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El comandante José María Valdez habló durante más de una hora ante el tribunal que juzga a los hermanos Lanatta y a Víctor Schillaci. Revivió cada detalle de aquel 7 de enero de 2016, cuando fue herido en su brazo derecho con un disparo de FAL.
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El comandante José María Valdez viajó este martes desde Asunción del Paraguay donde presta servicios como oficial de enlace de la Gendarmería Nacional en la embajada nacional, para brindar su testimonio sobre lo ocurrido la mañana del 7 de enero de 2016 en zona rural de San Carlos Sud, cuando se enfrentó cara a cara con Martín Lanatta y éste lo hirió con un disparo de FAL en su brazo derecho.
“Volví al lugar dos años después”, reveló el gendarme casi al término de su declaración ante el Tribunal Oral Federal que preside la jueza María Ivón Vella, junto a sus pares Luciano Lauría y José María Escobar Cello. El testigo, recordó a pedido del fiscal general Martín Suárez Faisal, que “estaba trabajando” en Buenos Aires cuando “me mandan a Reconquista y de vuelta me fui a parar en la esquina del campo”.
“Es un golpe difícil”, dijo cuando le preguntaron qué sintió en ese momento. “Crucé la hondonada y me paré. No había soja ya y recé un Padrenuestro”, dijo con un nudo en la garganta que destrabó con un vaso de agua.
Allanamientos
Valdez había sido convocado por el comandante Claudio Brilloni la tarde previa al operativo en el que Gendarmería pretendía dar captura a los tres prófugos más buscados de la Argentina. Martín y Cristian Lanatta, junto con Víctor Schillaci -los tres condenados a perpetua por el triple crimen de General Rodríguez en 2008-, se habían fugado del penal de General Alvear el 27 de diciembre de 2015 y se decía que estaban en suelo santafesino.
Esa medianoche partió junto a sus hombres -12 en tres móviles-, y una caravana de vehículos que venía de Buenos Aires a cargo del jefe del operativo, el comandante General Núñez. Recordó que en la autopista se encontraron con un equipo de Gendarmería Santa Fe a cargo del comandante Raúl Sangiuliano y que se dividieron en tres grupos para realizar tres allanamientos en tres viviendas en la zona rural de San Carlos Sud, a un costado de la Ruta Provincial N° 6.
El testigo contó que era de madrugada cuando comenzó el operativo y que los tres allanamientos se realizaron “sin novedad”. Entonces el jefe del operativo le pidió reagrupar a sus hombres y emprender un operativo de rastrillaje hacia el otro lado del camino, en el que inspeccionaron las viviendas rurales que se encontraban al paso, ya no mediante el ingreso compulsivo, sino con el permiso de sus moradores.
Rastrillaje
Así fue que comenzó a transcurrir la mañana. Él había quedado último junto con el suboficial Encina, con quien circulaban a bordo de un utilitario Citroën Berlingo sin identificación. Primero llegaron a un criadero de gallinas, luego otra finca donde conversaron amablemente con los dueños de casa, inspeccionaron un tercer lugar sin novedades y “cuando me dirigía al cuarto lugar, antes de llegar nace un camino secundario a mi izquierda con un campo de soja”, relató.
“A 600 metros veo parado el Ford Focus con las puertas abiertas”, que era el vehículo donde iban los jefes Núñez y Brilloni. Y “cuando giro la cabeza a la izquierda veo en el sojal tres cabezas que suben y bajan”. Estaban a unos 200 metros de distancia, por lo que decidieron entrar al sembradío para identificarlos.
Allí el relato es muy parecido al de su compañero Encina, que este lunes declaró que en ese momento comenzaron a gritar a viva voz: “Identifíquense, Gendarmería Nacional”.
Pero a los pocos metros “nos gritan que eran policías” y “nos llamó la atención que tenían camperas azules, pero no tenían birretes”. “Enseguida nos apuntaron” por lo que “empezamos a intercambiar gritos” e incluso “insultos”.
Rostro tenso
Valdez recordó que comenzaron a acercarse y que para evitar ser presas fáciles, le pidió a Encina que se abriera en abanico, especialmente por el poder de fuego que tenían sus oponentes que -según dijo- portaban un FAL, una M4 y una pistola ametralladora, las cuales fueron exhibidas en la sala al término de su declaración.
Contó que vio cómo fue reducido su compañero por dos de los evadidos y que mientras tanto, Martín Lanatta y él se acercaban con las armas arriba y apuntándose el uno al otro, hasta que a los 15 ó 20 metros “yo desarmo mi posición de tiro y cuando levanto las manos veo que la persona que tenía enfrente tensa el rostro y dispara”. “Ví en su rostro la tensión del disparo”, sostuvo el hombre herido que aseguró que su oponente “siempre tuvo la mira en el objetivo”.
Después explicó que “en esas situaciones hay momentos que duran segundos y parecen una eternidad”. No pudo referir si tuvieron algún diálogo, más allá de los insultos mutuos. Sí dejó en claro que de haber querido matarlo Lanatta lo hubiera hecho sin inconvenientes y agradeció a Dios que el disparo no afectó huesos ni órganos vitales.