Habrá notado que ningún animal enfrenta una amenaza relajado. Por el contrario, contrae todos sus músculos, llegando a encorvarse por la tensión que genera. Los seres humanos no somos la excepción.
Habrá notado que ningún animal enfrenta una amenaza relajado. Por el contrario, contrae todos sus músculos, llegando a encorvarse por la tensión que genera. Los seres humanos no somos la excepción.
Su cerebro puede interpretar determinados problemas como amenazas, entonces lo prepara para atacar o huir. Si, aunque no haya alguien con quien pelear. Seguimos siendo de carne y hueso, factibles de ser lastimados y “ante la duda” las neuronas nos alistan, en todas las maneras posibles.
“Pero doctor, no hay músculos debajo del pelo o alrededor de la cabeza. Es más como una vincha que me aprieta. También como una vena que duele acá atrás bien arriba y en el cuello!”... Son algunas de las expresiones que utilizan los pacientes, para describir lo que se denomina: cefalea tensional.
Si hay músculos, que frente a situaciones de estrés, se pueden contraer. En el siguiente gráfico podrá identificar sobre ellos, puntos típicos de dolor o molestia:
Imagine mantener rígidos los músculos de su brazo, sin peso, solamente apretando el puño. Los primeros minutos no lo afectará, pero después de horas, días o meses, provoca desde una molestia, hasta un dolor moderado que no llega a ser severo. Se puede seguir trabajando, pero desanimado, provocar interrupciones y desviar la atención.
“¿Pero cómo puede ser que duela hasta el pelo?”. En realidad al tocarse y desplazar los pelos en conjunto, mueve la piel del cuero cabelludo y la aponeurosis epicraneal adherida (una lámina fibrosa entre los músculos occipital y frontal, ver gráfico). El dolor no es producido en el pelo, sino sobre ese tejido fibroso, tensionado por los músculos.
La “tensión psíquica” causante y la “tensión muscular” resultante, provocan esa sensación de compresión externa. Los músculos que se encuentran unidos al cráneo, la columna y la mandíbula se tensan primero, Con el tiempo pueden producir cefalea tensional crónica, cervicalgia y/o bruxismo, respectivamente.
Antes de pasar a nociones básicas de tratamiento, debe usted saber que existen muchos tipos de cefalea (el término médico usado para los dolores de cabeza), con distintos orígenes y síntomas, por lo tanto, con tratamientos específicos distintos. La cefalea tensional es la más frecuente: ocho de cada diez personas la sufren en algún momento de su vida. Le sigue la cefalea tipo migraña.
Unos rasgos que las diferencian, la migraña en general tiende a doler en una mitad de la cabeza de manera severa; se acompaña muchas veces de náuseas o vómitos y mayor malestar frente a la luz y sonidos intensos.
Tenga en cuenta que puede padecer de más de un tipo de cefalea y que, frente a un dolor que se presenta por primera vez muy intenso, debe consultar inmediatamente a un servicio médico para descartar causas graves.
Para evaluar el tratamiento indicado, primero el médico neurólogo diagnosticará qué tipo de cefalea padece. Los tratamientos para las cefaleas pueden ser “no farmacológicos” y farmacológicos. A su vez, los farmacológicos pueden ser abortivos, para intentar disminuir el dolor en el momento, o preventivos, para intentar disminuir cantidad de eventos e intensidad.
Siempre que sea factible, se debe iniciar primero el tratamiento que no involucra medicación. En aquellos casos donde es insuficiente, se suma la medicación, pero sin abandonar las primeras medidas.
Las medidas generales no farmacológicas para la cefalea tensional, involucran adquirir y mantener hábitos, que modifican niveles de neurotransmisores presentes en la ansiedad. A continuación, se mencionan algunos:
Ejercicio físico aeróbico: todos los días, pero con los minutos necesarios para consumir más oxígeno que el habitual alcanza. Pueden ser 15 minutos de movimiento, varía mucho según el entrenamiento que vaya adquiriendo la persona. Bailar enérgicamente, nadar, aquaerobic, trotar, bicicleta fija, son algunos de los ejemplos.
Realizar actividades que desvíen la atención, de los factores estresantes: participar de reuniones sociales saludables, técnicas de meditación, caminatas, arte, música, lectura, cine, etcétera.
Higiene del sueño: un adulto debe dormir entre 7 u 8 horas en horarios regulares. Evitar cafeína, alcohol y tabaco cuatro horas antes de acostarse. La habitación debe estar sin luz y es recomendable no usarla para trabajar.
Terapia psicológica: puede ayudar a tomar conciencia de pensamientos imprecisos, analizar situaciones exigentes con mayor claridad y responder a ellas de forma más efectiva.
Todos los fármacos tienen posibilidades de efectos adversos y no por ser el indicado para la afección, será siempre efectivo. Están sujetos a los avances del momento histórico y a las individualidades de la persona a tratar. El médico realizará el seguimiento evolutivo, para observar si el medicamento esta disminuyendo la intensidad o frecuencia de la cefalea.
El tratamiento farmacológico con analgésicos, como ibuprofeno, fracasa en la mayoría de los pacientes con cefalea tensional, principalmente cuando se hace habitual y se cronifica. Para el tratamiento preventivo, uno de los fármacos más utilizados es la amitriptilina —entre otros—, un antidepresivo que a bajas dosis puede llegar a aportar mejoría. Por ello, las medidas no farmacológicas basados en los hábitos saludables de vida nombrados, siguen siendo la base para el tratamiento.