Por Araceli Retamoso (*)
Cuántos de ustedes estarán contando los kilómetros en horas y litros de nafta que los separan de la “Tacita de Plata”. Cuántos de ustedes estarán contando las monedas para ir en segunda y volver en Primera. Cuántos de ustedes estarán pensando en las joyas inexistentes de una abuela pobre que no dejó más que deudas y culpas.
Cuántos. Cuántos soñarán con el centro del Pelado y el cabezazo de la Chancha al ángulo. Feroz, irresistible. Y las manos de Nereo tratando de encontrar la mosca que siempre se le escapa en ese momento. Siempre no, a veces, en esos momentos justos.
4.600. Ese es el número que me separa a mí de ver cómo gambetea el Pelado, como despeja el Tato, cómo define magistralmente J.J. desde un tres cuarto de cancha. 4.600 kilómetros cruzando el Mato Grosso, el Impenetrable desde el Cielo, unas doce horas contando un descenso obligado en Ezeiza y un resto por tierra. ¿En total? 6.000 kilómetros reales me separan de ver a Unión luchar por el espacio que le pertenece por derecho, en la Primera División del fútbol de mi país, Argentina.
¿Qué es un rato de cola para ir a la cancha? ¿Qué son una hora y chirolas afuera, al lado de la Balear, esperando el resultado si te quedás afuera? ¿Qué son 1.700 km como los que va a recorrer mi amigo Luis Gaviraghi para estar y gritar de visitante? ¿Qué es?
Es la posibilidad de ser parte de la historia. Esa parte de la historia del Unión que mi viejo me enseñó a amar, donde no voy a estar, ni a ser protagonista. Sólo una pobre alma, desesperada porque no se caiga la conexión de Internet, vestida de rojo y blanco en un país que encontró su norte en el negro. En el petróleo.
Por eso quiero pedirte a vos, que grités, que aullés, que putiés, que seas parte de esto. Porque muchos, como yo, seremos espectadores de este tiempo, que es tan nuestro, y no estamos. Porque muchos, como yo, queremos llorar y gritar ahí desde esa tarde fría, cuando volvimos de Córdoba con un 3 a 1 con Talleres sabiéndonos descendidos. Porque estuvimos esperando. Y llega. Como todo en esta vida, llega. Y es hora de gritar. De dejar el corazón y la vida por esos colores, los dos colores que tiene nuestra sangre, el rojo y el blanco.
Por el Viejo, por mi viejo, por todos los tatengues que estamos haciendo mundo por ahí y vistiéndonos con los colores del Tate donde sea, vayamos, orgullosos, alentemos y que nunca decaiga el aplauso por estos chicos que hacen grande a nuestra pasión. Ponen mayúsculas a la emoción. Y dan significado y vuelta de realidad al amor para toda la vida. ¡Tate Viejo Nomás!
(*) Ex periodista de El Litoral. Hoy reside en Caracas, Venezuela.
N. de R.: Desde ElLitoral.com esperamos informarte debidamente a vos y a todos los tatengues que esparcidos por el mundo se unirán a través de esta herramienta comunicativa que aunque sea por unos segundos pueda trasladarlos hasta el 15 de Abril y hacerles sentir ese grito de pasión que un hincha genera junto a sus colores amados.