Hasta 1974 en la zona sólo había quintas donde se cosechaban mandarinas. Gracias a un loteo se originó el barrio. Entre sus demandas actuales figura la necesidad de entubar un zanjón a cielo abierto que ocasiona problemas.
Altos del Valle es uno de los barrios que traza el límite norte de la ciudad con la localidad de Ángel Gallardo. También es el barrio que tiene como particularidad que, de norte a sur, sus calles llevan nombre de flores y, de este a oeste, de árboles.
Jorge Maya es el principal referente de la jurisdicción. Preside la vecinal hace muchísimos años y es quien se ocupa de elevar todos los reclamos a la Municipalidad. Aunque las necesidades van variando, hay un tema que viene de larga data y aún no tuvo ninguna solución ni respuesta: el zanjón a cielo abierto que se ubica en el centro de la avenida Aristóbulo del Valle en sus 14 cuadras finales.
"El pedido por el entubamiento de este zanjón es de larga data. Pero no llegan soluciones… Además de que repercute en cuestiones ambientales y sanitarias, porque de allí salen roedores, es un peligro para vehículos que transitan por la avenida", cuenta Maya. Y agrega: "De hecho allí ya fueron varios los autos que se han caído, con víctimas fatales".
Otras demandas actuales son la realización de los cordones cunetas de todas las calles y la renovación del mejorado colocado en gestiones anteriores.
"En 2007 se hicieron nueve cuadras de carpeta asfáltica, se pusieron columnas de iluminación en calle Los Nogales y en avenida Gorriti hasta facundo Quiroga. Luego se construyó el centro de salud, se cambiaron cables de iluminación… Y ya en la gestión de Corral se creó un playón deportivo y la plaza Olga Cossettini y se mejoraron las calles", agrega el vecinalista.
Consultado sobre la seguridad, Jorge Maya indicó que si bien hace un tiempo no cesaban los robos y asaltos en el barrio ahora la situación está bastante controlada gracias a la creación de una red de vecinos y a la acción policial que patrulla las calles.
Era un campo de mandarinas
El aire que se respira en Altos del Valle es diferente al del centro de la ciudad. Es que allí aún perduran las quintas que por 1970 ocupaban todo el territorio y hoy, aunque en la mayor parte del barrio hay casas, continúan dándole al lugar una impronta particular.
A mediados de 1970, la jurisdicción era todo un campo de mandarinas. No existía la avenida ni el trazado de las calles interiores.
Pero un loteo en 1974 por parte de la Compañía Frutícola Bianco cambió su aspecto y, de a poco, empezó a crecer y a transformarse en barrio.
Según publicaciones de El Litoral de aquellos años, los primeros habitantes que habían comprado tierras en ese loteo, a precios muy accesibles, utilizaban el tren a Paiva para poder llegar. Se bajaban en el apeadero del kilómetro 7, y de allí partían hacia el terreno sobre el cual edificarían su casa. La zona se vendía como un "futuro barrio residencial con luz y calles mejoradas".
Pero eso se truncó debido a la situación que atravesaba el país —la brutal devaluación conocida como Rodrigazo— y Altos del Valle se constituyó como una comunidad de propietarios de clase media con trabajo que concretó el sueño de la vivienda propia luego de haber adquirido "un trozo de campo bien fraccionado donde si llovía no se podía ingresar y donde las mejoras prometidas nunca llegarían".
Y así, con el esfuerzo de sus habitantes, el barrio fue constituido como tal.
Buena tierra
La población del barrio es heterogénea y pertenece a una clase media trabajadora. Hay empleados públicos, policías, cuentapropistas, profesionales… La mayor parte del barrio está poblada y construida, pero hay quintas que mantienen su aspecto original. Es que el sembrado de frutas y verduras continúa siendo una de las actividades que sustenta a varias familias de la zona. La tierra, cuentan quienes la trabajan, es muy buena y de calidad para lograr buenas cosechas. Un dato a tener en cuenta es que el barrio linda con Ángel Gallardo, localidad a la que muchos capitalinos van para comprar frutas y verduras.
