Mónica Ritacca | mritacca@ellitoral.com
El Litoral entrevistó a cuatro santafesinos que tuvieron la necesidad de un trasplante y consiguieron que un familiar se los posibilite.
Mónica Ritacca | mritacca@ellitoral.com
En un abrir y cerrar los ojos, la vida de cualquier persona, y la de todo su entorno, puede dar un giro de 180 grados. No hay edad, ni condición social, ni género que influyan para eso. Simplememente ocurre.
A diario, aunque no seamos demasiado concientes, muchas son las personas en el mundo que escuchan la frase: “Vas a necesitar un trasplante”. Y ahí, en esa gente recién salida de un consultorio, todo parece derrumbarse. Salen a la calle ciegos, sordos y mudos pensando qué pasará. Caminan, quizás, sin que nadie puede darse cuenta de lo que les pasa. Todo va por dentro. Por suerte, en muchos casos, el ángel de la guarda está más cerca de lo que creen.
El 30 de mayo en Argentina se conmemora el Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos. La fecha se propuso por el nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante hepático en un hospital público y representa la posibilidad de vivir y dar vida después de un trasplante.
La muerte de un ser querido duele, pero cuando existe su voluntad expresa o es decisión de la familia donar los órganos esa inmensa herida recibe algunos puntos de sutura. Es que en otra persona funcionarán sus órganos o tejidos, y con ello alguien vuelve a la vida.
Ahora bien, ¿se pueden donar órganos en vida? Sí, se puede. Sólo ante una necesidad extrema, frente a la falta de donantes cadavéricos, se plantea la posibilidad del donante vivo, debiendo existir un vínculo familiar de acuerdo a la legislación vigente.
Esta alternativa se refiere únicamente al caso de trasplantes renales y hepáticos. El órgano más común que se dona en vida es el riñón, ya que una persona puede desarrollar una vida normal con un solo riñón en funcionamiento. Parte del hígado también puede ser trasplantado. La donación de órganos entre familiares está permitida exclusivamente cuando se estima que no afectará la salud del donante y existan perspectivas de éxito para el receptor. En vida, también se pueden donar tejidos, como médula ósea y células madre.
"Mi ángel estaba cerca"
El Litoral estuvo en contacto con cuatro santafesinos que recibieron un órgano por parte de un familiar y con sus respectivos donantes. Tres fueron receptores de un riñón de su madre y el cuarto de médula ósea de un hermano. No se conocían, y sin embargo tenían varias cosas en común: una sonrisa y la certeza de que donar órganos salva vidas.
Por supuesto que en este tema están las otras historias, aquellas donde apareció un órgano tras la muerte de una persona o aquellas donde el tiempo de espera fue demasiado y el paciente voló antes de que llegue su órgano.
El mes de mayo se presenta como una oportunidad para estimular la conciencia sobre el valor de la donación de órganos y tejidos para trasplante y reflexionar acerca de un problema de salud que afecta a numerosos ciudadanos de nuestro país.
La concreción del trasplante es posible gracias a la participación de la sociedad representada en el acto de donar, a la intervención de los establecimientos hospitalarios y a los organismos provinciales de procuración pertenecientes al sistema sanitario argentino.
El Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) es el organismo que impulsa, normatiza, coordina y fiscaliza las actividades de donación y trasplante de órganos, tejidos y células en nuestro país. En Santa Fe, funciona el Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos (CUDAIO), un organismo dependiente del Ministerio de Salud de la provincia que trabaja en articulación y bajo los lineamientos del INCUCAI. Desde esta institución llevan adelante la promoción de la donación de órganos, tejidos y células para trasplante; realizan la coordinación de acciones relacionadas a la procuración y trasplante (desde la procuración hasta la fiscalización de la actividad, tanto de las instituciones públicas como privadas); garantizan la accesibilidad de todo paciente a las listas de espera, toman medidas para aumentar la disponibilidad de órganos , tejidos y células para trasplante y aseguran el acceso igualitario al trasplante a todo paciente que lo requiera.
Los datos en la provincia de Santa Fe referidos a la donación de órganos son alentadores. Está entre las tasas más altas del mundo. En los tres primeros meses de 2018 se realizaron 29 procesos de donación (17 de órganos y 12 de tejidos). Eso posibilitó que 81 pacientes en lista de espera pudieran ser trasplantados.
Pero todavía falta tomar conciencia. La lista de pacientes en espera es larga, muy larga, y los minutos corren en cualquier reloj. Quizás porque aún no somos demasiado concientes de que, como se expresó en las líneas introductorias de esta nota, en un abrir y cerrar los ojos, la vida de cualquier persona, y la de todo su entorno, puede dar un giro de 180 grados. No hay edad, ni condición social, ni género que influyan para eso. Simplememente ocurre.
