Miércoles 15.2.2023
/Última actualización 13:46
El octeto Don Olimpio presentó a fines del año pasado su tercer álbum, “Vengo”. El pianista, vocalista, compositor, arreglista y director del grupo, Andrés Olimpio Pilar, abrió el diálogo democrático que incluye a sus siete compañeros/as, contando a El Litoral que fue “todo un desafío, porque abordamos un repertorio de canciones propias y de autorxs contemporánexs, con sonoridades y ritmos no tan habituales en nuestros primeros discos”.
Además, destacó que “representa un poco la sensación de ir con algo más particular del grupo, tanto desde las obras propias como del encare en el armado de las músicas, que se va tornando más participativo y grupal a medida que el grupo crece”.
¿Y Don Olimpio? ¿Quién fue? Abuelo de Andrés, fue un hombre que amó la música, pero no se dedicó a ella porque un profesor de canto lo frustró en su adolescencia. También fue quien tuvo la lucidez amorosa de comprarle un piano a la madre de Andrés. El resto de la historia se cuenta sola.
Diego Amerise es el encargado del contrabajo y del tambor piano, es decir el de registro más grave en la agrupación de tambores del candombe. En su apreciación, “Vengo” dialoga a través de similitudes y diferencias con sus precedentes, “Dueño no tengo” (2017) y “Mi fortuna” (2019). “Desde el comienzo hubo una búsqueda de abordar un repertorio no tan difundido y recorrer, en gran medida, los estilos que abarcan todo el territorio argentino. También hay una conexión en darle lugar tanto a la poesía como a la música instrumental. Quizás una de las continuidades más destacadas del grupo es la apertura a propuestas que pudo haber compartido cada integrante. Esto fue desde experiencias y recorridos personales por otras músicas, así como la incorporación de composiciones propias o no conocidas por todxs. Este último disco refleja un poco ese camino que trajo nuevos ritmos como el candombe y la murga”.
Federico Randazzo (clarinete, clarinete bajo y voz) agrega que “la primera parte del trabajo fue la selección de canciones que empezó en una reunión en 2019 donde propusimos posibles temas y posibles caminos por dónde llevarlos. De ahí es Andi [Pilar] el que se encarga de imaginar las versiones y traernos el arreglo con el que organiza sutilezas armónicas y de contrapunto para aprovechar el colorido ensamble. Con esos arreglos, desde el juego y pista libre para explorar, es que vamos acercándonos a lo que después se escucha. Jugando en cada encuentro sostenemos lo espontáneo del toque. Dinámica súper estimulada este último año con la Olimpeña”.
¿Qué es la Olimpeña?, podrá preguntarse estimado/a lector/a. Es una celebración del encuentro y el baile, realizada en Dumont 4040, en la que Don Olimpio ofrece música en vivo con clases previas de danzas folklóricas. Juan Manuel Colombo (guitarra nylon, guitarra eléctrica y tambor chico) anticipa que “comenzaremos nuevamente en el mes de marzo, manteniendo la propuesta de musicalizar enteramente con el grupo sonando en vivo, luego de una clase de danzas folklóricas de Flor Vijnovich, y también con un pequeño bloque de música para escuchar. Para este año, ya estamos pensando algunxs invitadxs representantes de los diversos géneros musicales que iremos abordando”.
En un juego plural y colaborativo que marcará cada fragmento de la entrevista, Agustín Lumerman (batería, percusión, bombo de murga porteña y tambor repique) repone el espíritu colectivo de Don Olimpio, surgido gracias a la iniciativa de Andrés Pilar de reunir trabajadores/as de la cultura para interpretar música argentina. “A lo largo de los años, el grupo se fue afianzando en una forma de trabajo asociado a lo que podría ser una cooperativa”, profundiza.
“En el aspecto económico funcionamos de esa manera y en el resto de las áreas intentamos que todxs tengan voz y voto. Nos dividimos tareas, las decisiones fundamentales las tomamos en una mesa redonda y fijamos objetivos para seguir creciendo y marcando el camino del grupo. Don Olimpio es más que la suma de individualidades, es un grupo donde cada unx aporta su mirada y a la vez lo que el grupo devuelve modifica la individualidad. Buscamos que sea una experiencia de trabajo colectivo, creemos en esa forma de trabajo”.
El sol, la flora, la fauna, el río, el monte son materia viva, modelable en “Vengo”. Allí, como se dijo antes, coexisten composiciones de autores y autoras de la contemporaneidad y producciones del grupo. Entre todas, conforman una estructura sostenida por valores éticos, narrativos y musicales potentes.
Responsable del bandoneón, la voz y la composición, Milagros Caliva describe que en el álbum “se ve reflejado, o intentamos reflejar, las tradiciones que llevamos con nosotrxs: la niñez, la familia, el primer contacto con la música, a través de nuestras propias composiciones y también de nuestra mirada hacia ella, seleccionando las composiciones de otrxs artistas que admiramos mucho. Creo que ‘Vengo’ es un disco dedicado a la infancia, a nuestras raíces también. De alguna manera, a lo que nos motiva hoy en día, al horizonte que visualizamos para poder seguir transitando y reafirmándonos en este camino”.
