Es nochecita en la temporada 2024/25 en Mar del Plata. ¿Vamos a verlo? -le dije al gordo Leo, Leonardo. Él estaba de zapatillas abiertas y camisa abierta, en playa Grande, esperando encontrarse con los movileros de los canales de Buenos Aires que transmiten desde allí. Hay “cholulos” de los actores. El Gordo Leo es “cholulo de los movileros y de los productores”, es su sueño. Me dijo que no, que no le interesaba eso.
Me fui para el lado de “Chapa”. Debo aclarar, como me aclararon a mí. Transcribo. Para ira este after ahí que ir para Mogotes, seguir y pasar El Faro rumbo a “Chapa” (ya no se dice Chapadmalal) y “Chapa” es una zona clara pero difusa en límites. Tenés que ir por arriba, a la vuelta “si querés venís por la costa”, pero a esta hora no. Está lleno de turistas que buscan playa, sol y mar.
Yo debía ir rumbo a Chapadmalal (“Chapa”) por arriba, la zona de los nuevos predios inmobiliarios y del Coto, que no dejaron que se instalara en Mar del Plata y lo hizo en las afueras, para el lado de “Chapa”, pero por el camino de los countries. Súper/súper grande.
Rumbo hacia allá, por el camino de arriba hasta una curva larga y una rotonda, ya en la ruta/ ruta. Ahí doblá para la costa y vas a ver todo. No te podés perder.
El gordo Leo se quedó, él se lo pierde. Se lo perdió. Pero si venía tenía que explicarle que íbamos a un after de la tarde, que no es lo mismo que el after de la noche. El after de la tarde va desde las 06.00 hasta las 12.00 y, a veces, hasta las 02.00 pero nunca más allá.
Más preguntas. ¿Qué significa el término after? After es “después de”. Íbamos hacia El Calamar Loco a un after para escuchar y ver a Konstantin en eso, en un after. Era demasiado para Leo. Era demasiado para mí.
La gente de El Calamar me dijo: “Quédese aquí, va a pasar por aquí” nos puso en un sitio alto y agregó: “Este es un VIP, pida lo que quiera”. Pedí soda, trajeron agua sin gas. Fresca.
En El Calamar Loco hay VIPs... (El Calamar Loco, Chapadmalal, Buenos Aires, Argentina. Casapampa Beach Ruta 11, Chapadmalal).
“Esto es así, vení, sentate...”. (yo me quedé parado) Era mucha gente y demasiadas cosas nuevas para estar sentado. Se aprende pronto, porque no es precisamente parado, es estar de pie, pero en movimiento. Le enseño como se baila. Sígame. Levanta un pie y lo pone en el mismo lugar, lo levanta de nuevo y lo corre hacia fuera un poquito, no mucho. Levanta el otro pie y lo vuelve a poner en el suelo, lo levanta de nuevo y lo corre un poquitito, acercándolo al otro pie. Uff. Ya está. A los 10 minutos puede agregar los hombros inclinándose. Después, cuando ya esté acostumbrado, debe agregar, movimientos hacia delante y hacia atrás de su cabeza. Ya cuando el vaivén lo tenga como un marinero en mitad de una tormenta sonría, pida una cerveza, entonces saluda con la botella de cerveza en la mano y sigue y sigue. Listooo. Ya sabe bailar.
“Ya va a pasar, por aquí es por donde debe ir hasta el escenario...” (Konstantin, obvio). Un joven con un “fumoir” rojo y su pareja con un vestido largo color mostaza. Una niña con uno de esos flecos de las lámparas. Muchos flecos como pollera. Sueltos. Un pequeño sostén arriba. Botas. Pelo suelto. Bailaba. Dos jóvenes, camisa de lino suelta, zapatillas blancas, pantalón ancho, también blanco. Bailaban. Todo bailan, ya le dije como. Por allí alguien suelta más una mano o revolea un poco más el torso o gira más rápidamente la cabeza. Muchos anteojos oscuros. Es así. No sé por qué.
Ahí pasa. Hey... Siguió de largo. Luces. Schum. Schum (pequeños retumbos) Chuck/schuck... toom... Tum, Spat, Spat. Fiiú. Y ahí va: Schum. Schum Chuck/schuck... toom... Tum, Spat, Spat. Fiiú (la música no para, ya le dije como se baila, solo o con muchos cerca, es lo mismo).
