(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
El problema no es de hoy, sino que viene desde hace tiempo y tampoco es de él, sino del entorno malicioso que lo rodea. Pero él sigue viniendo, no se cansa, no dice que no y sigue. Algún día se lo reconoceremos. Ojalá que sea levantando una copa, como para saciar la sed triunfalista de este país.
(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
Deja evidencias este comienzo de la Copa América, entre las que lamentablemente tenemos que admitir que nos hemos tropezado con la realidad: no somos candidatos. Al menos por lo que se vio en este comienzo. Porque lejos estamos de la superioridad que marcaron Brasil y Uruguay sobre sus rivales y también habrá que reconocer que Colombia plasmó en la cancha lo que se vislumbraba: que hoy tiene una concepción y un funcionamiento como equipo que supera a lo que podemos oponerle.
Se escucha mucho hablar de por qué Messi no juega en la selección como lo hace en el Barcelona, pero nadie se pregunta por qué la selección no juega de manera tal que Messi se pueda lucir como lo hace en su equipo. El es el primero en darse cuenta de que algo anda mal o no funciona correctamente, sin embargo insiste. Entonces, ¿es justo que se le siga “pegando” y esperando que sea el salvador?. Lamentablemente, para Messi y para el fútbol argentino, hay una realidad que no es de hoy sino que viene de tres años de contínuos desaciertos, pérdida de tiempo y esfuerzos inútiles que se consumieron con prontitud.
Se habla de la “cabeza” de Messi para sobreponerse a la adversidad y para rebelarse ante los golpes de la derrota, lo cual se convierte en natural reclamo y exigencia, pero pocos mencionan que esa “cabeza” que se le pide a Messi y a los jugadores, no hay en ningún otro estamento de la selección, ni dirigencial ni tampoco desde la conducción deportiva (llámese entrenador).
Pero volviendo a lo que hoy nos ocupa, Argentina es un equipo en decadencia y a esto debemos entenderlo. Lo planteaba Biglia hace unos días, dejando más que en claro que a Sampaoli le torcieron sus razonamientos y sus planes cuando se perdió 3 a 0 ante Croacia. Dio a entender que ese día, los jugadores se plantaron y no le creyeron más. Y pidieron algo sencillo y razonable para seguir adelante, “porque si no, nos volvemos a casa ya”. Y el temor que uno tiene es que la historia se repita con un Scaloni que, producto de esa improvisación, está en un lugar en el que no debiera estar, al menos por ahora.
Con estos elementos, salimos a jugarnos una clasificación que no es complicada por más que el cachetazo del sábado pueda sonar a complicación. La pregunta es: ¿a costa de qué?. Y sin dudas que la mejor salida –yo diría la única- es jugando a algo, siendo un equipo en todo el sentido de la palabra y no un grupo de jugadores que sale a la cancha esperando que uno solo de ellos frote la lámpara y salve al resto. Sabella y Martino pudieron lograr lo que luego se desvaneció por completo; y ahora, la nueva era se abre con aires de renovación pero también con un huracán de incertidumbre.
En el análisis del equipo, no puede faltar la enumeración de eso que el equipo no hace o lo hace decididamente mal:
1) La idea de juego, hoy indefinida y sin saber si se quiere ser un equipo de tenencia, o ser más vertical, o apretar arriba para ahogar al rival o esperarlo para tener espacios para el contragolpe.
2) Los rendimientos individuales: desde Armani hasta Agüero y salvo alguna honrosa excepción, todos por debajo de lo que pueden dar.
3) La salida de Di María es un pedido a gritos, pero hay que ver para qué y por quién. Si se quiere darle dinámica, la opción es Acuña; si se quiere aportar fútbol, puede hacerlo De Paul y si la idea es meter a alguien más ofensivo por ese costado, Matías Suárez tiene el conocimiento de la función porque es la que desempeña en River.
4) ¿Es momento de sacar a Saravia o hay que respaldarlo?. Es cierto que jugó mal, pero no fue el único que falló. Casco sería la opción, más acostumbrado a jugar por izquierda que por derecha.
5) El “dejen todo en la cancha” es lo que cualquier hincha puede reclamar. Esa imagen abúlica que el equipo transmite, quizás pueda ser una percepción equivocada, pero es lo que muchos ven. Cambiarla puede ser uno de los objetivos a proponerse por parte de todos.
Como se verá, estos apuntes previos al partido en Belo Horizonte, sirven no sólo de análisis de una realidad que nos agobia, sino también de sinceramiento, reflexión y baño de sinceridad. El fútbol puede deparar sorpresas y por eso, alguna vez, se escribió aquello de la “dinámica de lo impensado”. Dinámica es la que no le sobra a esta selección, y lo impensado es que este equipo revierta de plano el sufrimiento que le toca vivir en estos tiempos y se convierta en lo que no es: un equipo que permita alimentar sueños.
Argentina tiene a Messi, tiene al mejor del mundo, pero no tiene lo que más importa en el fútbol: un equipo con un funcionamiento que respalde el juego de alguien que puede ser desequilibrante, pero que por sí solo no puede llegar muy lejos. Ni él, ni tampoco lo consiguieron Pelé, Maradona o Kempes por sí mismo; sino porque lucieron detrás de un equipo. O adelante, da lo mismo, pero tuvieron el respaldo colectivo que hoy no tiene Messi.