También en los planos de la voz y de la composición, Nadia Larcher arroja ideas para interpretar con claridad el horizonte de sentidos que propone el álbum. La artista emparenta el concepto y el criterio de conformación del repertorio de “Dueño no tengo” y “Mi fortuna”, al afirmar que “en ambos coincidimos en haber tomado, por un lado, la memoria y la herencia más antigua con estas músicas recopiladas por Leda Valladares y, a la vez, la música que se enarbola más desde la tradición folklórica, no solo argentina sino latinoamericana. Porque en ambos discos hay vertientes del norte argentino, pero también vertientes de la composición chilena, por ejemplo, con Violeta Parra. Pero todavía no habíamos experimentado sobre la música nueva, la música contemporánea”.
En esta línea, el disparador fue comenzar por el compositor cordobés José Luis Aguirre. “De él interpretamos “Repechos del guadal” y fue como la punta de lanza para empezar a pensar que podíamos hacer un disco que tuviera como centro, como criterio conformador la nueva música folklórica, el folklore compuesto por contemporánexs. Entonces comenzamos a estudiar y a indagar qué estaba pasando en relación a nuestra contemporaneidad, siempre vinculados a esxs compositorxs contemporánexs. Por ejemplo, Juan Saraco, con “La vida y la muerte”… yo había escuchado esa canción, ya la conocía y dije ‘tiene que ser una canción para versionar’. O ya había estudiado a Ana Robles cuando trabajé con el concierto sinfónico sobre compositoras argentinas. Entonces, ya había un panorama que conocíamos pero que todavía Don Olimpio no había indagado”.
“Ese fue el criterio conformador y la verdad que descubrimos un universo riquísimo. Por supuesto que no pudimos abarcar todo, pero lo que pudimos disfrutar y conocer nos da muchísima esperanza de que la música folklórica argentina no solo está en buenas manos, por decirlo de una manera cariñosa, sino también que hay mucha música nueva preciosa esperando por ser tocada. Y mucha música de mujeres y de disidencias, porque nos tocó conocer música de Luz Galathea, compositora contemporánea trans, riquísima para poder interpretar y versionar. Ese fue el criterio y la verdad es que nos dejó mucho aprendizaje y es lo más hermoso de hacer un disco: también salimos aprendiendo cosas nuevas”.
El único invitado del disco es Hugo Fattoruso justamente en una pieza de su autoría llamada “Mi canción”. La presencia de uno de los emblemas de la música uruguaya del siglo XX (Los Shakers, Trío Fattoruso), es uno de los dos corazones del álbum. Juan Pablo Di Leone, reconoce que “la música y la ética de Hugo para muchxs de nosotrxs es la base en la cual nos apoyamos para definir nuestro camino, su humildad y generosidad, sus códigos, sus silencios… un tipo que no da consejos, del cual se aprende observando su comportamiento impecable”.
Además, el flautista y vocalista de Don Olimpio destaca que “tener a Hugo en el disco y que haya aceptado versionar su tema ‘Mi canción’ es un orgullo y una bendición. Cantó la melodía con su vocoder (que no hay que confundir con el Autotune), una máquina que mezcla el sonido de la voz y el sintetizador, también grabó un bajo con su teclado. Todo eso llevó el tema a otro color que no imaginábamos, esa fue la manera del ‘troesma’ de darnos una clase magistral de libertad creativa. ¡Viva Hugo! ¡Gracias, te queremos!”.
“Creo que ‘Vengo’ es un disco dedicado a la infancia, a nuestras raíces también”, afirma Milagros Caliva. Foto: Gentileza Rocío Coelho.Otro de los corazones del disco es la versión de “Pájaro tuerto”, de Gabo Ferro. “Ojalá, sí, se lea como un homenaje”, explica Nadia Larcher. “En realidad, más que un homenaje es el deseo ferviente de cantar a un compositor como Gabo que, por supuesto, ha dejado huellas en nosotrxs y las va a seguir dejando. Creemos que es un compositor del futuro, son esos compositores que vamos a encontrar adelante en el tiempo por tan profundos que son y tan emblemáticos”.
“Yo conocía a Gabo Ferro cuando vivía en Andalgalá, primero a través de sus libros, como un intelectual, con sus ensayos sobre política e historia, y a partir de eso lo conocí por su música y por ese acontecer tan particular que había sido el momento en que él abandonó el escenario para dedicarse a estudiar. Y después, esa vuelta tan profunda y tan importante para las canciones de nuestra música argentina, que fue volver con su guitarra, en una suerte de juglar, de trovador, de un existencialismo muy profundo y potente a nivel político también. ‘Pájaro tuerto’ es eso y cuando escuchamos que tenía ese ritmo de chacarera en sus esencias dijimos ‘esta es la canción para nombrar a Gabo Ferro’ también como parte del folklore argentino. Me parece súper importante hacerlo, porque Gabo abre las fronteras, abre los límites y nada mejor para el folklore que considerarlo adentro de su esfera. Porque en todo el tiempo que le tocó compartir las canciones, en el presente de las personas que lo iban a escuchar, su propuesta era folklórica y eso se reconoce y se agradece”.