Lunes 16.12.2024
/Última actualización 22:03
Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Celebramos ya el Tercer Domingo de Adviento y poco a poco nos vamos preparando para vivir solemnemente las Fiestas Navideñas, recordando el nacimiento histórico de Jesús. Hace unos días contemplábamos la figura de Juan Bautista, que predicaba en el desierto diciendo: "Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas". Se trata de un mensaje maravilloso, de una verdadera estrategia para hacer una transformación a nivel individual, social y comunitario.
Los montes, las colinas que hay que aplanar hacen referencia a la ambición, el orgullo, la soberbia, la corrupción, el egoísmo y la avaricia que se encuentran en cada ser humano. Todas estas cosas producen mucho mal e impiden que seamos personas ricas en humanidad. Por otro lado, los valles que hay que rellenar hacen referencia a las realidades que deben ser potenciadas, sobre todo el amor, la solidaridad, la comprensión, la fraternidad, la justicia y la verdad. Cuando se cumplan estas dos condiciones, entonces -tal como lo dice la Biblia- aparecerá la Gloria de Dios, una sociedad más justa y fraterna.
La gente, viendo la prédica y el ejemplo de Juan Bautista, quedó profundamente impactada y entusiasmada. Veían en él a un mensajero de Dios, una propuesta distinta. Y es así porque hay momentos en los cuales la gente quiere escuchar algo nuevo, está cansada de tantos discursos trillados de nuestros líderes, de tantos engaños, de tantos fraudes y mentiras, año tras año lo mismo. Acaso… ¿No nos pasó esto a nosotros el año pasado cuando elegimos nuevo gobierno?
Juan el Bautista era un profeta según el corazón de Dios, anunciaba la llegada del Mesías, pero también denunciaba lo que debería ser cambiado. Era un enviado de Dios y un hombre enamorado de la verdad. Y bien sabemos que decir la verdad, por ejemplo: cuestionar al gobierno de turno, reclamar hasta a las mismas autoridades religiosas mayor compromiso, compromete y produce inconvenientes. Por eso Juan el Bautista no ha sido galardonado por su trayectoria con el Premio Nobel. Todo lo contrario, las autoridades de aquel entonces lo llamaron al silencio, lo enviaron a la cárcel y terminó decapitado.
La presencia misma de Juan molestaba, molestaba incluso estando en la cárcel. Siempre se repite la misma historia. Quien molesta, o a quien estorba, se lo elimina o se lo mata. ¿Qué debemos hacer? Le preguntaba la gente a Juan en su tiempo. Y Juan respondía diciendo: "El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo".
La primera actitud básica y fundamental es compartir, es la solidaridad. Hemos globalizado ya la economía, lo mismo debemos hacer con la solidaridad. Me viene a la memoria una lámina con un mensaje profundo de un niño que lleva a otro sobre sus espaldas, en plena tormenta. A pesar de esto tiene una sonrisa en los labios, aunque su expresión es de cansancio. Abajo de la imagen hay una bella leyenda: "No me pesa, es mi hermano". Que importante es reconocer que el otro es mi hermano y quererlo como hermano.
En segundo lugar, Juan señala a todos: "No exijan más de lo debido. No hagan extorsión a nadie", como pidiendo que la policía sea recta; que los jueces no sean coimeros, corruptos, que la justicia sea independiente del poder ejecutivo, que los ciudadanos sean honestos, que la Iglesia sea profética, que no se calle ante tantos atropellos. Que sea la voz que clame por la Verdad, como Juan Bautista lo hizo en su tiempo.
¿Qué debemos hacer hoy nosotros? Nos enfrentamos con muchos desafíos y problemas, pero el problema esencial en nuestra sociedad es ético y moral, hay una crisis educativa y cultural. Algunos quieren gobernar eternamente, como si fueran los únicos iluminados, competentes para hacerlo. Pero no nos equivoquemos: "No hay hombres imprescindibles, hay actitudes imprescindibles". Y estas actitudes son éticas. Si falta la ética, falta todo.
Hoy, mis queridos hermanos, tal como está nuestra patria, no podemos quedarnos acomodados, tranquilos, de brazos cruzados. Otra patria, más justa y fraterna, es posible... pero eso depende de nosotros y de nuestro compromiso cristiano y ciudadano. Ya es tiempo para dejar de leer el Libro de las Lamentaciones, quejándonos permanentemente de todo sin hacer nada, ha llegado el momento de leer el Libro de la Sabiduría, para poder construir una sociedad nueva.