Miércoles 18.12.2024
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Marcelino Gálvez y su mujer Matilde Orlando eran un matrimonio de inmigrantes españoles que como otros tantos llegaron a Buenos Aires llenos de sueños. Él tenía un taller en el barrio porteño de Parque Patricios, en la esquina Garro y General Urquiza. Hacia 1913 esperaban tener a su primera hija pero el 17 de agosto de ese año recibieron a su tercer varón, detrás de Marcelino Luis y Alejandro, Oscar Alfredo. Junto a su hermano Juan, llevaron su apellido a lo más alto del deporte argentino. Son próceres del automovilismo nacional. Fueron exitosos arriba y abajo del auto. Trascendieron por ser tan buenos mecánicos como pilotos. Aunque el que abrió el camino fue Oscar, quien falleció un 16 de diciembre de 1989.
En 1916 los Gálvez se mudaron al barrio de Caballito, cuando ya había nacido Juan. Al poco tiempo Oscar, con 10 años, le daba una mano en el taller familiar a su hermano mayor. Estaba claro que los hijos de Marcelino mamaron el amor por los fierros desde muy chicos. Lo llevaban en la sangre. Sin embargo, Oscar y Juan fueron por más. En su adolescencia soñaban con comprar un auto para competir. Cuando "Tito" (uno de los apodos de Oscar) cumplió 21, adquirieron un Ford T modelo 1927 por 150 pesos. Lo usaban para correr picadas y lo guardaban en el galpón de un amigo porque sus padres no querían que corrieran. "¿Estás loco? Te vas matar", le advirtió su madre a Oscar.
Desoyendo el consejo materno, Oscar y Juan pusieron su propio taller donde alistaron autos para correr. Luego llegó el primero de los hitos de Oscar. El 5 de agosto de 1937 formó parte de la primera carrera del Turismo Carretera. Participó con un Ford modelo 1935 con el Nº 58 en sus puertas. Empleó 3h01m01s para los primeros 361 kilómetros. Su velocidad promedio fue de 119,756 km/h yendo a Rosario, llegando sexto y superando rivales en un auto pobre para la época. Hasta que en la segunda etapa sufrió la rotura del radiador y luego abandonó por un vuelco.
Era una época donde no había ingenieros de pista, chasistas o cualquier otro técnico que ponga a punto un auto como ahora. El ser artesanos en sus coches les dio a los hermanos la capacidad de hacer arreglos extremos en carrera.
En 1947 logró el primero de sus cinco campeonatos de TC y repitió en 1948, 1953, 1954 y 1961, siendo el cuarto piloto con más títulos ganados en 82 años de la divisional. A su vez alcanzó seis subcampeonatos y es el cuarto en la tabla histórica de ganadores con un total de 43 victorias en 169 carreras (un triunfo cada cuatro competencias), detrás de su hermano Juan (56), Roberto José Mouras (50) y Juan María Traverso (46). El Aguilucho compitió entre 1937 y 1964 (23 temporadas).
Entre sus gloriosas temporadas de TC llegó un hecho que marcó su historia y la del deporte motor criollo. El 6 de febrero de 1949 fue el primer corredor argentino en ganarle a los europeos en lo que eran las competencias de Grand Prix, la precuela de la Fórmula 1 que nació al año siguiente. Fue conduciendo un Alfa Romeo 8C 308 en un circuito callejero en el Parque 3 de Febrero en Palermo y bajo una lluvia torrencial.
En la Máxima también tuvo su participación de forma oficial en lo que fue el primer Gran Premio de la República Argentina puntuable, corrido el 18 de enero de 1953 en el flamante Autódromo de Buenos Aires. Ese día el porteño a bordo de una Maserati fue quinto y sumó dos puntos. Ante 160.000 espectadores (récord histórico en el Autódromo) terminó detrás de varias figuras de la categoría en ese entonces como el ganador, el italiano Alberto Ascari (Ferrari), su compatriota Luigi Villoresi (Ferrari), el argentino José Froilán González (Maserati) y el inglés Mike Hawthorn (Ferrari). Juan Manuel Fangio (Maserati) abandonó por fallas en la transmisión.
A esa altura ya era conocido por su apodo del "Aguilucho". "Me lo puso el periodista Pedro Fiore, en la Buenos Aires-Caracas (1948), cuando caí en un barranco en Ica, camino a Lima, dijo que 'había volado como un aguilucho'", explicó Oscar una vez. Se retiró a los 51 años, en la Vuelta de Junín el 18 de octubre de 1964 manejando un Ford Falcon con el que abandonó en el segundo giro por problemas mecánicos. "El factor principal de mi retiro fue la muerte de mi hermano Juan. Ahí mis amigos y mi familia y mis hijos me decían 'no corras más, te va a pasar como a Juancito, te van a traer en un cajón a vos también'. Corrí un año más y luego dejé de correr", aseguró Gálvez.
Oscar también se destacó por ser un adelantado. Fue el pionero en nuestro país en usar casco y cinturón de seguridad. Lo propio en armar una jaula antivuelco y trabas en las puertas del coche. También fue el primero a nivel nacional en pintar una publicidad en su auto. Por caso, el día que le ganó a los europeos en Palermo su monoposto llevó el patrocinio de una conocida cerveza, dinero que le sirvió para pagar aquel Alfa Romeo por 35.000 pesos.
Junto a su hermano Juan consiguieron un global de 14 títulos en 15 temporadas entre 1947 y 1961. Solo Rodolfo De Álzaga (Ford) se entrometió con su corona de 1959. Todos sus títulos fueron con Ford y por eso los hermanos Gálvez son los ídolos máximos de la marca en el TC. El domingo 12 de marzo de 1989, tarde, pero seguro, llegó el homenaje en vida que siempre se mereció: el autódromo de su ciudad y el más importante del país fue rebautizado con su nombre.
Oscar Alfredo Gálvez irradiaba pasión por los fierros. Es uno de los responsables en hacer tan grande la historia del automovilismo argentino. Un fiel exponente de otra época, esos pilotos-mecánicos que sabían cómo preparar un auto para ganar antes y durante la carrera.
Un día su motor dijo basta, el 16 de diciembre de 1989, cuando falleció por un cáncer de páncreas en su casa de Palermo. Tenía 76 años. Fue el último vuelo del Aguilucho, aunque mucho tiempo antes ya había conseguido la inmortalidad en el corazón de todos los tuercas.