"Alguien tiene que hacerlo", la difícil tarea de fabricar ataúdes
Una serie de entrevistas con trabajadores que sobresalen del común denominador, por talento, por experiencia, por unicidad. La sexta entrega, la palabra de Oscar Ceconi, dueño del emprendimiento.
La fábrica comenzó en Santa Fe y ahora está en Recreo. Crédito: Fernando Nicola.
Ni botellas, ni ladrillos ni arreglar pelotas. La historia detrás de esta sexta entrega de “Oficios” trae aparejada la muerte y el descanso final. En esta oportunidad, El Litoral entrevistó al encargado de una fábrica de ataúdes quien reconoció que lo más difícil es lograr la escuadra del cajón y dejó algunas anécdotas.
Cambiar de rubro ante una crisis
En sus inicios, los Ceconi hacían muebles en una fábrica ubicada en el barrio San Martín de la capital santafesina. La necesidad económica hizo cambiar el rumbo del emprendimiento. “Mi padre arrancó con una carpintería, fabricaba muebles. Y necesitaba un empleado, que lo ayude. Tenía a uno y necesitaba uno más. Don Carlos había trabajado en una fábrica de ataúdes y las cosas no iban muy bien con el tema de los muebles y él empezó a decirle el tema de ataúdes”, arrancó Oscar Ceconi (hijo).
En lo que respecta a la pyme, el entrevistado comentó que desde 2013 debieron cambiar algunos procesos de trabajo. “Tuvimos un incidente muy grande, fue un incendio y se quemaron varias máquinas. Entonces definimos tercerizar la parte de fabricación pura de los ataúdes y nosotros dedicarnos de lleno al lustre y zinguería, que es la caja metálica interna”, reconoció.
De muebles a ataúdes, la fabrica cambió ante una crisis. Crédito: Fernando Nicola
Una vida entre ataúdes
Por más inusual que parezca, la vida de Ceconi estuvo ligada a los cajones mortuorios. “Yo me crié en medio de los ataúdes porque la fábrica estaba en el fondo, en un galpón. Jugábamos entre los cajones cuando eramos pibes con mis amigos. Terminé el secundario en el Comercial (1987) y me dediqué al ciento por ciento”, le contó a este diario.
Cuando se le preguntó por su “cercanía” con la muerte, el entrevistado aseguró: “Nosotros no tenemos roce con la muerte, por decirlo de algún modo. La labor nuestra es hacerlos y entregarlos a las cocherías. Ellos se encargan de la venta y servicio fúnebre. Es muy poca la relación que tenemos con la familia de un difunto”.
—¿Qué es lo más complicado de fabricar un ataúd?, consultó El Litoral.
— La parte más difícil del armado es “darle” la escuadra. El ataúd tiene una forma distinta, tiene una curvatura hacia dentro, tiene un corte a la altura de los codos y otro a la altura de los píes. Entonces, lograr la escuadra en una producción de 10, 20, 30 o 50 cajones de distintos tamaños (arranca desde los 50 cm y termina en uno de 1,90 mts y 90 kilos de capacidad).
Mi trabajo es difícil pero es algo que uno trae de la cuna y yo me crié jugando entre ataúdes. Forma parte de una familia, con los empleados que arrancaron de jóvenes y se jubilaron acá.
Ceconi contó los secretos de su labor. Crédito: Fernando Nicola
“¿De qué trabajás?”
En el momento distendido de la charla, Ceconi contó algunas de las anécdotas que marcaron su trabajo al frente de la fábrica. “Todo el tiempo hay reacciones extrañas”, contestó el entrevistado y abrió la puerta de los recuerdos.
“Siempre me acuerdo de la época en la que íbamos a los boliches a bailar y cuando me preguntaban por mi trabajo. Cuando llegaba el momento de decir ‘profesión’, generaba sorpresa. Alguien lo tiene que hacer, hay que tener miedo a los vivos, los muertos no hacen nada”, contó.
En ese sentido, Ceconi comentó que “cuando cursaba la escuela primaria, acá en el barrio y nos preguntaban por los oficios de los padres, terminamos viniendo a la fábrica todo el curso. Les parecía una cosa rara y extraña. Recuerdo también que las amigas de mi hermana se metían para ‘medir’ los ataúdes”.
Por último, recordó la experiencia casi única con una persona de gran porte. “Una oportunidad, en el año 2000, tuvimos un pedido especial de un hombre que pesaba más de 300 kilos. Tuvimos que hacer el ataúd de forma inmediata y los muchachos empezaron a las 6 y terminaron a las 11. No entraba en los coches fúnebres por eso se usó nuestro camión para el traslado. Fue tremendo”, cerró.