Jueves 14.5.2020
/Última actualización 9:42
Desde que empezó a instalarse en los medios el nuevo coronavirus, al veterinario y doctor en Ciencias Biológicas Pablo Beldomenico le llamó la atención lo heterogéneo de su patrón de transmisión. Alimentado por la intriga, analizó de cerca la evolución global de Covid-19, hasta que fue tomando forma una hipótesis que elaboró para intentar explicar su propagación.
Beldomenico lleva adelante sus investigaciones en el Laboratorio de Ecología de Enfermedades (LEcEn), ICiVet LITORAL (UNL-CONICET), desde la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Litoral (FCV-UNL), con sede en la ciudad de Esperanza.
“Desarrollé esa hipótesis en un texto y la envié a una revista científica para su consideración”, le contó el investigador a El Litoral. El artículo acaba de salir publicado en el International Journal of Infectious Diseases (https://www.ijidonline.com/article/S1201-9712(20)30332-5/fulltext).
—En su artículo científico, usted plantea un patrón de propagación de Covid-19 heterogéneo. ¿Qué tiene de inusual ese patrón?
—Las noticias nos muestran la realidad de los países más afectados, lo cual es esperable y entendible. Para colmo de males, los países que están siendo más afectados por la pandemia son aquellos que más visibilizamos los argentinos: Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil. Esto nos hace percibir que el patrón de transmisión explosivo que se da en esos países es lo normal y lo esperable en todos lados. Lo cierto es que si uno examina los datos globales, en la mayoría de los países se ha visto una propagación con una velocidad baja a moderada. Sólo en unos pocos países (10 de 227 en los que se detectó el virus) se evidenció una propagación descontrolada con un gran crecimiento diario (exponencial) del número de nuevos casos. A su vez, en varios de estos países hubo períodos tranquilos de transmisión gradual antes de que se gatille una propagación explosiva, mientras que en algunos otros no. Por ejemplo, en Estados Unidos la infección se fue irradiando muy lentamente desde el 20 de enero hasta principios de marzo, con muy pocos casos nuevos por día, pero de repente esa la tasa de transmisión se multiplicó salvajemente en Nueva York, ciudad en donde en tan solo dos semanas se registraron 20.000 casos. En contraste, en Irán la explosión se dio apenas se registraron los dos primeros casos. Es importante resaltar que estos patrones de propagación tan diferentes no guardan una relación directa con las intervenciones que realizó cada país (que fueron muy variadas), ni con la temperatura promedio, o la estación del año. Esto no quiere decir que las intervenciones no estén teniendo efecto, pero sí que hay algo de fondo, independiente de las mismas, que está determinando que el patrón de propagación se de en forma explosiva o no.
—En el artículo usted habla de superpropagadores, ¿qué son?
—La superpropagación es un fenómeno que parece ser común al grupo de coronavirus al que pertenece el que causa COVID-19. Cuando los científicos investigaron la transmisión de los coronavirus emergentes anteriores -el SARS y el MERS- se hizo evidente que los patrones de propagación observados no podían explicarse por modelos epidemiológicos convencionales, en los que se asume que todos los casos son igualmente contagiosos. En cambio, se comprobó que la propagación de esas epidemias estaba dada por la existencia de algunos casos que eran extremadamente contagiosos y que generaban la mayoría de los nuevos casos. A estos pacientes se los denominó “superpropagadores”. Los estudios tempranos sobre la transmisión de COVID-19 también mostraron que los superpropagadores estaban siendo grandes protagonistas.
—¿Por qué hay superpropagadores?
—Existen dos teorías. Una señala que es porque hay una proporción de infectados que desarrollan altas cargas virales y exponen a las personas a altas dosis de virus; mientras que la otra indica que es porque hay personas que son muy activas socialmente y entran en contacto con mucha gente. Ahora bien, el hecho que exista una parte pequeña de los infectados con esta particularidad de ser superpropagadores explica los patrones de propagación de SARS y de MERS, y los de la transmisión gradual de COVID-19 en la mayoría de los países, pero no es suficiente para explicar que en algún punto se gatille una reacción en cadena de transmisión explosiva.
—Entonces, ¿cómo encajan los superpropagadores en esta nueva hipótesis?
—Si los superpropagadores se distribuyen al azar en una población, con poca relación entre sí, no podría esperarse que eventualmente se gatille una propagación explosiva como la observada en Italia, España, Estados Unidos, etc. En cambio, si algo conecta a los superpropagadores, y nuevos superpropagadores son generados por un superpropagador, entonces sí podría darse la situación en la que de repente se desate un efecto dominó.