“Siempre voy a estar agradecida a mi mamá”
Romina Huser tiene 39 años. Nació el 11 de enero de 1979 y fue trasplantada de riñón el 28 de abril de 2009. Su mamá, Irma Ferreyra (70), fue quien le donó el órgano. Romina es Contadora Pública Nacional, trabaja en la Facultad de Arquitectura de la UNL y está casada hace diez años.
“A los 23 años me descubren que tenía un solo riñón y que encima estaba afectado. Trabajaba menos del 50 %. Fue a raíz de que tenía presión alta y me hice un chequeo. El doctor llevó conmigo un tratamiento de 7 años vinculado a cuidados en la alimentación para tratar de estirar la vida del riñón sin ayuda de diálisis y trasplante. Él siempre me decía que en algún momento iban a ser opciones a evaluar. Y un día fue así”, cuenta Romina a El Litoral.
A los controles fue siempre acompañada por su mamá, quien ya en la primera consulta le advirtió al médico que sería la donante sin saber de que uno de los requerimientos era la compatibilidad. “Es mi hija. Y por ella, así como por mis otros hijos también, doy todo”, dijo Irma.
Cuando cumplió los 30 años y el riñón no daba más, madre e hija se sometieron al trasplante. Cuentan que otros familiares se anotaron como voluntarios. Pero entre ellas había un 99 por ciento de compatibilidad.
Irma ya tenía 59 años, y se puede ser donante vivo hasta los 60.“Nunca necesité diálisis. Con el riñón de ella arranqué”, señala Romina. Hoy cuenta que hace todo lo que le dijo el médico y toma medicación. A la hora de hablar de su mamá se emociona. Para el gesto de amor que hizo no tiene palabras de agradecimiento.
“Cuando te dicen que necesitás un trasplante el mundo se te da vuelta”
Silvana Koryl tiene 45 años. Recibió un riñón de su madre, Gladys Bachich (69), el 1 de noviembre de 2005. “Yo soy licenciada y profesora en química. Tenía una vida normal hasta que un día, cuando me voy a hacer los controles para ingresar al trabajo, me detectan presión alta. En un período breve me diagnosticaron gastritis úrica. En término de tres meses mis riñones no funcionaban. En noviembre van a hacer 13 años.
Cuando fui al médico me explicó que el funcionamiento de mis riñones se iba apagando, iba perdiendo capacidad de filtrado y que eso iba a terminar en un trasplante. Arranqué con una dieta. Con una noticia así, te juro que el mundo se te da vuelta”, recuerda Silvana. Y agrega: “Tenía los dos riñones afectados. Ya de visita en el nefrólogo nos habla de la posibilidad del donante vivo y ahí mi mamá dijo soy yo. Hubo otros familiares, pero mi mamá estaba muy decidida”.
Silvana tuvo que hacer diálisis durante 9 meses porque su cuerpo estaba deteriorado y necesitaba lograr cierta estabilidad para recibir el nuevo órgano. En diciembre de 2004 fue la primera vez que pisó una sala de diálisis. “Iba martes, jueves y sábados 4 horas. En el primer turno, que arrancaba a las 6 de la mañana. Cuando entre a la sala de diálisis la primera vez y vi chicos dializando dije lo que me pasa a mi no es lo peor del mundo”.
Emocionada al hablar de su madre, Silvana reconoce que de ahora en más tiene una conexión especial con ella. “Es algo que se siente, no te lo puedo explicar. llevar adentro un órgano que era de tu madre, la persona que te dio la vida, es muy fuerte”.
Su fecha de cumpleaños es el 22 de julio, pero festeja doble porque cada 1 de noviembre tiene otro motivo para celebrar.
“Mi ángel, mi hermano”
“Fui deportista amateur. Mi sueño era llegar a ser profesional. En el 2015, de una semana a la otra, no podía correr. Me ponía blanco y me temblaban las piernas. Me pesaban literalmente. Cuando le cuento al entrenador, me manda a hacerme un estudio porque no era normal. Yo vendía flores y plantas, por lo que una vez a la semana venía a Santa Fe a buscar mercadería. Por entonces vivía en San Vicente. Mi cuñado y mi hermana mayor trabajan en el Iturraspe así que ese día que el entrenador me manda a hacer estudios lo llamo y le dije que iba a ir a sacarme sangre. Y así fue”, cuenta Cristian González.
