Santafesinos en los congresos contra el racismo y el antisemitismo, años 1938 y 1939 (Parte IX)
Nuestra Historia.
Para tener en cuenta. Biografía de interés sobre este tema, de los autores Senkman y Sosnowski. Detalle de la portada.
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Antes de retomar nuestro eje temático, es importante recordar sobre la ciudad de Santa Fe, en la década de 1930, una información sugestiva pero de sumo interés para los propósitos del presente trabajo: más del 94% de los habitantes eran católicos y casi el 10% extranjeros. Por otra parte, un dato interesante de las gestiones municipales de aquel tiempo es que buscaron legitimarse a través de una vasta obra pública (plazas, escuelas, centros de salud) y de permisos de obras privadas (casas uni y plurifamiliares, consorcios, comercios), ubicados todos dentro de lo que hoy denominaríamos como el "macrocentro", es decir un espacio delimitado por las avenidas Freyre y General López, los bulevares Pellegrini y Gálvez, y el río.
Biografía de interés sobre este tema, de los autores Senkman y Sosnowski. Gentileza
Recién hacia 1940, luego de la pavimentación de las avenidas López y Planes, Facundo Zuviría y Aristóbulo del Valle comenzaron las obras de realización de veredas, lo cual nos da pistas de cómo era la capital provincial entonces. Son obras de urbanización que dan cuenta que recién por esos días la ciudad se expandía hacia el norte y el noroeste, ordenándose con la demarcación de calles y manzanas en los barrios Roma, Candioti, Sargento Cabral y poco a poco María Selva, Barranquitas y Guadalupe, así como con la transformación del Hospital Iturraspe en Policlínico Municipal. O bien a través de la instalación de establecimientos industriales: alimenticios (molinos, cervecerías, lácteos), metalúrgicos, carpinterías y otros.
Pero volvamos a la sustancial presencia de la Iglesia Católica. Primero –quizás tímidamente- con el obispo José María Gelabert, pero luego de modo orgánico con Juan Agustín Boneo, se apuntó a su inserción en los nuevos escenarios surgidos como resultado de la colonización agrícola, la inmigración masiva, la implantación de un modelo liberal positivista y el surgimiento de la llamada "cuestión social". Así fue ganando espacios en el campo de la cultura y del ámbito obrero, donde se imponían los conceptos del laicismo y de la lucha de clases, desde el socialismo y el anarquismo respectivamente.
Precisamente, con el objetivo de ganar la ciudad no solo territorialmente, sino en los ámbitos en los cuales se cuestionaba el mensaje eclesial, el cultural educativo y el social, se crearon numerosas parroquias y capillas en los nuevos barrios que iban surgiendo, promoviéndose en consecuencia la organización de Círculos de Obreros y de la Obra de los Barrios.
El de esos tiempos era un catolicismo integrista, activo, militante y dinámico, capaz de movilizar amplios sectores sociales a la calle en procesiones, peregrinaciones, romerías, actos, atrios y la prensa, además de ejercer una gran influencia sobre la población en general, encarnado en las figuras del cardenal Nicolás Fasolino y el presbítero Alfonso Durán. Su activismo y despliegue en y por todos los medios posibles era una labor no solo de prédica religiosa, sino también de concientización política acerca de los valores de la tradición católica e hispanista, que por entonces tenía una concepción cerrada y reaccionaria.
En ese sentido las fotos Manuel de Iriondo y otros altos funcionarios –todos ellos componentes del patriciado local- junto a Fasolino durante el Congreso Eucarístico Diocesano de 1933 realizado en Rosario, así como otros eventos oficiales y eclesiásticos fueron repetidas y frecuentes que a través de los diarios impregnaron una y otra vez las retinas de los lectores y calaron profundamente en las conciencias santafesinas. Es importante señalar la significación de ese Congreso; no solo posibilitó una movilización de masa de la grey católica, sino que puede considerarse como una bisagra fundamental en las relaciones entre la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, en la que se selló una alianza que perdura hasta nuestros días, que se expresó en nuevos enfoques hacia los sectores subalternos para ejercer un fuerte control social (trabajadores, mujeres), que terminó manifestándose en la década posterior.
En el plano ideológico, político y cultural, por ejemplo, en septiembre de 1938 una serie de panfletos y volantes anónimos se dedicaban a difamar la memoria de Domingo Faustino Sarmiento, lo que ocasionó la realización de un mitin de desagravio organizado por un grupo de estudiantes. No era un fenómeno exclusivamente santafesino ni nuevo. Durante el quincuagésimo aniversario de la muerte de Sarmiento, se agudizaron las luchas ideológicas en el marco de un proceso iniciado varios años antes, con la revisión de las figuras de la historia liberal.
