Nicolás Loyarte
Sedimentos de limos y arcillas que llegan al río Paraná principalmente por el Bermejo provocan este fenómeno que se hace más visible durante los meses del verano en Santa Fe.
Nicolás Loyarte
nloyarte@ellitoral.com
@nicoloyarte
El río Paraná contiene misteriosos secretos escondidos bajo su velo marrón, finos sedimentos que viajan suspendidos por la turbulencia del flujo. Limos y arcillas navegan la corriente confundidos con la vegetación y fauna, desde su naciente al norte, hasta su desembocadura en el Río de la Plata.
Ese particular color marrón del Paraná tiene diferentes tonalidades, más claras o más oscuras, que a su vez cambian a la vista a cada hora del día, cuando el sol le otorga brillo u opacidad. Y cada tono tiene su particular belleza en la enigmática superficie de la vida en su interior.
Dos colores
Pero al menos una vez al año ocurre un fenómeno que se puede observar en la laguna Setúbal — cuerpo de agua ligado al Paraná— en nuestra ciudad. Ese fenómeno se puede comenzar a ver en diciembre y enero, pero es ahora, en febrero, cuando más se evidencia. Se trata de una notoria bitonalidad del agua lagunar, que la divide con una línea que lo serpentea y es fácilmente perceptible. El agua de la costa Este es más clara y marrón que la de la costa Oeste. El fenómeno se puede ver desde la orilla o a bordo de cualquier embarcación, pero es mucho más notorio desde la altura, ya sea desde un edificio, mediante el uso de un dron o en una fotografía aérea o satelital.
Investigación
Especialistas de la Facultad de Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral (FICH UNL) y del Conicet investigaron este fenómeno bien conocido desde el siglo pasado y lo atribuyeron a la presencia de sedimentos como limos o arcillas que viajan por el río.
A los entendidos no les llama la atención que estos sedimentos lleguen al Paraná desde Los Andes. Es que el agua de las lluvias de esa zona cordillerana fluye por ríos que forman parte de la enorme cuenca del Paraná (tiene 2,6 millones de km2), principalmente “con aportes directos como el río Bermejo”, señaló el investigador del la FICH, Carlos Ramonell. Y es de esta forma como luego de viajar varios kilómetros al Este terminan en el Paraná, río por el cual llegan a Santa Fe a través del arroyo Leyes y los numerosos brazos que tiene su delta (ver El largo viaje...).
El largo viaje de Los Andes a la Setúbal, (Por Carlos Ramonell, Investigador de la FICH-UNL)
El sistema fluvial del Paraná drena una porción sustantiva del continente sudamericano, una superficie de unos 2,6 millones de Km2, de la que recibe aguas y sedimentos que viajan hacia su desembocadura en el río de La Plata. Aguas abajo del río Paraguay, este sistema comprende un cauce principal y una intrincada red de cauces secundarios y riachos menores que, con distintos grados de conexión con el cauce principal y entre sí, distribuyen las aguas y sedimentos en una planicie de inundación de unos 30 km de ancho promedio.
Justamente las aguas marrones de la miríada de cauces que integran la red hidrográfica de este río deben su coloración a la presencia de sedimentos muy finos que viajan suspendidos por la turbulencia del flujo, limos y arcillas, cuya mayor fuente de provisión es, actualmente, la cuenca del río Bermejo, en los Andes del noroeste argentino y sur boliviano.
La influencia de los aportes sedimentarios del Bermejo en la coloración de las aguas del Paraná aguas abajo de la confluencia con el Paraguay es un fenómeno bien conocido ya desde principios del siglo pasado, e investigadores locales como Drago y Amsler del INALI-CONICET realizaron mediciones de la variabilidad de estos aportes, los cuales se expresan como concentraciones de sedimento fino (en miligramos) por litro de agua.
