¿Cómo llega una mujer a estar privada de su libertad? ¿Cómo es la vida dentro de una cárcel? ¿Cómo se sale después de cumplir una condena? ¿Es fácil la reinserción en la sociedad y en el mundo laboral? ¿En qué se piensa durante las 24 horas del día?
Con ésta, son diez las entregas que hace El Litoral sobre las mujeres privadas de su libertad en el Penal Correccional Nº 4 de la capital provincial. Darle voz, escucharlas y conocer cómo es vivir detrás de rejas, bajo control las 24 horas, fue el principal objetivo.
¿Cómo llega una mujer a estar privada de su libertad? ¿Cómo es la vida dentro de una cárcel? ¿Cómo se sale después de cumplir una condena? ¿Es fácil la reinserción en la sociedad y en el mundo laboral? ¿En qué se piensa durante las 24 horas del día?
Esas fueron algunas de las preguntas que surgieron cuando nació la serie Mujeres Tras las Rejas. Con aprobaciones y también críticas podría afirmar que se llega a la cárcel por errores cometidos, errores que son merecedores de una condena porque así lo estipulan las leyes de este país. Y está bien que así sea: todos podemos equivocarnos, pero también sabemos que nuestro accionar puede tener consecuencias. Y la cárcel, ir a prisión por pocos o muchos años, es una de ellas. Errores que pueden producir un arrepentimiento sincero o no.
La serie fue semanal y contó con 9 entregas -diez con ésta-. De cada una de ellas comprendí que la justicia existe, pero que también puede cometer errores porque son humanos los encargados de impartirla; que dentro de una prisión se puede aprender a ser mejor persona pero también a ser peor o mantenerse igual, depende de cada uno; que enojarse con Dios y con la vida es lo primero que sucede al estar encerrado; que durante un encarcelamiento pueden suceder muchas cosas y de las más variadas, como quedar embarazada y dar a luz, o que una palabra quizás mal utilizada hacia una compañera de pabellón puede derivar en una batalla campal; que el personal penitenciario trabaja muchas horas y descansa muy poco…
Cuatro cosas fueron las que más me llamaron la atención de la serie publicada.
La primera, el delito por el que cumple condena la mayor cantidad de internas. De 70, más de 20 están privadas de su libertad por haber abusado, apañado, encubierto o facilitado abusos a sus propios hijos o menores de edad.
Lo otro, la edad de quienes cumplen condena. La población carcelaria del Penal Nº 4 de Mujeres de la capital provincial oscila entre los 18 y 65 años, pero el rango que predomina es entre los 25 y 40 años. Mujeres muy jóvenes, madres en muchos casos.
Lo tercero, que haya niños viviendo en la cárcel. La ley establece que hasta los 4 años, las internas que sean madres pueden tener consigo a sus hijos habitando con ellas. Hay mujeres que lo prefieren, otras que no.
Y lo último que hayan sido las propias internas las que tuviesen ganas de hablar, de poder decir, de poder contar y hasta reconocer que se equivocaron y pedir perdón. Quedó clara la necesidad que tienen estas mujeres de querer expresarse y tener un oído escuchador que no las juzgue.
Desde que arrancó la serie siempre se intentó brindar al lector la posibilidad de hacer su propio análisis de cada nota, que saque su propia conclusión… y esta última no será la excepción.
Tengo una postura respecto de cada uno de los puntos que más me llamaron la atención, pero prefiero mantener la concepción con la que nació esta serie: no justificar ni cuestionar a nadie. No juzgar. Simplemente escuchar y contar. Darle voz a mujeres privadas de su libertad que están purgando una condena porque así lo determinó la Justicia.
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