El Jardín de Infantes Olga Cosettini fue una necesidad de la gente, debido al crecimiento que había comenzado a tener el barrio. En sus comienzos -año 1986- funcionaba en casas alquiladas y galpones del lugar. Recién en 1991 el jardín consigue el reconocimiento oficial y se le impone el nombre de la docente "Olga Cossettini". Un año después el jardín de Altos del Valle, consigue un terreno propio donde se encuentra actualmente.
Dicho establecimiento tiene hoy 139 alumnos repartidos en salas de tres, cuatro y cinco años. La directora del Jardín, Elina Papa, narra cómo fue el proceso de adaptación de los niños y de la institución a la pandemia.
"Junto con los chicos y las familias hemos trabajado desde el año pasado sobre el tema del protocolo y el trabajo virtual. Debido a eso este año fue sencillo, los chicos han tenido incorporado desde el primer día cómo íbamos a proceder en el ingreso -respetando el distanciamiento, la toma de temperatura, la higiene de manos- y en las salas se limitaron los espacios con elementos señalizados para que a ellos le sean más fácil ubicar".
Con la vuelta a la presencialidad, los niños se volvieron a encontrar, ansiosos por estar con sus compañeritos, "a pesar de que el trabajo virtual que se logró fue hermoso y hubo un vínculo con todo el jardín. Los chicos esperaban con muchas ganas poder volver", dice Papa.
La directora destaca que sin la familia no se hubiera podido lograr, porque si bien "necesitaban los dispositivos tecnológicos, que en su gran mayoría lo tenían, también se requería la participación del adulto para poder lograr ese vínculo a través de los aparatos".
Elina cuenta "que vamos a seguir trabajando en lo que queda del año para ir fortaleciendo los aprendizajes y pensar en cómo van a continuar las trayectorias los nenes de sala de 5 a primer grado. Es un trabajo de articulación interinstitucional el que se está realizando".
Por último la directora resaltó el trabajo del equipo docente que "realmente han hecho maravillas para que todos los días haya un encuentro, tengan sus actividades ya sea de manera virtual o en soporte papel".
Los primeros días de diciembre de 2013 eran un caos. Un conflicto con los policías a nivel nacional dejaba zonas liberadas y los saqueos no tardaron en llegar. Santa Fe no fue la excepción. El 9 de diciembre, el reportero gráfico de El Litoral, Mauricio Garín, registró una imagen que recorrió el país y el mundo. Era la de un hombre armado subido al techo de un supermercado protegiendo el local.
Ocho años después ese hombre cobró un nombre y un apellido: Fabián Fernández, hermano del propietario y carnicero del supermercado que con tantos años de sacrificio y trabajo pudo poner en marcha. Fabián no vive en Altos del Valle, pero en aquel momento no dudó en hacerse presente. Tampoco dudó ahora, para una entrevista con Santa Fe 360.
"Ese día fue tremendo. Nos habían amenazado de que iban a venir a saquear el súper. Y tomé la decisión de subirme al techo con la escopeta. Eran ellos o nosotros. Se venía la noche y desde el techo yo veía como pasaban en motos, miraban, señalaban… Muy feo todo. Había un problema con la policía y eran muy pocos los que estaban trabajando, que encima no daban a basto porque ya habían ocurrido saqueos. Por suerte no pasó nada con el súper", cuenta Fabián. Y agrega: "A la noche nos quedamos haciendo guardia y habíamos bloqueado el ingreso con dos contenedores para que no rompan los vidrios. Mi único propósito era que no arruinen el sacrificio de mi hermano de años".
Consultado sobre qué siente cuando la vuelve a ver su foto, dice: "Tristeza porque fue un momento feo, no es que yo estaba contento ahí jugando. Estábamos cuidando lo nuestro, lo de mi hermano, el sacrificio de él… Lo más lamentable de todo es que las cosas en materia de inseguridad no mejoraron. Santa Fe está muy peligroso en general".
Equipo
Notas y voz en off: Gustavo Ocampo/ Cámara y edición: Juan Vittori/ Fotos: Mauricio Garín/ Textos: Luciana Lanzamidad/ Producción, guión y textos: Mónica Ritacca/ Coordinación general: Lía Masjoán.