En el contexto de las reformas educativas globales, la propuesta de implementar aranceles para estudiantes extranjeros debe leerse sin intencionalidades políticas y con un enfoque pragmático sobre qué modelo es el más justo para el uso del dinero de los contribuyentes. El objetivo actual apunta a equilibrar la carga impositiva entre los beneficiarios directos del sistema educativo y el Estado, asegurando una distribución más equitativa de los recursos y promoviendo la sostenibilidad a largo plazo de las instituciones académicas. Argentina enfrenta el desafío de financiar una educación superior de calidad en un escenario de restricciones presupuestarias crecientes.
En dicho contexto, la introducción de aranceles para estudiantes extranjeros permitiría que las universidades no solo mantengan sino que también expandan su oferta académica sin depender excesivamente de los fondos estatales. En los últimos dieciocho años, la cifra de extranjeros se cuadruplicó. Según las últimas estadísticas, de 2021, se contabilizan casi 118.000 estudiantes extranjeros en universidades argentinas sobre un alumnado total de casi 2.800.000. Esto representa alrededor del 4% del total. Pero en el caso de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ese número crece y llega hasta el 9,5%.
Es sabido que el gobierno encuentra en la privatización una oportunidad para alinear las universidades con las necesidades del mercado laboral global, aumentando así su competitividad y relevancia. Como señaló Alejandro Álvarez, Subsecretario de Políticas Universitarias, esta medida garantiza que quienes se benefician directamente de los recursos educativos contribuyan a su financiación. Este principio refleja la filosofía de que la educación, aunque esencial, incurre en costos que deben ser reconocidos y compartidos equitativamente.
Estudios sobre la privatización de la educación superior, como el de Tania Gupta en "The Marketization of Higher Education", indican que la privatización conduce a una mayor eficiencia y responsabilidad dentro de las universidades. Las instituciones en un mercado educativo competitivo se ven motivadas a mejorar sus servicios y alinear sus programas con las demandas del mercado laboral (Gupta, 2018). Además, la literatura económica respalda ampliamente el concepto de que los aranceles y la privatización parcial pueden jugar un rol crucial en el aumento de la autonomía financiera y la innovación dentro de las instituciones educativas.
La cita de Milton Friedman, "la educación no es gratuita; si no se paga con dinero, se paga de otra manera", encapsula la necesidad de reconocer y gestionar los costos reales de la educación (Friedman, 1982). Este enfoque no solo promueve la justicia y la eficiencia sino que también subraya la importancia de considerar la educación como una inversión tanto personal como nacional.
La implementación de aranceles a estudiantes extranjeros podría aportar una mayor sostenibilidad financiera, incluso asegurando fondos para la mejora continua de la infraestructura y de programas académicos; una mayor calidad educativa, incentivando a las universidades a elevar sus estándares para atraer a estudiantes internacionales dispuestos a pagar; y también un valor de acceso y equidad, ya que los fondos obtenidos pueden ser utilizados para financiar becas y programas de apoyo, asegurando que los estudiantes locales de bajos recursos también tengan acceso a oportunidades educativas de alta calidad.
Se trata de un enfoque proactivo que garantizaría que aquellos que se benefician directamente de nuestra educación superior contribuyan justamente a su financiación. No se trata solo de obtener recursos; es una estrategia para incentivar la excelencia académica y atraer talento global, lo que a su vez eleva el prestigio y la calidad de la educación que ofrece el país. Además, los fondos recaudados por estos aranceles se reinvertirán para beneficiar a todos los estudiantes, financiando becas y apoyos que aseguren la accesibilidad a una educación de primer nivel para estudiantes locales en condiciones de vulnerabilidad.
Esta política no es solo una medida económica, es una inversión en el futuro de la educación y una declaración de los valores como sociedad que busca la equidad y la excelencia educativa.
(*) Fundación Internacional Bases.
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