Viernes 17.3.2023
/Última actualización 13:41
El viernes 17 de marzo, Kuropa ofrecerá un recital en Café Vinilo (Estados Unidos 2483). El músico anticipó a El Litoral que “va a ser una presentación un poco distinta”. Diego no estará solo. “Voy a ir con Federico Mujica Iturria en guitarra eléctrica, y dos integrantes del Cuarteto Boedo (Valentina Vescovi, cello; Luz García Souto, viola y violín), recreando el sonido del disco, que tiene una presencia bastante importante de las cuerdas. También voy a hacer temas de los tres discos anteriores más alguno nuevo que fue surgiendo y alguna versión de canciones que me gustan mucho”, comentó.
El 11 de marzo, Kuropa dio una nueva vuelta al sol. Recibió de los suyos algunos morlacos para la travesía argentina y dos libros musicales del gran catálogo de Estuario. “Mateo solo bien se lame” (Fermín Méndez - Mintxo) y “Zurcidor” (Fidel Sclavo). Un 11 de marzo, de anteriores años, nacieron Astor Piazzolla y Jorge Galemire. Sobre este último, reseña DK: “Es otro musicazo no reconocido. Lo que sucede muchas veces acá: pasó con Mateo, pasó con El Príncipe”. La trampa zodiacal no se detiene: un casillero atrás, el 10 de marzo, asoma Alfredo Zitarrosa, “referente total, el sonido uruguayo por excelencia de la canción de autor”. Mientras que el 13, Fito Páez llegó a sus 60. Piscis Machine.
En Montevideo hace calor, arriba de 30 grados, informa Diego. Vive en el barrio Palermo, pegadito al barrio Sur, “donde está el candombe. Está precioso ahí en La Rambla”. Chupa la bombilla, o sea, reflexiona en modo rioplatense. “Estoy todo el año con los tamboriles en el barrio, pero no me ha dado para ir a las llamadas que pasan a una cuadra de casa. Increíblemente no fui al Carnaval, no fui al tablado; otros años he ido a ver a la murga, humoristas”. De chico, recuerda, era más de ir a las llamadas que al Carnaval. Iba al desfile inaugural. Por 18, que pasaban por las flores, el clásico camino.
Foto: Gentileza Prensa-¿Cuándo fue la última vez que habías venido a Buenos Aires?
-En septiembre de 2022 fui al Taller de Arte Popular en Boedo. Es como una especie de TUMP, el Taller Uruguayo de Música Popular. Antes, mis idas a Buenos Aires fueron cuando era muy chiquito, creo que recién había terminado la Guerra de Malvinas. Me acuerdo de haber visto en el Riachuelo cosas puestas para que los barcos no pasaran y explotaran. En el 2008, hicimos un viaje con mi compañera, aún no había nacido mi nena. Diez años después, volví para tocar en la Feria del Libro, en una presentación de un libro sobre Mario Benedetti donde canté las dos musicalizaciones que tenía de él.
-¿Te acordás qué poemas versionaste?
-Sí, claro. “Me sirve y no me sirve” y “Soneto kitsch a una mengana”. Yo / fulano de mí/ llevo conmigo, tu rostro en cada suerte de la historia, tu cuerpo de mengana es una gloria, y por eso al soñar, sueño contigo.
En el medio -más precisamente en 1996-, Kuropa anduvo por Rosario en un Congreso de Arqueología. “Estudié eso hasta el quinto semestre. Después me pasé a Antropología Social, que compartía las materias hasta ahí”. Le quedaron, según dicta la memoria, Taller 2, tres materias y dos optativas. “La facultad me abrió un mundo nuevo de amistades, de curtir mucho boliche y las charlas literarias. Íbamos a un lugar que se llamaba Pupas, un tugurio sobre 18 de julio. Ahí paraba siempre Eduardo Darnauchans: se tomaba su grapita miel y se comía un par de empanadas. Era un lugar donde había mucha literatura, mucha bohemia. El lobizón era otro lugar donde paraba el Darno”.
Jugando con la analogía (fácil o no, depende), Diego asume que, bueno, la música es un oficio para excavadores. “Tratar de buscar algo, una puntita te lleva hacia el esqueleto entero. La canción tiene mucho de arqueología, de sacar toda la tierra. Siempre pensé que para terminar la carrera haría algo de música vinculado con Antropología. En aquellos años, recién estaba encontrando la música”.
-“El lugar” nace a partir de “La noche y el día” ¿Qué pasó con esa canción que fue marcando el camino de la serie?
-“La noche y el día” era una canción solitaria que apareció por el 2020. Hice algo distinto en la guitarra: tiene como una llevada popera, pero un pop más uruguayo, y una esencia medio murguera por detrás. Raro de explicar. Con ese tema empecé a trabajar con Diego Jansen y, de alguna manera, fue el puntapié inicial para encontrar una textura en el disco. Hay canciones que van por otro lado: “El ángel” termina siendo un candombe; “Ella” tiene un clima pop pero una base milonguera en la guitarra. “La noche y el día” marcó una estética de lo que iba a ser el disco después.
-¿Cuánto te sirvió ir fogueando las canciones en los escenarios, ver “los pingos en la cancha”?
-La gente es el termómetro. Escucha por primera vez las canciones y te comienza a dar algunas devoluciones. Uno siente qué canción llega más, qué otra pasa un poco desapercibida.
