Luis Rodrigo
La Casa Gris ha pedido a la Nación que los santafesinos comiencen a recibir sus beneficios.
Luis Rodrigo
Tras el pedido formal del gobernador Miguel Lifschitz a Enarsa para que sea habilitado el Gasoducto del Noreste Argentino (Gnea), que divulgó El Litoral, este medio pidió la opinión de un experto en hidrocarburos, santafesino y ex funcionario del gobierno nacional que aún debe tomar una decisión sobre esa obra.
El ingeniero José Luis Sureda fue el secretario de Recursos Hidrocarburíferos del Ministerio de Energía y Minería de la Nación, hasta que en abril de 2017 y -tras un cruce de opiniones con el ministro Juan José Aranguren- dejó su cargo.
Entre otras labores, a Sureda le tocó explicar la decisión del gobierno nacional de llevar a cabo esa obra o mejor de terminarla, si se parte de la base de que el kirchnerismo había llevado a cabo las gestiones previas a su construcción. Sureda dijo hace un año en estas páginas que el Gnea que iba a costar más de U$S 3.000 millones finalmente costaría U$S 1.500, producto de renegociaciones con contratistas y de la revisión de precios muy dudosos heredados del gobierno anterior.
Pero lo más grave que dijo por entonces Sureda es que al Gnea se lo iba a tener que alimentar desde el sur, con gas argentino, porque el de Bolivia con que se diseñó la obra no está garantizado.
Un presupuesto bajo tierra
Hoy el experto duda de que se pueda lograr el abastecimiento en el corto plazo, por una razón bastante simple, la escasa disponibilidad de gas.
Si sus pronósticos se cumplen, los santafesinos tendrán por demasiado tiempo bajo sus pies una inversión enorme, sin poder aprovecharla. Y, al tipo de cambio actual, su costo supera levemente a toda la obra pública que la provincia de Santa Fe ha presupuestado para 2018 ($ 29.369 millones, una cifra récord).
Tres años
Sureda advierte que en el sector, como mínimo, se hacen planes a 10 años para la provisión de un servicio como el gas. Es con esos plazos que “la industria puede tomar decisiones de consumo, desarrollo, etc. Hablar solo del año que viene es para la foto de los políticos”, advierte.
Se estima que en invierno y con los subsistemas de distribución desarrollados y en funcionamiento, el Gnea “necesitaría ser alimentado con unos 200.000 ó 300.000 metros cúbicos diarios de gas (m3/d)”. Tal como está hoy la oferta disponible de gas en el país, eso necesitaría “quemar -e importar- más gasoil en las usinas de generación de energía eléctrica, o cortar a industrias en algún otro lugar y no es más que quitarle a Pablo para darle a Pedro”.
Sin embargo, como todavía “no hay demanda desarrollada a lo largo de la ruta del Gnea en la región del noreste argentino, salvo la del gasoducto lechero y algunas otras redes en Santa Fe”, puede pensarse en alguna otra alternativa hasta que el gasoducto pueda ser aprovechado.
“Lamentablemente pese a todo lo que se dijo desde 2004, cuando se anunció la construcción de Gnea, no se hicieron redes como para poder recibir el gas. Lo lógico es tenderlas y alimentarlas con propano, de modo que cuando llega el gas natural es sencillo hacérselo llegar a los vecinos”. En Santa Fe, las ciudades de Tostado, Reconquista y Avellaneda son las únicas con algunos desarrollos de redes.
Mediano plazo
“Lo concreto es que hoy no hay suficiente gas como para alimentar Gnea, sin tener que cortarle a alguien, o tener que importar más gasoil. Esta situación debería ir cambiando por un aumento de la oferta, pero suavemente en los próximos 3 años. La evolución del sector también dependerá del precio del gasoil importado, del valor del gas natural licuado (GNL) y del rojo fiscal. Seguramente la política intervendrá en esta situación, y ojalá lo haga en favor de los santafesinos, en especial los hinchas de mi querido Unión”, bromeó el especialista.
En ese sentido, más allá de camisetas y pasiones, explicó que puede haber una solución técnica si se toma la decisión política correcta: “Ir alterando las proporciones de distintas fuentes de provisión de gas y complementarlas para el abastecimiento del Gnea”.
El problema central es que -contra lo que se diseñó al decidirse su construcción en 2006- al gasoducto Gnea no se lo podrá usar sólo con gas importado de Bolivia.
Otra cuestión importante es que los sistemas de transporte de TGS (sur) y TGN (norte) “no tienen una conectividad grande y pueden pasarse volúmenes relativamente pequeños de un sistema a otro”.
“Se deberían interconectar los sistemas, y entonces Vaca Muerta podría muy bien compensar la declinación del norte salteño, y hasta la de Bolivia. Así podría disponerse de suficiente gas para Gnea para ir acompañando su desarrollo”, señala el ingeniero.
Para Bolivia, la Argentina está en tercer lugar
El contrato entre la Argentina y Bolivia para el desarrollo del Gnea -firmado por el gobierno nacional anterior- dejó a nuestro país en una situación desventajosa, de una manera inexplicable.
