Nos escribe Leandro (Casilda, 35 años): "Hola Luciano. ¿Cómo estás? Te escribo para contarte que estoy estudiando Psicología y leo muchas veces artículos que dicen que ya no hay pacientes como los de Freud. Entonces… ¿por qué lo seguimos leyendo? ¿Cuál es el cambio más grande que hubo en los pacientes? ¿En qué consiste un proceso terapéutico? Sé que son muchas preguntas, pero lo que puedas responderme bienvenido".
Querido Leandro, gracias por tu mensaje. Sí que son muchas preguntas, muy diferentes entre sí, pero te voy a ir respondiendo por partes, de modo más ilustrativo que directo. Voy a empezar por la segunda pregunta. Hasta hace un tiempo, había una secuencia narrativa que usaban muchas películas: alguien quería algo, se encontraba con dificultades y lo dejaba; durante un tiempo, sentía alivio, incluso se convencía de que lo mejor había sido renunciar a ese deseo; pero después este se hacía sentir, producía todo tipo de sufrimientos y, finalmente, se imponía.
Esta secuencia narrativa es típicamente moderna. Requiere la experiencia de la neurosis, que articula la represión y los efectos de esa renuncia. Lo interesante es el periodo de bienestar, de "salud aparente" -como la llamaba Sigmund Freud-, en que se vive durante un periodo. Es lo que les ocurre a las personas que toman una decisión por miedo: hoy ponen un cerrojo, mañana una cámara, pasado electrifican. Elegir la seguridad no dura.
El punto es que cada vez hay menos películas e historias de ficción con esta narrativa. Me acuerdo de una novela que decía: "Durante un mes cada uno vivió en el mundo como si no se hubieran conocido". Sintieron el alivio, porque sabían que ese encuentro les cambiaba la vida, pero después no les quedó más remedio que reencontrarse. Esta es la tragedia del deseo en la neurosis, que en nada se parece a la tragedia clásica, la de los griegos, porque para estos no existe ese falso alivio que caracteriza al hombre moderno, que por estar "tranquilo" o "seguro" es capaz de arruinarse la vida, porque prefiere la vida arruinada a jugársela.
Hasta en el final de "Cuando Harry conoció a Sally", Harry corre a buscar a Sally. Pero la secuencia narrativa de la neurosis existe cada vez menos. En las películas y en las personas. La salud aparente es la nueva enfermedad, inquebrantable. Freud creía en la renuncia al deseo, pero no se imaginó nunca que fuera posible directamente rechazarlo.
Voy a tratar de explicar lo mismo con otra situación, la de un amigo que me contó que lo echaron de un trabajo después de un error que cometió. Era un trabajo que quería mucho; además no sabe cómo fue que cometió ese error, del que se arrepiente. Me interesa la respuesta que le dio su jefe: "Pensé en dejarla pasar, pero si lo hago le quito valor a lo que hacemos. No importa que no haya pasado nada malo, espero que no pienses que soy demasiado severo. El punto es que vos ya no estás en etapa de aprendizaje -no podés decirme 'Estoy aprendiendo'- y yo te contraté como profesional. Me duele mucho tomar esta decisión, pero si hago la vista gorda no te hago un favor; si no actúo, te puede volver a pasar y si te volviese a pasar sería mi culpa".
Mi amigo estuvo triste y después agradecido. Con ese jefe se hicieron un poco cercanos después de esa situación. Durante un tiempo, mi amigo se reprochó haber cometido ese error, se preguntó cómo pudo haberlo hecho; pero después entendió que esa pregunta no tenía respuesta. Que ese error le sirvió para ya no ser la persona que cometió ese error. En definitiva, mi amigo tuvo lo que en sentido estricto se llama una experiencia. Y en esa experiencia fue fundamental encontrarse con alguien que le dijese que no. Esta es una linda anécdota para pensar cómo esa negativa no siempre es privativa, sino que también da mucho.
Lamentablemente esta es una situación de otro tiempo; en nuestra época todo se resuelve zafando. Quien tiene que decir que no, busca zafar de ese engorro. Y quien tiene que recibir ese no, le cuesta aceptarlo, pide otra oportunidad, alega que no sabía, que es joven, etc. Recuerdo una situación de examen en la que, ante un alumno que no estaba para aprobar, dado que ahora hay que desarrollar extensamente los motivos del aplazo, para que no sea interpretado como injusto o caprichoso, me dijo: "Todo bien profe, igual casi no había estudiado".
Ahora pasemos a la tercera pregunta. Hace unos días un amigo me contaba que estuvo muy enojado con una situación con su jefe y que, por eso, decidió cambiar de trabajo. Entonces hizo todo el proceso de admisión con otro empleador, hasta que finalmente le ofrecieron el puesto, pero entonces se dio cuenta de que no quería dar ese paso y declinó la oferta. Así fue que advirtió que puede quedarse en el trabajo de siempre, no solo sin la fantasía de que lo echen, sino también sin la necesidad de actuar una pasión hostil (de la que la fantasía es expresión).
Podría decirse que a través de un artificio pudo descubrir un límite interno a su impulso, que se pudo representar y, por lo tanto, actuándolo, que lo cuidara de una actuación (que en psicoterapia llamamos acting out). Dicho de otra forma, descubrió que, haciéndolo, ya no necesitaba hacerlo y por eso no lo hizo. Este es el tiempo del acto psíquico, cuya contracara penosa es la de quien lo hace y se arrepiente cuando ya no puede volver atrás.
Ese tiempo del acto está reflejado en esa frase de Thomas Mann que tanto me gusta y que dice, a propósito de Moisés: "Supo que, si matar era hermoso, haber matado era terrible, y por eso matar debía estar prohibido". Esa secuencia también me recuerda ese pasaje de "En busca del tiempo perdido" en que el narrador pasa de ver con fascinación a la Berma, condicionado por la idea que tenía de la cantante, a verla con decepción, sin el frenesí que su deseo le imponía, para entonces recién admirarla y valorarla en su singularidad y disfrutarla.
Estos tres tiempos del acto son lo que en psicoanálisis se llama "proceso psíquico" y es el objetivo fundamental de un tratamiento. Ahora, para terminar, pasemos a la primera pregunta: ¿por qué seguir leyendo a Freud? Si lo pensás bien, querido Leandro, en la respuesta a las dos anteriores ya está incluida la respuesta a esta tercera. Así que te la dejo a vos.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com
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