En nuestra entrega anterior explicábamos que no existen estrictas coincidencias en contenido y forma entre las formaciones fascistas tradicionales y las nuevas expresiones. Estas y aquellas comparten la idea de un nacionalismo exagerado que es visceralmente excluyente y que se expresa como xenofobia y racismo, lo cual indica una perspectiva no igualitaria.
Tienen la convicción de que los pueblos no poseen la misma calidad y por lo tanto la negación de la igualdad de la especie humana. Rechazan a la inmigración, especialmente si proviene de países pobres y subdesarrollados; en ese camino el anti-islamismo reemplaza al antisemitismo del fascismo de los años treinta del siglo XX, aunque ello sobreviva en algunos grupos.
Su base social es la movilización de la pequeña y mediana burguesía con el soporte del gran capital, a la ofensiva contra los salarios y las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera. Y el antisemitismo es un atavismo que se une a otros prejuicios.
Ese racismo también expresa la aporofobia (**). En cuanto a las políticas económicas defendidas por la extrema derecha por los gobiernos de esa orientación se caracterizan por defender el proyecto neoliberal, inexistiendo en intentos de intervención estatal en la actividad económica.
Otro de sus componentes es el autoritarismo, presentándose como "víctimas del sistema", cuando los recursos del Estado de derecho intentan frenar abusos de poder.
Si bien las dictaduras militares que asolaron América Latina en décadas pasadas recibieron el apoyo de grupos de extrema derecha durante los golpes de Estado y, a partir de su instauración, participaron en tareas represivas, los movimientos de extrema derecha actuales se mantienen, por el momento, en los marcos del sistema parlamentario, aunque lo constriñen de tal manera que lo vacían de su contenido democrático.
En momentos en que esa verdadera lacra que es el fascismo –en sus más variadas formas y expresiones- se manifiesta casi a sus anchas en todo el mundo, la lucha contra el antisemitismo es parte del combate contra esa muestra feroz, cruel y deshumanizante.
Hoy ya no son las bandas de uniformados color caqui rompiendo vidrieras, apaleando transeúntes, aullando consignas aterradoras, quemando bibliotecas; ya no son los que marchan por las calles taconeando con sus botas de cuero amedrentando a la población. No. Hoy son gente de buen vestir, con perfumes caros, gestos corteses y conceptos ininteligibles pero amables.
Parecen ser educados, cordiales, respetuosos, formales. Sin embargo, son ellos los que someten a los pueblos con planes económicos impagables, depredando y saqueando el medio ambiente, enviando o provocando guerras, promoviendo el armamentismo con la venta de suministros bélicos obsoletos que solo sirven de chatarra, alentando la hecatombe nuclear, arrogándose la potestad de la verdad y la democracia imponiendo pobreza y miseria aquí y allá.
Denunciar y combatir el antisemitismo y el fascismo son una responsabilidad y un vínculo certero con nuestra condición de seres humanos. Es un compromiso político, cultural y ético por la dignidad humana para nuestra propia sobrevivencia como género.
La memoria es algo propio de cada individuo. Pero está lo que llamamos "memoria histórica". Ella es una construcción, una maquinaria colectiva producto de las circunstancias políticas, sociales, culturales de cada período histórico concreto y que va estableciendo qué se debe recordar y qué debe pasar al olvido, o al menos, a cajón de las nostalgias.
Eso sí; no es casualidad ni prospera por sí misma; lo hace con la ayuda de las instituciones públicas, que no lo hacen gratis. La "memoria histórica" entonces rescata algunos hechos y olvida otros tantos, especialmente aquellos que resultan incómodos a la conciencia social de ese momento.
De esa manera que nos han querido hacer saber de un Manuel Belgrano aséptico, creador de la bandera nacional solamente, o de un José de San Martín impoluto que libertó Argentina, Chile y Perú sin un expreso programa político de características latinoamericanistas u olvidar explícitamente a Felipe Varela, la huelga de inquilinos de 1907, las tradiciones combativas y revolucionarias del Movimiento Obrero (de Agustín Tosco, Atilio López, del "Choconazo" en 1969-1970 y tantas más) y otras.