Desde el contexto político-institucional se está frente a un período de una suerte de "restauración conservadora", ya que en 1935, el gobierno del general Agustín Pedro Justo –sucesor del golpista José Félix Uriburu-, interviene la provincia que era gobernada por Luciano Molinas, representante del Partido Demócrata Progresista, quien estaba tomando una serie de medidas de corte progresistas, laicas y democráticas. Queda claro que el solo hecho de ser "progresista" no implicaba que sea popular, ya que contaba con el férreo antagonismo de la oposición radical antipersonalista, que intentó siempre un obstruccionismo destinado a lograr la intervención nacional, así como de la Iglesia Católica, ambas corrientes conservadoras.
Como expresión del racismo, el antisemitismo –abierto o larvado, encubierto de la forma que fuera- es repugnante y absolutamente repudiable, así como cualesquiera otras formas de discriminación: homofobia, xenofobia, aporofobia, apartheid, misoginia y demás. Con el objeto de combatir esta lacra, rémora de un pasado funesto que creíamos haber superado, va este pequeño muestrario de la persistencia en nuestra sociedad de un verdadero veneno que atraviesa nuestras vidas cotidianas. La década del 30 fue fértil en desparramar una literatura panfletaria antisemita, copiada y difundida con amplitud, manipulada para fogonear una militancia ultramontana con base en la prédica de unos dos mil años.
En Santa Fe, que no quedó exenta de toda esta situación, existieron también algunas expresiones extremas de esas concepciones racistas, intolerantes y xenófobas. Diarios, revistas, libros, programas de radio, organizaciones socio-políticas eran sus voceros. Se trataba de una concepción que partía de varios supuestos "históricos" con los que perfilaban y caracterizaban a la comunidad judía y a sus miembros: a) Anticapitalismo burdo: el judío representa el dinero, la avaricia y la usura, es el típico mercader inescrupuloso; b) Antisocialismo: el judío es portador del "virus revolucionario" del comunismo; c) Antinacional y antipatriótico: es "el judío errante", apátrida, cosmopolita; d) El judío es deicida, anticristiano, amoral, descatolicizador, demoledor de tradiciones y costumbres cristianas. Toda una pornografía conceptual.
Como era lógico, por aquellos días del periodo de entreguerras, proliferaban las denuncias de supuestos complots marxistas, maximalistas, sovietizantes y judaicos recorriendo transversalmente los periódicos y las revistas católicas y nacionalistas. También, posteriormente, durante la década peronista 1945-1955 y luego, con tintes cada vez más sombríos, en las décadas de 1960 y 1970. El periódico El Pampero, por ejemplo, en su edición del 26 de julio de 1943, se jactaba -como todas las publicaciones antisemitas- de que todos los nombramientos públicos de judíos realizados por el ex gobernador de la provincia de Santa Fe, Joaquín Argonz, hubieran quedado sin efecto:
"El 4 de junio es una fecha que por muchos años no podremos olvidar los argentinos... ni tampoco los judíos. Para atrás de ese día, todo se hacía, todo se legislaba, todo se interpretaba a favor de la mugrienta gentuza de los guetos y las sinagogas. En tanto que, felizmente, todo parece indicar que, desde esa histórica fecha en adelante, todo se hará, legislará e interpretará en favor de los argentinos. ¿Responsables? Los políticos vendidos a la extranjería, los Judas de nuestra nacionalidad".
¿Sirve de muestra para entender lo que pasaba? El párrafo anterior puede leerse en la página 2 de la citada edición de El Pampero, según lo publicado en la obra "El 4 de junio y los judíos", de Leonardo Senkman (Nuestra Memoria, año XVI, Nº 33, año 2010). La mención de Senkman no es menor (*), ya que este escritor argentino israelí cuenta con varias obras sobre esta temática, entre ellas "Fascismo y nazismo en las letras argentinas" (Editorial Lumiere), junto a Saúl Sosnowski.
(*) Leonardo Senkman es un reconocido intelectual e historiador nacido en Paraná y radicado en Israel, donde ejerce como docente de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Entre sus trabajos cabe citar, entre otros, "Encuentros culturales de judíos, paganos, cristianos y musulmanes", "Ensayos sobre cábala y misticismo" (ambos publicados por Ediciones Lilmod) y "César Tiempo. Los arrabales de un judío errante" (Leviatán).
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