Jueves 20.10.2022
/Última actualización 10:44
Cuentan que en 1901, mientras Giuseppe Verdi se encontraba en su lecho de muerte en un hotel de Milán, una multitud se concentró en la calle para conocer su estado de salud. Tal era el respeto por el compositor que los presentes no sólo guardaron silencio, sino que además llenaron de paja las calles para que el ruido de los carros no molestase al artista. Gran parte de esa admiración se debía al camino realizado por Verdi en el mundo de la ópera. Y si hay un creador musical del siglo XX y parte del XXI que, asociado a otra disciplina artística popular como es el cine, obtuvo un prestigio similar al de Verdi, ese es otro italiano, llamado Ennio Morricone.
Justamente “Ennio”, documental de Giuseppe Tornatore que Cine Club Santa Fe proyectará hoy, el viernes y el sábado en el marco de su temporada número 70, se ocupa de la figura y el legado del músico fallecido en julio de 2020, a los 91 años. Incluye una entrevista que el propio Tornatore realizó con el maestro, con quien trabajó en “Cinema Paradiso”. Testimonios de cineastas, actores y compositores que compartieron rodajes y colaboraciones con él, como Quentin Tarantino, Clint Eastwood, Oliver Stone, Hans Zimmer, Terrence Malick, John Williams, Wong Kar-Wai, Barry Levinson, Dario Argento, Bernardo Bertolucci y Quincy Jones. Pero también muestra aristas poco conocidas de Morricone, como su pasión por el ajedrez. Recuerda, en este sentido, al film “Piazzolla, los años del tiburón” que dedica parte de su metraje a la afición del autor de “Adiós Nonino” por la pesca de tiburones.
El legado artístico de Morricone es difícil de mensurar, dado que incluye más de quinientas partituras para películas de distintos géneros, procedencias y estilos. Sin embargo, lo que es incuestionable es que logró generar una marca, un estilo propio. Al igual que otros renombrados compositores (John Williams es uno de ellos) tras una intensa búsqueda impuso un estilo reconocible para el espectador de cine, en este caso interpelado desde el lugar de oyente. Hasta tal punto logró conectar desde sus composiciones con lo emocional, que películas como “Cinema Paradiso” hoy deben buena parte de su vigencia y de su aura de clásicos gracias a Morricone.
Trabajó con muchísimos cineastas, pero con algunos generó una sintonía que derivó en el realce del producto final. Tal es el caso de sus colaboraciones con Sergio Leone para sus spaghetti western de la década del ‘60. Para la música de la famosa “trilogía del dólar” (que incluye “Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más” y “El bueno, el malo y el feo”), introdujo una serie de elementos que le dieron a estas películas, junto al estilo visual del director, una identidad propia. Algo que se potenció en “Érase una vez en el Oeste”, donde las piezas musicales que identifican a cada uno de los personajes denotan el profundo entendimiento entre Leone y Morricone, algo que alcance su apoteosis en el recordado duelo final entre Frank (Henry Fonda) y “Armónica” (Charles Bronson), en el cual la música es lo que define la intensidad.
A diferencia de otros compositores, la obra de Morricone tiene la particularidad de haber logrado trascender los filmes para los cuales fue planeada. Bandas sonoras que gestó, sobre todo en los años ‘80, hoy son valoradas, escuchadas y amadas por el público aún cuando las imágenes a las que acompaña hoy hayan quedado en el olvido. Un ejemplo paradigmático es el de la película “El profesional”, protagonizada por Jean Paul Belmondo en 1981. No muchos recuerdan el tema “Chi Mai”, que Morricone utilizó para ese film, sin embargo, fue tal su propagación que hasta hoy se utiliza como telón de fondo en ciclos radiales y televisivos para dar idea de melodrama. El caso que guarda relación con bandas sonoras como las que John Williams compuso para “Tiburón” o Nino Rota para “El padrino”: ya son parte de la cultura popular.
Morricone fue capaz de sostener su propia personalidad musical independientemente de los directores y los géneros en los cuales debió moverse a lo largo de más de seis décadas de carrera. Para demostrar su capacidad, basta recordar que gestó bandas sonoras memorables para narradores complejos y rupturistas como Terrence Malik (“Días del cielo”). Para creadores atentos a las posibilidades de los géneros populares como Brian de Palma (para quien compuso la épica y evocadora música de “Los intocables”). Y para autores inclasificables y profundamente cinéfilos como Quentin Tarantino, a quien le regaló la oscarizada y magnífica banda sonora de “Los ocho más odiados” en 2015.
Es muy posible (y este documental de Tornatore, en algún punto, lo demuestra) que dentro de algunos siglos tal vez muchas películas en las que intervino sean olvidadas, pero los sonidos elaborados por Morricone permanecerán por siempre en la memoria. Como las óperas de Verdi.