Se firmó en 2006, por 20 años. Dice que las obras de gas en Bolivia deben estar garantizadas para construir el gasoducto y que el país hermano garantiza el gas, pero que no lo demuestra. En pocas palabras: “La Argentina que tenía la potestad de hacer una auditoría en Bolivia para asegurarse que estaba ese gas en las reservas, no la llevó a cabo”, explicó José Luis Sureda, ex secretario de Recursos Hidrocarburíferos de la Nación.
“Hoy -siguió- no hay suficiente producción de gas en Bolivia para abastecer la totalidad de su demanda, que está formada por: el mercado interno (primera prioridad), el contrato con Brasil (segunda prioridad), y el contrato con Argentina (última prioridad). Si todos demandan la cantidad máxima que tienen derecho a demandar, les faltan unos 5 millones de metros cúbicos diarios)”.
“El contrato Bolivia- Brasil vence en 2019 y se supone que lo van a prorrogar con compromisos iguales. El contrato Bolivia-Argentina en 2026. Para que aumente la oferta de gas boliviano en, digamos, 5 millones de m3/d hace falta más desarrollo, pero hoy el precio está en aproximadamente U$S 5, y el gobierno boliviano se queda con la mitad entre regalías e impuestos. Con U$S 2,5 los números no dan”.
Estimó que “con el desarrollo de lo que tienen bajo tierra, sólo alcanzará para unos 3 ó 4 años y luego la declinación natural hará que la oferta boliviana disminuya. Para el mediano y largo plazo les hará falta más exploración. Conclusión: el abastecimiento boliviano está en riesgo creciente en el tiempo”.
Las debilidades de un país importador
En 2011 nuestro país pasó de ser un exportador de energía a un importador. En rigor, fue un proceso que mostró sus primeros signos al terminar la década del 90 y que luego se profundizó, desinversión mediante.
Al explicar qué hace Argentina cuando Bolivia deja de venderle gas, el ingeniero José Luis Sureda describió a grandes rasgos las dificultades que implica comprar gas a los buques metaneros (sobre todo de Medio Oriente o Venezuela).
Sin gas boliviano, siempre lo cortan en invierno, la Argentina recurre a otras opciones mucho más onerosas: “Una es quitarle durante más días el gas a las industrias y obligarlas a bajar su producción o a consumir fueloil o gasoil (importado), de un valor casi el triple del gas boliviano”.
Otra opción es comprar gas a Chile, que a su vez también lo importa, “a un precio intermedio entre el GNL importado y el gasoil”. Durante el invierno no es posible importar GNL sin la intermediación chilena porque la capacidad instalada en la Argentina para su inyección al sistema está saturada.
Nuestro país puede sólo recibir el combustible de dos barcos a la vez, por hasta 20 millones de m3/d, cada uno. Con óptimas condiciones (sin sudestadas), cada planta puede recibir 5 barcos mensuales. Sin embargo, el abastecimiento de GNL es bastante poco predecible: en la Argentina no se puede almacenar el gas y la operación para descargar los buques metaneros depende de cómo se comporte el mar, pero también de los requerimientos de una demanda residencial atada al clima.
Para Sureda, en condiciones ideales “pueden llegar a ingresar unos 375 millones de m3/mes, lo que da 12, 5 millones de m3/d. No es posible sostener los 20 millones de m3/d todo el tiempo, la capacidad máxima instalada, porque los vas a necesitar con una ola de frío pero con mejor clima sólo vas a inyectar 5 ó10 millones”.
“Si es un invierno cálido, como no tenés almacenaje, tendrás que sacarte los barcos de encima, porque compraste a full y ya está viniendo el siguiente barco del programa cuando aún no terminaste de descargar el actual. Pero si programás menos barcos y te jugás a comprar los que te falten sobre la marcha, pagarás un precio exorbitante”.
Además, como el país tiene “un pésimo récord de cumplimiento”, hoy se paga por adelantado “entre el 50 y el 75% de cada barco (mas ó menos 50 millones de dólares) antes de la carga del barco”, en su puerto de origen. Es muy caro pero “cuando llegamos a la secretaría había que poner el 100% o no tenías GNL, mejoramos un poco”.
El Shale
En cuanto al gas natural argentino, “hoy toda la inversión está puesta en el desarrollo del shale de Neuquén, y la otra posibilidad fuerte de desarrollo es desde la Cuenca Marina Austral, el offshore donde ya se producen 20 millones de m3/d”.
“La producción de shale va a aumentar, pero tiene características muy particulares (aquí y en todo el mundo): la producción crece y también declina muy rápido por eso requiere de mayor confianza del inversor... En la situación de endeudamiento de YPF va a necesitar inversores”.
Por contrapartida, “declinan cuencas tradicionales en explotación, en Salta por ejemplo”, por lo que la Argentina “va a tener más gas natural, sin dudas, pero aumentará suavemente, y hasta cierto punto en los próximos 3 años”.