Dr. Hugo D. Valderrama | Médico neurólogo, Máster en neurociencias (Mat. 5010)
Dr. Hugo D. Valderrama | Médico neurólogo, Máster en neurociencias (Mat. 5010)
Entre medio de las cejas y unos cinco centímetros hacia atrás, usted tiene un reloj dentro de su cabeza. Armado por un grupo de neuronas y sus redes, llamadas núcleo supraquiasmático, le marcan el tiempo durante todo el día, casi como cualquier reloj pulsera. De ahí que se lo llame “circadiano”, que significa “cercano al día”.
Pero si es bastante preciso, se estará preguntando por qué muchas veces siente que pasa el tiempo de una manera tan distinta a la realidad. La respuesta: el tiempo siempre es el mismo, pero la forma en que lo “llena” puede ser muy diferente y eso lleva a una percepción subjetiva.
Permítame explicarlo con una metáfora reduccionista, pero pragmática. Imagine que cada unidad de tiempo son cajas dentro de otras cajas. Milisegundos una caja muy chiquita dentro de la caja de segundos, luego minutos, horas, días y años, que sería la caja más grande. A medida que vive, va guardando recuerdos en esas cajas.
Hasta ahí todo objetivo, pero hay muchas variables a tener en cuenta. Entre ellas, la importancia que le da a las cajas mientras guarda los recuerdos, osea que pendiente esta del reloj en ese momento. Como también la velocidad con que archiva los recuerdos y lo que demora luego en revisar esas cajas. Esas variables vuelven la percepción del tiempo totalmente relativa.
Inclusive, puede llegar a sentir distinto el tiempo durante la vivencia, que recordándola. Entra en la contradicción de decir “fue un segundo”, pero le lleva muchos minutos relatar lo que sucedió en ese segundo y al terminar dice: “fue eterno”. Durante una caída, un accidente o un primer roce con esa persona que le gusta, el continente es un instante, pero el contenido una eternidad de detalles, que luego su cerebro debe recordarlos en cámara lenta para apreciarlos a todos. Sucede cuando en ese instante, se abre por completo la “represa” de adrenalina y una ola de este neurotransmisor, hace rendir las neuronas de sus sentidos al máximo.
Pero a diferencia de esas situaciones excepcionales, en que el tiempo parece casi detenerse, es mucho más frecuente que se “estire y se haga largo”, principalmente frente a tres emociones. Una es el aburrimiento, donde el estímulo es mínimo, monótono o repetitivo y todas las cajas parecen llenarse iguales. El cerebro ya no sabe si pasaron minutos u horas. La otras dos son ansiedad y angustia, frente a la cuales cuenta una a una, caja por caja de tiempo que va pasando, osea, cuando no para de mirar las agujas del reloj. Por ello, cuanto más apurado está, más tiempo parece estar tardando.
Es irónico que si por el contrario, el estímulo es tranquilo y agradable, su cerebro libera el neurotransmisor dopamina que genera placer, pero al mismo tiempo, va cerrando la represa de la adrenalina y deja de prestar atención al reloj. En una reunión con amigos o familiares que añora, mirando una película atrapante o en una primer cena con esa persona que le gusta, descuida mirar cuantas cajas pasan y exclama, “¡se pasó volando!”. Es probable que no guarde tantos detalles de esos lindos momentos, pero siempre la sensación de haberse sentido muy bien.
Es por todo esto que su respuesta a la pregunta del título es totalmente relativa. Pero no por ello abstracta, por el contrario, muy concreta. Tan concreta y orgánica como sus neuronas, que percibieron y crearon conexiones para almacenar lo que vivió durante este año. Tan concreta como la explicación de Albert Einstein, quien dijo: “Cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero si te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora. Eso es relatividad”.