De acuerdo a lo determinado por esos investigadores, en los meses de verano y otoño, cuando los aportes del Bermejo son más notables debido a las lluvias ocurridas en su cuenca alta, el promedio de concentraciones de sedimentos suspendidos en el cauce principal es mayor al resto del año, y del orden de los 250 mg/litro (el cauce principal suele llevar normalmente de 10 a 20 millones de litros de agua en un segundo, y con ella 2,5 a 5 toneladas de limos y arcillas por cada segundo en cualquier lugar en que se lo cruce).
En ese lapso, las concentraciones más elevadas suelen comenzar a registrarse hacia esta época del año, en la que se han computado valores instantáneos de hasta 800 mg/litro. Ello, en contraposición a valores mínimos de 30 mg/año, registrados durante períodos invernales con el río en crecida.
Así como estas concentraciones varían a lo largo del año en el cauce principal del sistema, lo mismo ocurre espacialmente al distribuirse ese sedimento por los brazos de distinto tamaño de la planicie, en los cuales, además de los cambios que se dan por la estacionalidad de los aportes, suceden también variaciones por fenómenos de dilución (mezclas de aguas desde cauces secundarios con concentraciones desiguales por distinta procedencia o recorrido de sus aguas) y sedimentación (cauces que alimentan lagunas, donde las menores velocidades permiten que los limos y arcillas decanten en sus fondos, o incluso por el atrape de finos entre la vegetación ribereña característica de los riachos, de canutillares y catayzales).
Estos fenómenos recién mencionados ocurren en la parte del sistema que vemos a diario los santafesinos, en la laguna Setúbal, la cual recibe la mayor parte de sus aguas de los arroyos Leyes y Potrero, con cantidades variables de sedimentos finos que provienen desde el Este (desde arroyitos con origen en el cauce principal y del río San Javier), y una cantidad menor de agua casi libre de estos sedimentos que viaja por su borde Oeste, procedente de los arroyos Saladillo y Aguiar, y de la laguna El Capón, en donde el material fino suministrado por cauces con origen en el Leyes pudo en un grado variable decantar en su fondo.
De ahí que en buena parte del año, y más aún en verano/otoño, las aguas de la margen Oeste de la Setúbal luzcan más “limpias” y oscuras, por los aportes de agua propios de parte del territorio santafesino, mientras que la mayor parte de su superficie Este tenga más sedimento que, entrando al sistema lagunar desde el Este, viene en realidad de un Oeste muy lejano, desde el que recorrió unos 2000 km de distancia.
El transporte, dispersión y depositación de sedimentos finos en el sistema fluvial del río Paraná es una temática que es estudiada por grupos de investigación del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL, habida cuenta su importancia en los fenómenos naturales de formación y transformación de islas, cierre de cauces secundarios y cambios en el escurrimiento de las aguas, aportes de nutrientes a la planicie inundable, así como en los de sedimentación en los numerosos puertos y sus accesos.
En los últimos años, desde la FICH se han realizado mediciones sistemáticas y repetidas de la distribución e implicancias de estos sedimentos finos en la zona, con evaluaciones realizadas tanto desde imágenes satélite como en el río, y en este caso, actualizando incluso las primeras que se habían hecho en el área hace más de 40 años, mejoradas ahora por el uso de tecnologías y más precisas.
Análisis: Encanto (Por Nicolás Loyarte)
La Setúbal es un patrimonio muy preciado de Santa Fe. En sus aguas he pasado jornadas enteras, disfrutando de la navegación a vela, remando o simplemente anclado en algún punto de ese precioso espejo de agua marrón, apreciando su brillo, que cambia con cada hora del día, con cada brisa y oleaje. En oportunidad de haberla navegado a vela he cruzado muchas veces por esa línea que la divide en sus dos tonalidades, la cual es claramente visible desde cerca, y hasta hoy no sabía el motivo del fenómeno. ¡La presencia de sedimentos de Los Ándes en Santa Fe! Que tomen nota de este aporte de la FICH los guías turísticos. Aquí tienen otra historia para contar.