A media mañana de este lunes estalló un motín en el interior de la Subcomisaría 14ta., el que dejó como saldo dos presos fallecidos.
Todo comenzó con una protesta y quema de colchones. Los internos quedaron atrapados en una trampa mortal.
A media mañana de este lunes estalló un motín en el interior de la Subcomisaría 14ta., el que dejó como saldo dos presos fallecidos.
De acuerdo con las primeras versiones, todo se desató cuando un grupo de detenidos comenzó a reclamar a viva voz por las condiciones de alojamiento. Minutos después prendieron fuego a varios colchones de la sede policial, ubicada en Ex Combatientes de Malvinas 4400 (en el cruce con Hermanos Madeo), esto es, en el barrio Altos de Noguera, en la zona norte de la ciudad de Santa Fe.
A partir de entonces, la gresca se convirtió en una verdadera trampa mortal para dos de los detenidos que quedaron atrapados entre las llamas y perdieron sus vidas. Otros internos lograron escapar de manera milagrosa.
El personal policial del lugar intentó combatir el fuego y en dicha tarea algunos agentes sufrieron cuadros de intoxicación por inhalación de monóxido de carbono.
Al lugar acudió una dotación de los Bomberos Zapadores, zona norte, como así personal de emergencias que brindó una primera asistencia a los policías intoxicados. Los uniformados fueron trasladados hasta el Hospital Iturraspe, donde los médicos determinaron que uno de ellos sólo habría sufrido lesiones de carácter leve, pero el otro presentaba daños internos y por lo tanto su estado de salud estaba más comprometido.
De todo lo acontecido fue informado el fiscal en turno, Estanislao Giavedoni, quien ordenó las primeras medidas (como la autopsia de las víctimas, por ejemplo). No obstante, poco después, la causa fue tomada por el fiscal especializado en Violencia y Corrupción Institucional, el doctor Ezequiel Hernández, que se apoyará para trabajar en la investigación en personal de la Agencia de Control Policial (ex Asuntos Internos).
Los fallecidos fueron identificados como Juan Fernández y Lautaro Moreyra, de 30 y 23 años respectivamente. Escenas de gran dolor y desesperación se vivieron en el lugar a medida que fueron llegando sus familiares.