—¿Y podría suceder que un superpropagador genera nuevos superpropagadores?
—La idea cobra sentido si tenemos en cuenta a un protagonista imprescindible: la carga viral. El modo de transmisión del virus que causa COVID-19 es a través de exposición a pequeñas gotitas que contengan virus o al ambiente contaminado por esas microgotas. Las microgotas producidas por un infectado (cuando tose, habla, estornuda...) pueden contener unas pocas partículas virales, o millones de ellas, y esta carga diferencial determina cuánto se va a contaminar el ambiente y a qué dosis de virus se va a exponer una persona. Un paciente con una infección de alta intensidad tiene el potencial de ser un superpropagador, puesto que libera al medio grandes cantidades de virus. Las personas expuestas a este hipotético superpropagador se expondrían a una alta carga viral, y la infección resultante se espera que sea de alta intensidad. Esto es debido a que cuando una gran cantidad de partículas virales inician la replicación en forma simultánea, las defensas se ven sobrepasadas, y se pierde el control sobre la proliferación viral, determinando que un paciente produzca microgotas con altísima cantidad de partículas virales.
—¿Qué evidencia hay de todo esto?
—Para comprobar esta hipótesis hace falta que se tomen muchos datos sobre la carga viral que tienen los pacientes con COVID-19, y verificar además las cargas virales de aquellos contagiados por estos casos. Sería ideal también realizar experimentos para comprobar que aquellos que se exponen a altas dosis de virus terminan desarrollando infecciones de alta intensidad y exponiendo a los que serán nuevos casos a altas cargas virales. Por suerte está prohibido hacer experimentos de ese tipo con gente, pero sí pueden hacerse con animales. De hecho, ya existe en la literatura científica veterinaria evidencia que sustenta esa hipótesis. Por ejemplo, en un estudio reciente, algunos terneros fueron infectados experimentalmente por el virus de la diarrea viral bovina, administrado en tres dosis diferentes. El resultado fue en gran medida dependiente de la dosis viral. Cuanto mayor era la dosis, más severa fue la enfermedad y más pronunciada la replicación viral y la carga de virus liberada al medio. De hecho, “terneros testigo” alojados con los que recibieron baja dosis viral no se infectaron, mientras que los testigos de los otros grupos sí. Otras infecciones experimentales por diferentes virus en diversas especies (gatos, gallinas, caballos, etc.) también demostraron que la dosis viral se correlaciona con la severidad de la infección y la carga viral.
Gentileza Investigador. Este científico pertenece al Laboratorio de Ecología de Enfermedades (LEcEn), ICiVet LITORAL (UNL-CONICET).Investigador. Este científico pertenece al Laboratorio de Ecología de Enfermedades (LEcEn), ICiVet LITORAL (UNL-CONICET).Foto: Gentileza
—¿Qué implicancias tiene esto?
—Comprender en detalle los elementos intervenientes en las dinámicas de infección, sus procesos y patrones, es indispensable para lograr una adecuada prevención, control y mitigación de las enfermedades transmisibles. Si es como aquí propongo y los superpropagadores tienen chances de generar nuevos superpropagadores, este mecanismo debería ser tenido en cuenta urgentemente para hacer más eficientes las medidas de contención y mitigación de la pandemia. En particular, se debería poner énfasis en el aislamiento o distanciamiento estricto de la gente en grupos de riesgo, ya que ellos tienen el potencial de desarrollar enfermedad severa y sobrecargar el sistema de salud, y a su vez ser fuentes de altas cargas virales (es decir, volverse superpropagadores).
Asimismo, un rastreo agresivo y testeo de los contactos de cada caso permitiría una rápida identificación de los superpropagadores tolerantes. Un superpropagador tolerante es aquel que porta una alta carga viral, probablemente por haberse expuesto a altas dosis virales, pero que no manifiesta muchos síntomas de enfermedad (tolera altas cargas de virus). Este tipo de paciente es de especial preocupación, ya que al padecer una enfermedad leve o ser asintomáticos sería muy difícil detectar la infección, y en consecuencia este individuo altamente contagioso podría exponer a mucha gente a altas cargas virales.
Link a traducción del texto de divulgación adaptado para la divulgación: https://drive.google.com/open?id=1zbdyBZ1bdbFWOKgbNylRlwaDtFauhWrn