Ignacio Pellizzón | [email protected]
Está desarrollado a partir de residuos de la agroindustria, el cual fue utilizado para que crezcan hongos y que formen un “textil semejante al cuero tradicional”. El plus es que este producto “es verde en todo su proceso”.
Ignacio Pellizzón | [email protected]
Un cuero a base hongos que evite la matanza de animales y sea amigable con el medio ambiente, es posible. Un grupo de científicas santafesinas del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario (Iprobyq), dependiente del Conicet-UNR, lograron desarrollarlo
Se trata de un biomaterial completamente biodegradable y confeccionado, principalmente, a partir del uso de un residuo propio de las bodegas y que se llama orujo de uva. “Nosotros a partir de residuos de la agroindustria lo utilizamos para que crezcan hongos y que formen un textil semejante al cuero”, explicó a El Litoral Adriana Clementz, parte del equipo científico.
El orujo de uva es un tipo de residuo que se desprende del proceso de vinificación y que se acumula en grandes cantidades en las bodegas. Si bien muchas deciden desecharlo, hay maneras de reutilizarlo para aportar valor a la cadena de producción, evitando la contaminación ambiental y favoreciendo a la economía circular, modelo que contempla el reciclado y la renovación de distintos materiales.
El proyecto, que se encuentra culminando su fase experimental, fue posible gracias a un equipo altamente calificado compuesto por Diana Romanini, María Rocío Meini, Laureana Guerra, Camila Ponce De Leon, Natasha Melnichuk, Dana Piazza y Adriana Clementz, quienes llevan mucho tiempo investigando las propiedades y beneficios del mundo fungi.
Su experimentación se ejecutó sobre otras bases de investigación de diversos grupos y empresas del exterior. En diferentes partes del mundo se venía trabajando en ideas similares y como ellas ya experimentán con hongos y desechos, decidieron probar con la obtención de este material.
Clementz explicó que además de esta iniciativa, están trabajando en “varios proyectos” que están “encaminados. “En el instituto somos 42 investigadores que nos dividimos de acuerdo a los desarrollos en los que estamos trabajando”.
Y recalcó que todas las líneas de investigación en curso están ligadas a agregar más valor a distintos puntos de la actividad de la industria agroalimenticia. Todas las integrantes de este proyecto venían trabajando en el cultivo de hongos, en el aprovechamiento de residuos.
Nuestra “idea” ahora es “poder confeccionar carteras, billeteras, cintos, entre otros para después ir expandiéndonos y llegar a fabricar, por ejemplo, ropa a base de cuero ecológico.
A contramano de otros desarrollos, “en este proyecto estamos trabajando hace un año y medio, lo cual es poco tiempo, pero sí contábamos con mucha experiencia relacionado al estudio de los hongos”, destacó Clementz. Sin embargo, para este producto, “éramos siete que veníamos trabajando en la idea y otras en hongos, por ende, nos unimos para poder materializar este desarrollo”.
El próximo paso, cuando el proyecto esté totalmente listo, es buscar inversores que, muchas veces “nos buscan ellos a nosotros”, y por medio de convenios con el Conicet y empresas privadas “podemos escalar el proyecto y luego comercializarlo”. Por eso, ahora “queremos pasar de una escala laboratorio a tamaños mayores”, añadió la científica.
Entre los beneficios de este cuero, no pasa solamente por poder reemplazar el cuero animal, “porque la producción es mucha”, pero “sí poder aportar esta alternativa con un impacto ambiental positivo, porque todo el proceso es verde”.
Finalmente, la investigadora expresó que todavía no se pueden cuantificar los costos al comprarlos con el cuero animal, porque todavía faltan algunos pasos en el desarrollo, aunque afirmó que este producto es una alternativa “más ecológica” frente a otras opciones como el ecocuero que, de alguna manera, “no deja de ser un plástico derivado del petróleo”, mientras que este cuero “es cien por ciento amigable con el medio ambiente”.