Para llegar a El Calamar después de la rotonda llega a la ruta. Suba. Diríjase hacia el mar, cruzando la ruta. Controles para el auto. Controles para usted. Entradas. Pulsera según donde vaya. Autos cuidados. Todo cuidado. Muy bien cuidado.
El Calamar tiene un abajo y un más abajo. Es hacia el mar que allí se ve. Y la playa, que es esa de todos los días. En los altos de la playa los VIPs y el escenario. Me acerco. Ya lo veo, de aquí puedo verlo. Lo veo. Se mueve. Rubio. Joven. Llegó poco antes de las 09.00 y empezó. Ya le dije. Hay silencios. Pequeñas voces, como trozos de una melodía que se extiende y no se define y sube y baja. La gente se entusiasma. Soy la gente.
Schum. Schum (pequeños retumbos) Chuck/schuck... toom... Tum, Spat, Spat. Fiiú. Y ahí va: Schum. Schum Chuck/schuck... toom... Tum, Spat, Spat. Fiiú (la música no para, ya le dije como se baila, solo o con muchos cerca, es lo mismo).
Alguien lo trajo. Si, El Calamar. No era fácil. No. Hay after todos los días. Algunos más, otros menos famosos, los animadores se acercan y hacen lo suyo. ¿No hay un “sponsoreo” aparte...? -eso pregunto-. Una voz responde: “es que El Calamar crece y oferta estos riesgos: un grosso que entusiasme”.
Muchos muchachos con saco negro y serios mirando todo. Hay lugares por donde no se puede cruzar. Todo es fácil siguiendo las huellas. Y bailando. Se lo repito: Schum. Schum (pequeños retumbos) Chuck/schuck... toom.Tum, Spat, Spat. Fiiú. Y ahí va: Schum. Schum Chuck/schuck... toom... Tum, Spat, Spat. Fiiú.
Es difícil escapar. Una hipnosis. Bebo un trago de agua fresca. Poco tabaco. Algunos “vapeadores”. Cerveza en mano. Sonrisa. Bailan todos. Conos de papas fritas. Hamburguesas. Mas cerveza. Mas sonido. Mas gente sonriendo. Se hace noche y noche.
Disculpe... estoy esperando a Konstantin... “Si, ya termina y pasa por aquí. Lo va a saludar”.
La vida del DJ, del músico, esta música, esta forma de la comunicación, del sonido, que no tiene idiomas, tiene modos de atravesar cualquier pared.
Dice María Bethania: ni el perfume ni el sonido se pueden detener, no hay censura que frene un aroma o una canción. Esto de Konstantin va por ahí, se lo quiero preguntar. La gente de El Calamar es amable. Van. Vienen. Baldes con botellas. Vienen. Van.
No nos entendimos. A veces pasa. Suena la música. Konstantin se va por la mitad de la pista, mitad de la playa/playa. Lo espera un auto (negro) ya está lista la fiesta, el after, pasada la medianoche.
Confieso que bailé y miré y perdí mi cabeza en algún retumbo. Tal vez no necesitaba verlo a Konstantin, simplemente entender que eso hace, que me lleva perdido dos horas, tres horas escuchando algo, algo que no es una canción sino sonidos que despiertan otros y las luces y esa gente y soy uno más en El Calamar, en mitad de la nada, más allá de Mar del Plata (esto no es aquello y aquella ciudad no es esto) y la gente de El Calamar me dice: se va a Europa, a Brasil, a Estambul, hacia algún lugar. Todos sonríen. Yo también.
No necesito a Konstantin. Con El Calamar me alcanza, Volveré. Ya se bailar. Soy gente de los after. ¿Qué tal?
Busqué en el “Google”, solo para que no se ría de mí el gordo Leo.
“Konstantin Sibold es un artista que ha venido en crecimiento constante en la última década. El sonido melódico de sus creaciones lo ha llevado a tener el apoyo de muchas de las mejores disqueras del mundo como Afterlife, Innervisions y de los DJs más reconocidos. Su versatilidad como DJ a formar parte de los eventos más distinguidos como Tomorrowland y Awakenings, y a compartir booth con gigantes como Maceo Plex, Amelie Lens, Adriatique, Solomun, Tale of Us y muchos otros”.
Con eso alcanzaría, pero yo lo vi. Soy otro. Estuve en el after. Se bailar esa música ritual. También sé que responder si me preguntan quién es Konstantin. Todos los días (y algunas noches) se aprende algo nuevo.
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