La venta de la casona de Boyle en Venado Tuerto reaviva debates pendientes
Los herederos de Patricio Boyle piden cerca de 700 mil dólares por la emblemática propiedad, mientras resurgen las tensiones entre preservación patrimonial y desarrollo inmobiliario.
Imagen captada desde los fondos de la casona de avenida Casey al 300 que sigue a la venta. Foto: Archivo Histórico Digital
La histórica casona de la familia Boyle, ubicada en avenida Casey al 300 de Venado Tuerto, fue nuevamente puesta en venta hacia fines de marzo. Se trata de uno de los inmuebles más emblemáticos de la ciudad, tanto por su valor arquitectónico como por su carga simbólica en la historia local. Y su posible venta vuelve a poner en discusión un tema recurrente: ¿cómo equilibrar la protección del patrimonio urbano con las necesidades del desarrollo inmobiliario?
Construida hace casi un siglo, la casona formó parte del conjunto edilicio de la firma Boyle Hermanos SRL, fundado por Patricio y Guillermo Boyle. En aquellos primeros años del siglo XX, cuando las actuales Casey (Fair y Centenario fueron sus primeras denominaciones) y Mitre (antes Klappenbach y también Presidente Perón) aún no estaban pavimentadas, dicha esquina albergaba el edificio comercial de consignatarios de hacienda -construido por Romeo Spaletti- y las viviendas familiares: la de Patricio Boyle por Casey y la de Guillermo Boyle por Mitre, unidas por patios interiores que abarcaban un cuarto de manzana.
Con el esplendor de otras épocas
Con una superficie de 1.420 metros cuadrados de terreno y 432 metros cuadrados cubiertos, la vivienda cuenta con dos plantas, diez ambientes, ocho dormitorios, tres baños, una cochera, un toilet y generosos patios internos. Su diseño y materiales originales reflejan el espíritu señorial de principios del siglo XX, aunque hoy se encuentra deshabitada y a la espera de una nueva etapa.
Emblemática residencia de dos plantas y estilo inglés que podría cambiar de manos.
En la descripción para potenciales compradores, las inmobiliarias que manejan la operación detallan:
“La casona de la familia Boyle, ubicada en la avenida Casey 364 de Venado Tuerto, es una emblemática residencia de gran valor patrimonial y arquitectónico. Construida en la primera mitad del siglo XX, se destaca por su estilo señorial, con detalles que evocan la elegancia de la época. La fachada presenta una combinación de líneas clásicas y ornamentación sofisticada, con amplios ventanales enmarcados en molduras y una puerta de ingreso imponente. Su estructura se compone de ladrillos macizos, techos altos con cielorrasos ornamentados y pisos de madera noble. La casona cuenta con múltiples habitaciones espaciosas, dispuestas en torno a patios internos que permiten una excelente iluminación y ventilación natural. Su distribución funcional y su imponente presencia la convirtieron en un ícono de la ciudad, siendo testigo del crecimiento y la historia de Venado Tuerto. Hoy, esta joya arquitectónica se encuentra en busca de un nuevo propósito, manteniendo su esencia intacta y su potencial para nuevos proyectos”.
Declaración de interés patrimonial
Pese a estar en venta desde hace años -aunque con intermitencias en los carteles-, esta vez los herederos de Patricio Boyle parecen más decididos a concretar la operación, con una cifra cercana a los 700 mil dólares. La propiedad atrae desde hace tiempo a desarrolladores inmobiliarios, que ven en su ubicación céntrica y sus amplias dimensiones un atractivo ideal para proyectos de construcción en altura.
Entre los antecedentes de mayor impacto mediático se recuerda el de octubre de 2011, cuando los propietarios pidieron autorización al Concejo Municipal para demoler la casona. Alegaban que no había interesados en conservarla, y que solo los emprendimientos edilicios de varios pisos (torres) hacían rentable la inversión.
Ante esa presión, y sin una normativa de protección patrimonial vigente en ese momento, los ediles actuaron rápidamente en busca de bajar los costos políticos, y el 16 de noviembre de ese año se aprobó la Ordenanza Nº 4048, que declaró a la casona como inmueble de Interés Patrimonial Municipal, por su valor urbanístico, arquitectónico e histórico-cultural. En la teoría, la norma implicó un mayor compromiso del Estado local con su conservación, a la vez que imponía “limitaciones” a los propietarios para su venta o transformación.
En 1935, pavimentación de la actual Casey. La fotografía, tomada desde la casona de Boyle, muestra la obra y la Escuela N° 496. Foto: Archivo Histórico Digital
Pese a ello, algunos concejales reconocen en off que estas restricciones son meros “pronunciamientos políticos” que en los hechos no pueden imponerse sobre los derechos de propiedad. Sin embargo, sí permiten abrir el juego a negociaciones, como por ejemplo autorizar cierta altura en la construcción a cambio de preservar parte de la estructura original (la fachada, por ejemplo), o que se deba comunicar al Concejo Municipal con cierta antelación las reformas de cierta magnitud que se proyecten.
Otro capítulo de notoriedad pública transcurrió en 2018, cuando el empresario Daniel Bertoni impulsó un proyecto gastronómico en la casona, comprometiéndose a conservar tanto su fachada como su estilo original. La iniciativa fue bien recibida en el Concejo y el Ejecutivo municipal, pero la operación no prosperó: el monto solicitado fue considerado excesivo por el inversor.
Futuro imprevisible
Ahora, la propiedad de avenida Casey se instala en el mercado del sur sur santafesino con mayor agresividad y, por andariveles distintos a los avatares comerciales, vuelve a resurgir la discusión de fondo: ¿cuál es el compromiso real del Estado con la protección de inmuebles históricos? ¿Es posible flexibilizar las normativas urbanísticas sin poner en riesgo la identidad arquitectónica de la ciudad?
La casona entre finales de la década del 20 y principios del 30, cuando la calle aún era de tierra. Foto: Archivo Histórico Digital
Mientras algunos sectores políticos y técnicos insisten en aplicar de forma estricta el Plan de Desarrollo Territorial, otros alertan que las trabas normativas están espantando inversiones del rubro inmobiliario hacia ciudades como Rosario.
Mientras tanto, la casona permanece allí, distinguida y única, aunque con las huellas visibles del tiempo transcurrido en soledad. Basta con detenerse a observarla para sentir, por un momento, que se vuelve a la Venado Tuerto de antaño, despertando suspiros nostálgicos entre los mayores. Se mantiene firme y altiva, como aferrada a su historia, pero su destino parece cada vez más frágil frente al avance del mercado y las exigencias del desarrollo urbano.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.