen ocurrido en 1636. En el mismo monolito, el gobernador Manuel M. de Iriondo colocó una segunda placa en 1939.
En efecto, el sitio era el señalado como el de la primera Santa Fe por la tradición oral y por los periódicos hallazgos casuales de monedas y fragmentos de cerámica y mayólica que se rescataban cuando los colonos de Cayastá araban sus chacras. También los documentos históricos indicaban que allí había tenido su asiento la primitiva ciudad y habían sido utilizados por Manuel M. Cervera en su "Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe".
La ley provincial 3361/48 dispuso que el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales realizara excavaciones en la zona de la actual Cayastá, "que se conocía por tradición como asiento de la ciudad abandonada". Hacía ocho años que Zapata Gollán era director del Departamento y fue uno de los impulsores de la ley, cuyo proyecto fue presentado por el senador Armando Antille.
Las excavaciones comenzaron en julio de 1949, en la loma sobre la que se levantaba el monolito, dejando al descubierto restos de tapia y algunos esqueletos, lo que permitió suponer que correspondían a la antigua iglesia de San Francisco. Para terminar de excavar la estructura de la iglesia, fue necesario demoler el monolito, pero las placas de Mosca e Iriondo se conservaron y más tarde se colocaron a la entrada del sitio.
Mientras continuaba con sus excavaciones, Zapata Gollán iba informando al Ministerio de Justicia y Educación los avances alcanzados; pero la primera noticia de prensa se publicó recién a finales de agosto en el diario católico "La Mañana". La noticia se refería a las excavaciones y la visita realizada por el miembro de la Academia Nacional de la Historia, Raúl Molina, el presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos, monseñor Nicolás Fasolino, y otros miembros de la misma junta.
Dos meses más tarde, el 4 de noviembre de 1949, Zapata Gollán dirigió una nota al ministro de Justicia y Educación de la provincia en la que confirmaba el resultado de las excavaciones, "asegurando que había descubierto las ruinas del templo franciscano". Para identificar la estructura excavada, Zapata Gollán tuvo en cuenta las dimensiones del recinto y el modo en que estaban enterrados los restos humanos, observando su posición decúbito dorsal y los brazos cruzados sobre el pecho; además de que junto a algunos de ellos se encontraron pequeñas cruces y cuentas de rosarios.
Mientras continuaba las excavaciones en el entorno de la iglesia de San Francisco, comenzaron a aparecer algunas publicaciones que sostenían que las ruinas descubiertas no correspondían a Santa Fe la Vieja. Urgido por la necesidad de demostrar que sí lo eran, Zapata Gollán cambió su plan de trabajo y extendió las excavaciones para localizar las iglesias de Santo Domingo y La Merced.
En efecto, la ampliación de las excavaciones a escala urbana permitió contrastar el sitio arqueológico con la ciudad trasladada, teniendo en cuenta, tal como lo sabía Zapata Gollan, que la ciudad nueva había conservado no solo la misma traza sino también ubicación y distribución de las iglesias, el cabildo y los solares adjudicados a los vecinos.
Ante estos avances, el 31 de mayo de 1952, la Academia Nacional de la Historia aprobó el informe presentado por una comisión especial formada por Guillermo Furlong y Raúl A. Molina, que avalaba la autenticidad de los hallazgos y su identificación como Santa Fe la Vieja. Con anterioridad, en septiembre de 1951 la Sociedad Argentina de Antropología había aprobado el dictamen fundamentado por Salvador Canals Frau afirmando que las ruinas excavadas en Cayastá eran las de una ciudad del período hispánico y no las de una reducción; y considerando que en esa zona no había habido otra ciudad de españoles más que Santa Fe, concluía que las ruinas correspondían a ella.
En su obra escrita Zapata Gollan se refirió en pocas oportunidades a sus excavaciones en Santa Fe la Vieja. Lo hizo tan sólo en 1951 en "Las excavaciones realizadas en Cayastá", en 1953 en "Las ruinas de Santa Fe la Vieja" y en 1971 en "La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata".
En cambio, a partir de 1949 su producción historiográfica se centró preferentemente en temas relacionados con Santa Fe la Vieja y la vida de sus pobladores en los siglos XVI y XVII. Algunos de estos trabajos están relacionados con la cultura material a partir de piezas recuperadas en las excavaciones, que testimonian distintos aspectos de la vida de la ciudad en el siglo XVII. En ese sentido, Zapata Gollán fue un precursor de los estudios de vida cotidiana y de los imaginarios colectivos.
Para preservar el sitio como fuente para la investigación arqueológica y como espacio para usos apropiados a su potencial cultural, Zapata Gollan se ocupó de obtener la declaración de utilidad pública afectada a expropiación del sitio por Ley Provincial 3967/50 y por su iniciativa fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1957.
La propiedad pública del sitio le permitió continuar con las excavaciones, proteger su materialidad y marcar en el terreno el trazado de las calles, referenciando así la localización urbana de cada una de las estructuras arqueológicas. La fragilidad del sitio y de las estructuras de tapia fue, desde un principio, uno de los desafíos más importantes para la conservación de Santa Fe la Vieja, debido a la acción erosiva del río San Javier, que amenazaba su integridad, y a la vulnerabilidad de la tierra cruda de los muros que se desintegra por acción de los agentes naturales. El tercer gran desafío lo representaron los restos óseos de los vecinos enterrados en las iglesias.
Las acciones de conservación siempre tuvieron en cuenta también la accesibilidad de visitantes. En ese sentido, como en otros, Zapata Gollán fue un pionero y abrió caminos cuando todavía no había experiencias similares en la Argentina y recién comenzaban a desarrollarse en otras partes del mundo. Continuando con su legado, el sitio de Santa Fe la Vieja se ha convertido en uno de los pocos parques arqueológicos que dan testimonio de los primeros tiempos de las ciudades hispanoamericanas.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos.