Lo que textualmente se dijo en "El Juicio" a los ex comandantes
Un relato cinematográfico atrapante sobre un proceso penal, con las voces, las caras, las palabras y los gestos de los actores reales del hecho judicial y político necesario para la democracia argentina. El rigor de las citas textuales sometidas al poder del montaje.
Fragmentos de la película "El Juicio", de Ulises de la Orden.
Ante lo genial la pregunta se repite: ¿Cómo no se le ocurrió antes a alguien? La película "El Juicio", de Ulises de la Orden, solo muestra imágenes de archivo, reales, tomadas únicamente dentro de la sala donde -durante 90 días hábiles- en el gobierno de Raúl Alfonsín se llevó a cabo el juicio a las juntas militares. Sucedió entre abril y diciembre de 1985. Su fallo es inseparable de la recuperación de las libertades. (1)
Es poco común en el cine documental contar un proceso complejo, como aquel que terminó en una sentencia histórica, sin un narrador presente u omnisciente, sin inventar al menos un personaje que pudiera hilar lo que otros dicen, privándose incluso los realizadores de una ordenadora voz en off, o de la apoyatura en elementos informativos de la época. En sus 177 minutos –que pasan a toda velocidad- no se ven recortes de diarios de entonces, ni alguna de las tantas producciones del cine sobre y de los '80.
Como sucede con otras obras relevantes, el espectador descubre al dejar su butaca que había estado esperando una película así. Tal vez más, después de "1985". Es un ir de la cara del gran actor Ricardo Darín a la que realmente tuvo Julio César Strassera; nadie como el fiscal para actuar de sí mismo. Son deliciosos los planos rescatados sobre el afecto que recibe de Luis Moreno Ocampo.
En abril
Unas pocas personas en la Argentina han visto "El Juicio" (2). El estreno en Buenos Aires está previsto para abril, pero mientras tanto se han celebrado un par de funciones privadas. La primera con organizaciones de derechos humanos y con parte de los ex jueces que firmaron aquella sentencia, con sorprendente unanimidad. Ahora, con periodistas especializados y críticos de cine (y algún intruso cronista parlamentario, como el de El Litoral).
Otra copia se exhibió, en su estreno mundial, este fin de semana en el Festival de Berlín por haber sido seleccionada para participar de su prestigioso fórum, con notable repercusión periodística. Por eso a las preguntas en la sede de la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) debió saldarlas el editor, Alberto Ponce. El director está aún en Europa.
Casi todos los presentes en la función matutina del 24 de febrero (que terminó con aplausos) pidieron una foto con el montajista. Como dice en un español atravesado el valiente periodista Robert Cox, "por algo será". El film rescata el testimonio ante los jueces del director del diario Buenos Aires Herald, sobre lo sistemático de las desapariciones y las complicidades de silencio de la sociedad argentina.
Tres años
De la Orden, Ponce y Gisella Peláez, asistente de dirección y directora de producción, vieron de punta a punta el material guardado. Equivale a más de tres semanas ininterrumpidas de grabaciones que muchas veces eran solo a cámara fija. Lo hicieron para apenas comenzar un trabajo que llevaría tres años, para saber qué había y al mismo tiempo buscar todo lo que sirviera a los propósitos narrativos de un guión que aún no existía o cambiaba. De sus apuntes y sus discusiones surgieron temas y subtemas.
En "El Juicio" los límites que se impusieron los realizadores son verdaderas disecciones al organismo vivo del lenguaje del cine. El director y su equipo trabajaron sólo con imágenes de archivo, sin chances de poner la cámara en el escenario, de encuadrar, de iluminar u obscurecer los rostros o dar instrucciones a los actores. Sin poder decir: "acción". Los personajes serían actuados por los propios sujetos históricos: los militares y sus cambios gestuales, los defensores y sus argumentos; la fiscalía y su acusación.
Afiche de la película.
La norma de no salirse de las imágenes de archivo reales como insumo material para la cinta, y de permitirse solo la construcción cinematográfica para la narración de los hechos con los elementos narrativos, expresivos y las palabras que hubo que encontrar entre esas 525 horas de crudo, los llevó incluso a privarse de mostrar a Jorge Luis Borges, cuando acudió a mezclarse entre el público del juicio oral. Nadie lo filmó.
Lo buscaron en las copias digitalizadas con que cuenta Memoria Abierta, de los casetes de video umatic que quedaron por décadas apilados sobre muebles que guardan biblioratos de un archivo judicial, en el material seleccionado para un proyecto de una mini serie que Alfonsín impulsó y luego frustró ante las amenazas golpistas carapintadas, e incluso en los archivos que ante el mismo peligro llevaron los propios jueces ante el parlamento de Noruega.
Por cómo se apuntaron las cámaras de ATC (hoy Canal 7) de espaldas al público, con los testigos de cada parte visibles a veces en su ingreso y en planos que muestran menos que su perfil, los jueces quedaron siempre de frente. Sus miradas, sus ojos, son el cuerpo del relato, tanto como los 18 nudos en debate judicial probatorio que se ordenan en capítulos, con un intermedio.
Del terrorismo de Estado
Los rictus de los magistrados ante la revelación de la tortura narrada en primera persona por las víctimas, aún bajo la protección de las formalidades del estrado, denota que en el interior de sus cuerpos y de sus conciencias han crecido dudas sobre la condición humana. La palabra "dantesco" los acompañará, como al espectador.
Incluso, en la pérdida de ecuanimidad del Tribunal sobre los muy pequeños asuntos de un proceso penal, en sus repetidos "no ha lugar" a los defensores de los militares. Las palabras del presidente de la sala judicial confundirán a los asistentes a las salas de los cines, en una accesible clave semántica de metalenguaje.
Un 22 de julio
En el fallo final del 9 de diciembre hubo culpables e inocentes, pero durante el proceso, sin los remilgos que usamos los cronistas lo escribió Borges: "(…) no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice." Así renació la democracia argentina.
La cita refiera a "las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar", donde un testigo llamado por la fiscalía describió las "rutinas de su infierno", al decir de Borges en su texto "Lunes, 22 de julio de 1985" que publicó el diario El País, de Madrid, donde habla de algo peor que el infierno, allí se descubre "la inocencia del mal", capaz de sentar a una mesa navideña a torturados y torturadores. Ese cinismo fue captado con certeza quirúrgica en los cortes sobre los 530 casetes que guardaron las imágenes de archivo y ahora son "El Juicio".
Referencias
(1) Raúl Alfonsín impulsó la producción de una miniserie para la TV sobre el juicio con las 525 horas de material grabado. La encargó al dramaturgo Carlos Somigliana, cuya pluma fue clave para el alegato final de Strassera. De aquella primera selección de fragmentos proviene el material de archivo más conocido hasta la actual exhumación. En 1987 falleció Somigliana y desde el año anterior se gestaban las condiciones que llevaron a la sanción de las leyes de obediencia debida y punto final, durante el radicalismo en el poder. El indulto del gobierno peronista de Carlos Menem barrió con las sentencias contra los comandantes de la dictadura y contra las cúpulas de las organizaciones guerrilleras.
(2) La película se exhibe este febrero en el MoMA's International Festival of Nonfiction Film and Media de Nueva York. En marzo, en el Human International Documentary Film Festival de Noruega y en el Cinéma du réel de Francia.