Peritos genetistas hallaron debajo de una de las uñas del cadáver de la adolescente asesinada Angeles Rawson ADN del encargado de edificio en el que vivía, Jorge Mangeri, el único detenido que hay por el caso, informaron a Télam fuentes de la investigación.
De esta manera, Mangeri (45) quedó más comprometido en la causa ya que los investigadores infieren que Angeles (16) llegó a rasguñarlo en un intento de defensa previo a ser asesinada.
Fuentes con acceso a la causa indicaron a Télam que el hallazgo de este perfil genético fue informado al juez de instrucción 17, Javier Ríos, por peritos de la Unidad de Identificación por ADN del Cuerpo Médico Forense que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
El cotejo se hizo entre el único ADN masculino que fue hallado debajo de la uña del dedo índice de la mano derecha de la víctima y el perfil genético indubitable de Mangeri, según explicaron las fuentes.
El ADN positivo avala además el dictamen que realizó el médico de la Policía Federal Alfredo Sapag al revisar las heridas que presentaba Mangeri en su cuerpo la madrugada del sábado 15 de este mes, cuando quedó detenido.
Mangeri denunciaba que eran producto de algún apremio, pero el médico concluyó que eran compatibles con lesiones de defensa de la víctima y otras autoinflingidas para disimular las que le pudo haber provocado Angeles.
Tras conocer los resultados de estos peritajes, uno de los abogados del imputado, Marcelo Biondi, reconoció que es ‘una prueba incriminatoria‘, pero que ahora sus peritos controlarán cómo se hizo el estudio para descartar la posibilidad de que se haya ‘plantado el ADN‘.
Biondi, uno de los letrados del estudio de Miguel Angel Pierri que defienden a Mangeri, informó que también fueron hallados dos perfiles genéticos masculinos en una de las cuerdas que tenía el cadáver de Angeles, aunque aclaró que aún no se hicieron los cotejos para determinar si alguno pertenece al encargado.
‘Estamos a la espera de los resultados de la pericia de ADN. En principio hay una de las cuerdas que tenía Angeles en los pies que tiene dos perfiles masculinos‘, señaló Biondi.
Fuentes de la investigación revelaron a Télam que tanto ese resultado de ADN sobre las sogas y cuerdas que tenía Angeles en el cuello, los muslos y los pies, como el de algunos pelos y muestras colectadas en el auto de Mangeri o el sótano del edificio de Ravignani 2360, se irán conociendo a lo largo de esta semana.
Por su parte, el abogado Pierri, aseguró al canal C5N que en este caso ‘no pudo haber actuado una sola persona‘ y mencionó lo difícil que es ‘el traslado de un cuerpo de cincuenta kilos a plena luz del día y por los ocho escalones de una escalera‘.
‘No entiendo cómo no puede haber testigos‘, agregó Pierri, quien hoy junto a su equipo de abogados y peritos tendrán por primera vez acceso al expediente.
Angeles fue encontrada asesinada el 11 de junio en un predio de la CEAMSE en la localidad bonaerense de José León Suárez, con dos vueltas de hilo sisal enrollado en el cuello y su cabeza cubierta con una bolsa.
Los forenses determinaron que la chica murió por aplastamiento dentro de un camión compactador de basura y que no fue violada.
La víctima había desaparecido el día anterior, cuando regresaba de una clase de gimnasia en el predio de la CEAMSE del barrio porteño de Colegiales y cámaras de seguridad la grabaron llegando a su edificio de la calle Ravignani 2360, en Palermo.
Mangeri fue detenido la madrugada del sábado 15 cuando fue llevado a declarar por la fuerza pública y, según se informó oficialmente, frente a la fiscal, en el marco de una declaración testimonial, dijo ‘soy el responsable de lo de Ravignani 2360, fui yo‘, aunque luego, en dos indagatorias, se negó a declarar.
La fiscal considera como principales pruebas contra Mangeri su acceso al sótano del edificio, su conocimiento en la recolección de la basura, las bolsas de supermercado en el que solía comprar y el haberse autolesionado.
Para Asaro, cuando volvió de su clase de gimnasia, Angeles no llegó a ingresar a su departamento, por lo que habría sido atacada en el hall de entrada.
Télam