Y viniendo para nuestro terruño, el ensalzamiento de un Juan de Garay o de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), así como el detrimento u ocultamiento de Nicasio Oroño, del Grito de Alcorta (1912) o del "Villazo" (Villa Constitución, 1974) van en ese camino.
En ese marco se inscribe la negativa a que conozcamos la labor de los santafesinos en el Congreso contra el racismo y la discriminación. Nada es azar ni fatalidad. Forma parte del negacionismo -explícito o implícito- hacia todo aquello que haya tenido algún tinte de progresista o que pueda molestar al establishment, tanto de turno como el perdurable.
En aquel momento -hablamos del año 1938- luchar contra el antisemitismo en particular y el racismo en general también era luchar contra el fraude, contra el autoritarismo, contra las corrientes políticas e ideológicas que pregonaban sistemas totalitarios o dictatoriales, contra el nazi-fascismo, contra la discriminación, que, junto al carácter étnico-cultural, conllevaba una componente clasista antiobrera y antipopular muy fuerte.
Y eso no cuadraba con los intereses de muchos sectores de las clases dominantes, sea por sus alianzas o simpatías con el tradicional imperialismo británico, la pujanza del estadounidense, la vitalidad xenófoba desplegada por el nazismo, el orden (impuesto con violencia) por el fascismo italiano o el hispanismo religioso del franquismo.
Todo ello hizo (y hace olvidar) las acciones desenvueltas por el Congreso contra el Racismo y el Antisemitismo en nuestra ciudad de Santa Fe y zona. Todo lo que tuviera algún perfil contrario al sistema dominante, todo aquello que -de alguna manera- impugnara a un modelo imperante debía ser ignorado y condenado al olvido…no vaya a ser que a alguien se lo ocurriera seguir los pasos.
Por eso esta reivindicación como un breve instante de esos instantes de historias olvidadas pero que perviven en algún lugar de las conciencias, y que no por pequeñas, deban ser condenadas a la omisión o al olvido.
Por eso el rescate de personas y actos de aquella iniciativa; porque forman parte de nuestro bagaje político cultural popular, democrático, que se entrelaza directamente con un presente que reclama unidad de acción, coordinación contra los monstruos -disfrazados de corderos- que nos acechan con discursos altisonantes, vacíos de todo contenido renovador y plenos de retroceso.
Militamos la alegría, porque tenemos una larga serie de convicciones que nos llenan de orgullo y nos dan la fuerza necesaria para construir sueños y que los mismos sean una realidad.
Son los de sociedades equitativas, solidarias, fraternas, justas y que cobijen a todas y todos sin discriminación alguna. Parece ser un sueño utópico. Pero para soñar, más vale hacerlo en grande. Así de simple.
(*) Decimoséptima y última entrega del ciclo basado en el ensayo "Santafesinos en los congresos contra el antisemitismo, años 1938 y 1939", trabajo del autor de esta nota.
(**) A grandes rasgos, la aporofobia se define como el desprecio al pobre. Miedo, rechazo, aversión, prejuicio y menosprecio hacia las personas pobres o desfavorecidas.
Entrevistas y consultas
Como parte de su extenso trabajo previo y en el marco de la producción del presente ensayo, a lo largo de los últimos quince/dieciséis años el autor mantuvo las siguientes entrevistas y conversaciones: Luis Escobar, julio de 2020; Enrique Fridman, agosto de 2019; Juan Cruz Giménez, 2023; Hugo Kofman, julio 2020; Marcos Meerof, junio de 2009; Tobías Scheinin, noviembre de 2022; Manuel Silber, mayo de 2010; Teresa Suárez, julio de 2020; Oscar Vallejos, julio de 2020; Berta Wexler, julio de 2020.
A todo ello se suma una sustanciosa, nutrida y muy completa bibliografía multidisciplinaria, una variada documentación oficial, actas originales de los dos congresos del Comité contra el Racismo y el Antisemitismo de la Argentina, informes institucionales y material histórico en general, cuyos detalles fueron volcados parcialmente en las distintas entregas de este ciclo de publicación periódica, iniciado en la edición del diario El Litoral del 18 de mayo de 2024. Para mayor información, buscar en la web: "Noticias por autor, Daniel Silber".
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