En cuanto a la letra, me gusta que la gente se imagine cosas. No dar el plato servido, “mirá, estos son tallarines con tuco”. Que estén los tallarines, que esté el tuco, pero que aparezca algo más. Y esto que le pusiste, ¿qué es? Que, en base a eso, la gente se empiece a imaginar sabores, texturas y colores. Me interesa que la letra no sea tan explícita, sino dar alguna vuelta de tuerca.
-¿Hay algo de Levrero y su trilogía involuntaria: “La ciudad” (1966), “El lugar” (1969) y “París” (1970)? ¿O es casualidad absoluta?
-Es casualidad absoluta. Increíblemente, tengo esa trilogía en casa… ¡y no la leí! En un estuche están los tres libritos juntos. Quizá, mi motivación mayor a la hora de componer no hayan sido tanto los libros, sino lo que he escuchado de otros artistas. Cómo ellos componían me fue llevando a una manera de componer, donde armé una especie de Frankenstein: un puchito de acá, un puchito de allá y así por el estilo. Por supuesto que he leído otros libros, y alguna canción a raíz de un libro puntual me ha salido. Hace muchos años había leído “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago e hice una canción que se llama “Tendrán que venir”, que está en mi segundo disco (“Kuropa Olivera”, 2009). Generalmente, mi composición está más influida por las cosas que fui escuchando. Me dejaste con la espina, con la obligación de leer esa trilogía (risas).
-Alguna vez dijiste que entre tus referencias literarias están, además del mentado Benedetti, Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti, Marosa Di Giorgio, símbolos de la cultura uruguaya.
-No puedo escapar de la uruguayez. Hay elementos, en cierto punto nostálgicos, que pintan a la ciudad y un poco a la idiosincrasia del uruguayo. A veces nos pintan de grises, pero yo siento que no es tan así. Hay cierto componente nostálgico en nosotros. Quizá en otras composiciones había más oscuridad, pero “El lugar” tiene otros colores, una luminosidad. Eso es lo que me gustó del disco.
Foto: Gentileza Prensa-Se siente algo de Aristimuño en “El lugar”, por nombrar un ejemplo. ¿Qué estabas escuchando al momento de grabar el álbum?
-Lisandro Aristimuño es una referencia sonora, totalmente. Me acuerdo de haberlo visto en “Encuentro en el Estudio” con Lalo Mir. Es la formación que yo hago en el disco “El lugar”, donde aparecen violines y cellos, y esa mezcla de sonido pop con ciertos elementos electrónicos, pero con sonido de cámara atrás. Ya desde el 2007, con mi primer disco (“Y qué dirán”) hago esa cosa entre un sonido que tiene unas programaciones puestas, donde aparece, por un lado, algo más folclórico, pero por el otro, más rockero y poperito. “El lugar” es un poco más maduro de lo que venía haciendo en trabajos anteriores, donde había una mezcla, un merengue por todos lados. Yo tenía 19 años y escuchaba esos primeros discos de Serrat con arreglos de Ricard Miralles: está la orquesta atrás, ese sonido medio barroco. Recién en el año ‘82, Serrat cambia ese sonido por uno más jazzero. Hay un poco de eso en el disco, cositas de los Beatles, del sonido uruguayo.
-¿A qué lugares te llevó la realización del álbum?
-Cuando yo iba haciendo las canciones, en la cabeza me iban apareciendo instrumentos. Supe enseguida que era un disco más de guitarra criolla. Yo siempre compongo sobre la guitarra criolla, pero en el disco anterior (“Herencia”, 2015), esa guitarra criolla me llevaba a sonidos beatle. Ahí lo que sostiene las canciones es una banda más beat, donde el sonido de la guitarra eléctrica es el más importante. Pero acá fue todo lo contrario: a medida que iba haciendo las canciones, la guitarra criolla era importante. Y para que no hubiera un sonido atrás que la tapara, se me fueron apareciendo en la cabeza sonidos de cuerda, todo más madera. Cuando empezamos a hacer los arreglos sonoros con Diego Jansen, productor del disco, llegamos al acuerdo de que ese era el sonido: cello, violín, contrabajo. Y que la guitarra eléctrica que apareciera no fuera una aplanadora rockera que pasara por encima de todas esas texturas, sino que fuera sutil y dialogara con todos esos instrumentos. Se acerca más al sonido que hice con Rubén Olivera, donde eran dos guitarras criollas dialogando, y había una batería más acústica, un contrabajo, un piano. Aquí quise emular ese sonido, pero desde un punto de vista más moderno y más actual.
-¿Avizorás un nuevo álbum en el horizonte inmediato?
-No, soy muy lento para componer. Soy un gran desechador de canciones, por otra parte. Además, tengo ciertas personas que son un colador de canciones. Rubén Olivera, por ejemplo. Me conoce tanto y yo le tengo una gran admiración y respeto. ¡Ojo! A veces le hago caso, a veces no. Pasa que yo soy muy ansioso. Cuando me dice algo de una canción que no le convence tanto, de repente la termino tirando. A mi compañera Aída también le muestro las canciones. Busco esas reacciones en determinadas personas en general.
Ahora tengo un tema nuevo que lo toqué la semana pasada cerca de casa, en El Hormiguero. Este año está pintando con muchos toques, pero también con otro proyecto. Hago un espectáculo con un poeta y escritor uruguayo que se llama Fabián Severo, que es de Artigas, del norte del Uruguay y tiene una relación muy estrecha con lo brasilero. Con ese proyecto de música y lectura de textos tenemos unas fechitas programadas por el interior de Uruguay y por Montevideo.
Por otro lado, la idea es hacer un parate en algún momento para sentarme y tratar de componer el nuevo material. Por ahora, estoy en la rosca de seguir cantando las canciones… y todo eso.