El presidente "va a paritarias" con la central obrera; la CGT se lanza a pelear por las bancas; Máximo Kirchner critica a los gremialistas y reclama un bono; Massa retrasa tarifas para "alinear" el IPC y no atrasar más el tipo de cambio.
¿Puede el presidente hablar de paritarias con la CGT? El enunciado es en sí un contrasentido, expresión del extravío del rumbo económico y la falta de un plan fiscal, monetario y cambiario consistente. Todo impacta en los precios y en el clima social del país.
En los primeros 9 meses del año, la inflación acumulada marcó 66,1%, los salarios registrados se incrementaron 57% y los ingresos de trabajadores informales 41%. La central obrera -a diferencia de la CTA- ha reconocido que no puede pedir lo que las empresas no pueden pagar, mientras se prepara a una interna en la cual sacarle bancas al kirchnerismo. Lo llaman "Frente de Todos".
Para Idesa, el centro de estudios que dirige Jorge Collina, "hay que partir del diagnóstico de que la inflación es intrínseca a la política económica del gobierno. El Estado nacional tiene un exceso de gasto sobre sus ingresos que no logra cubrir con deuda captada de forma voluntaria. Esto genera una masiva emisión monetaria que, al no ser demandada por la población, termina presionando sobre los precios".
Desde la Plaza, Máximo Kirchner trata de "traidores" a los gremialistas, pide un bono (más gasto en un país con déficit) y que la deuda le de un respiro a la economía del país, María Eugenia Vidal -en campaña por Santa Fe- señaló que el de Alberto Fernández es un gobierno que toma hasta US$25 mil millones equivalentes de deuda al año, por encima de los US$18 mil millones/año del macrismo.
Como ya no hay financiamiento externo ni interno, se imprimen billetes y -señala Idesa- se emiten Letras de Liquidez para sacar los pesos de circulación y evitar el impacto en los precios (incluyendo el del dólar). Pero suben las tasas y hay que emitir más para pagar esa deuda, en un corsi e ricorsi exponencial (la coloquial bola de nieve).
El último informe de la financiera Cohen advirtió que la demora en el ajuste de tarifas le dio cierto "respiro" a la inflación, lo que permitió "cierta convergencia" con el tipo de cambio y las tasas de interés. Pero señaló que en la falta de oferta de dólares, el BCRA "vuelve a vender divisas y amplía las restricciones a la demanda con un nuevo esquema de importaciones y un nuevo tipo de cambio turista".
Este lunes, ya vigente el Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA), el cepo a importadores se hizo sentir y agudizó la amenaza sobre los flujos productivos de insumos que vienen del exterior; la incertidumbre también es inflacionaria y anaboliza el "margen bruto" de empresas que Gabriel Rubinstein se dispone a atemperar en tres años. Un tiempo que Cristina no tiene y, con ella, Massa tampoco.
En cualquier caso el problema es ya no que haya una barrera importadora, sino que no hay dólares suficientes ni margen para el objetivo del ministro de Economía a pedido de la vicepresidenta: evitar un shock devaluatorio. El precio del dólar "oficial" también corre detrás de la inflación.
¿Cuánto alivió el dólar soja? En septiembre la agroindustria liquidó US$8.120 millones de dólares; 140% más que en agosto y un 198% por encima de septiembre de 2021. El ingreso de divisas del mes fue el más alto de los últimos 20 años. Pero eso fortaleció poco más que nada a la autoridad monetaria.
La semana pasada la oferta de divisas del agro fue de apenas US$287 millones y el BCRA vendió US$253 millones, "lo que acumula ventas netas por US$299 millones en lo que va de octubre" (hasta el viernes pasado), según Cohen. Las reservas volvieron a perforar los US$40 mil millones.
El economista Salvador Di Stefano advirtió que "el gobierno no tiene dólares para la importación, esto implica que muchas empresas podrían recurrir a comprar dólares Contado con Liqui para importar mercadería que necesitan". Eso es (con más brecha) un dólar más caro, lo que volvería a acelerar el proceso de aumento de precios.