Desafío. En auto, colectivo, bicicleta o a pie, atravesar las calles de Transporte implica una aventura.
En este barrio delineado por avenidas, el desarrollo llegó hasta sus bordes, hasta el asfalto. La mayoría de sus 90 manzanas son de tierra pero, a pesar del nombre, son intransitables.
Desafío. En auto, colectivo, bicicleta o a pie, atravesar las calles de Transporte implica una aventura.
Staff
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Florencia Arri / María Víttori . Fotos: MAURICIO GARÍN. Cámara: Juan Manuel Víttori. Chofer: Mario Hereñú.
En el norte de la ciudad, tres avenidas delinean a Transporte: Facundo Zuviría al oeste y Aristóbulo del Valle al este dibujan un damero de 90 manzanas, desde calle Risso hasta avenida Gorriti; casilleros verdes rodeados por calles de tierra donde el asfalto es la excepción. Transporte respira el crecimiento del paisaje urbano que en medio siglo pobló el barrio y lo circundó de asfalto. Vive, sin embargo, una profunda paradoja: a pesar del nombre, sus calles son intransitables en días de lluvia o de intensa humedad. Los vecinos se quejan por lo bajo, acostumbrados a la travesía de hundirse en ese suelo inestable que atenta contra toda posibilidad de traslado. En auto, colectivo, bicicleta o a pie, atravesar las calles de Transporte implica una aventura. Quienes lo transitan esquivan la maleza que en algunos casos esconde veredas y encubre la desidia o la malicia de los que arrojan basura en sus esquinas. Los árboles atestiguan mañanas de mates, tardes de trabajo en talleres de diferentes rubros y pasos de quienes caminan a una u otra avenida para realizar compras o tomar el colectivo. En este barrio con forma de trapecio el desarrollo se quedó en el borde, en el asfalto. De un lado, en Facundo Zuviría el Centro de Integración Comunitaria reúne en sus muros la interacción de los tres Estados (municipal, provincial y nacional) para dar respuesta a diferentes necesidades. Del otro, un sector comercial ofrece en Aristóbulo del Valle soluciones en todo tipo de rubros, como consecuencia del impulso de la avenida que puja por extenderse. En el corazón de barrio Transporte, el Club Pucará recibe cada semana a cientos de personas aficionadas al fútbol y a sus choripanes -se dice, los mejores de la liga-. Mientras, entre la maleza, en esquinas con basura y calles de aventura muchos vecinos se sienten olvidados.