Y agrega: “La cuestión fue que ahí mismo lo mandó a analizar y le dieron el resultado. Yo ya había terminado de cargar mi camioneta para regresar al pueblo, que dicho sea de paso me había costado porque ni fuerza para levantar un cajoncito de plantines tenía, pero me convencieron para quedarme a almorzar de mis padres. Obviamente era la excusa para retenerme porque tenían que decirme que los análisis estaban muy mal. En el almuerzo todos estaban serios. Me acuerdo que al terminar, mi hermana mayor me saca aparte y me dice: ‘te lo voy a decir en criollo. Vos tenés leucemia. De acá no te vas. Mañana te internamos y pasado te hacemos punción de medula’ y así fue”.
El 17 de diciembre se cumplirán tres años del trasplante de Cristian. Su caso es particularmente especial ya que es muy poco probable que un familiar pueda ser donante de médula ósea. De ahí la necesidad de anotarse como donante, ya que en cualquier lugar del mundo puede estar la compatibilidad. “Mi hermano Adrián fue mi donante, algo muy poco usual”, contó.
Cristian nació el 3 de octubre de 1979. Cada tres meses se realiza chequeos, y lleva una vida normal. Vive en nuesta ciudad y sigue vendiendo flores. Para dar un poquito de lo que recibió, abrió una escuelita de fútbol para chicos carenciados en Barranquitas.
“Los órganos no sirven en el cielo”
Norma Córdoba (docente, 57 años) y Estefanía Libonatti son madre e hija y viven en la ciudad de Rosario. Ambas comparten una pasión: el deporte
“Estefanía nunca tuvo síntomas. Su problema renal se descubrió a causa del examen anual que exige la Municipalidad para hacer deportes, a los 23 años. En 2011 fuimos a hacer los estudios y cuando nos toman la presión, la mía estaba perfecta y la de ella, tipo 6 de la tarde, era de 18. Una barbaridad. Obviamente el médico no le dio el certificado de aptitud física. Al otro día, a las 7 de la mañana, también 18 de presión... Y así todo el día. Hicimos muchos estudios, y cardiológicamente estaba perfecta. Estefanía siempre fue una gran deportista, pero con una presión de 18. Hacía gimnasia deportiva, vóley y jockey. Entre tantos estudios le hicieron el específico del riñón: la creatinina. Y ahí se supo su problema. Le había dado 18,8. Cuando lo normal es 1,6/ 1,8”, cuenta Norma.Todos los médicos que vió -7 nefrólogos en una semana- coincidieron en hacer diálisis urgente y más adelante seguramente un trasplante. “Así empezó nuestra convivencia con las afecciones renales. No conocíamos lo que era una diálisis, menos un trasplante... Dejar a mi hija a las 6 de la mañana para que le hagan diálisis era dejar mi vida, que cosa más dura. Iba 4 horas martes, jueves y sábado. Pero nunca dejó de hacer deportes. Me acuerdo que los sábados salíamos de ahí, a veces chorreando sangre porque no se le hacía el tapón. Ella ansiosa por irse a jugar y yo con el corazón partido. Un año y medio estuvo en diálisis.
Yo siempre le decía al médico que iba a ser su donante. Un día, Estefanía me dijo que no aguantaba más la diálisis. Y yo le dije: ‘hasta acá llegamos. Vamos al trasplante’. El 17 de enero de 2013 nos operaron. Ella salió del quirófano haciendo pis con mi riñón. Y el 29 de enero de 2015, lo tuvo a Bautista”, señaló Norma.
Hoy, Estefanía Libonatti toma medicación y tiene controles cada dos meses. También se cuida con la sal y bebé mucha agua. Es profesora de gimnasia deportiva y vive en Arroyo Seco. Además es la armadora de la Selección Nacional de Vóley de deportistas trasplantados.
“Tengo la obligación moral de darle gracias la vida y ayudar a otras personas. Por eso creamos la Fundación Again, volver a empezar después de un trasplante, que es para deportistas trasplantados. La gente debe tomar conciencia que a los órganos los debe dejar en la tierra porque en el cielo no sirven y acá salvan vidas”.
Formas de contacto
El INCUCAI cuenta con un Área de Atención al Paciente. El objetivo principal es brindar información y establecer un vínculo con la comunidad de pacientes y/o su entorno. Quienes lo deseen pueden llamar gratuitamente desde cualquier lugar del país al 0800 555 4628 o bien enviar un correo electrónico a pacientes@incucai.gov.ar . En Santa Fe, funciona el Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos (CUDAIO). Su sede queda en el ex Hospital Italiano, en calle Dr. Zavalla 3361. Para informes, los interesados pueden llamar al 0342- 4574814/15/16 o enviar un correo electrónico a cudaio@santafe.gov.ar
En ambos lugares, además, brindan información sobre las diferentes formas de anotarse como donantes de órganos y/o tejidos.