Cuando en la temporada de verano 2022/2023 apareció este espectáculo ni el titular del emprendimiento (Carlos Rottemberg, dueño del teatro Neptuno, en Mar del Plata) pensaba en algo tan rotundo. Cada temporada es una apuesta. Se gana y se pierde. Ése fenómeno de “La Jenny” lo sorprendió a Rottemberg y le abrió un estante más a su conocimiento: las redes son un una sima o una cima: elija. Corrección, usted no elige, es el misterio de eso, de las redes, el que decide... misteriosamente.
Recuerdo que vinieron varios colegas de Buenos Aires para auscultar, entrevistar, preguntar, observar un fenómeno que llenaba y llenaba sin haber pasado por Buenos Aires, prácticamente sin notas, entrevistas ni participaciones en los adocenados programas de espectáculos de las “Casas Centrales” de la televisión. Lo suyo era el TikTok y las otras variables.
Ya en la temporada 2023/24 la prevención estaba. El Diario La Capital decía, para anunciar aquella temporada: “La Yenny. ¿Dónde está Juan Carlos?”, el nuevo espectáculo del comediante e influencer Wali Iturriaga, estrena este viernes 5 de enero, a las 21.30, justo un año después de iniciar su primera temporada teatral, en el mismo espacio: el Teatro Neptuno.
Después del enorme éxito de público y el premio Estrella de Mar “Revelación”, la familia completa -y con nueva integrante tras el nacimiento hace 20 días de la quinta hija del artista, Luna- ya se encuentra instalada en Mar del Plata, ajustando los últimos detalles de la nueva propuesta”.
El sólo hecho que nadie supiese quien era indicaba que fue una verdadera “Revelación”. En la segunda temporada, por mérito de su trabajo y del aplauso continuado, obtuvo reconocimiento como labor humorística. Es un punto que no se aclaró en esta crónica. Se trata de humor en el escenario.
Este año, la obra realiza funciones de miércoles a domingos, a las 22, en el Teatro Lido.
“En su tercera temporada, volvió al escenario el popular personaje “La Jenny”, que en esta nueva versión de la obra de Wali Iturriaga se enfrenta a la rebelión de Juan Carlos, su marido.
No solo a través de sus personajes, el correntino Wali Iturriaga tiene una particular conexión con el público que, noche a noche, lo espera a la salida de las funciones para saludarlo, agradecerle y, también, contarle anécdotas que pueden nutrir a “La Jenny”.
“La obra, dirigida por el propio Wali y con producción de Lucas Tamer, obtuvo el premio Estrella de Mar 2024 como mejor humorista”.
Dos cuestiones. La primera una cuestión técnica: aparece, de modo indistinto, Yenny y Jenny. En el último programa de mano es con la letra Jota. Respetar los textos de los que se toman párrafos no aclara la confusión, pero se prefiere no alterar textos que están así en los archivos gráficos.
La segunda cuestión es un interrogante que aparece y aparece. Eduardo Beltrán, Wali Iturriaga, como quiera mencionarse a la persona y al personaje sostiene, en esta temporada, el mismo punto central: aparece y se ríen. La Jenny actúa por presencia.
Una música obvia, apenas un ritmo exacerbado y aparece. El juego es el mismo. El actor es -a la vez -marido y mujer. Ni siquiera es un disfraz convincente o, si se me permite, se trata de una caracterización lo suficientemente torpe y elemental como para convencer que es una broma. Entender que ése personaje barbudo y con una peluca pajiza es el centro del esquicio cómico es parte del juego. Estamos avisados.
Después aquello que fue sorpresa: interacción con un telefonito como eje del espectáculo pasó de WhatsApp y textos a WhatsApp y video llamadas. Es el cambio mínimo.
Durante una hora el juego de marido que se va-mujer que lo expulsa, pero que lo necesita es un juego de antiguo teleteatro con una enciclopedia de frases comunes. Esas frases comunes logran su impacto. Jenny es un ejemplo de resoluciones obvias que en cualquier lugar son ciertas -lo fueron, lo serán - y ahora el escenario lo certifica.
En esta oportunidad, recuerdo haberme sorprendido por aquella oferta teatral en su debut en Mar del Plata (Teatro Neptuno 2022/2023); “la canción es la misma”, como decían los tíos de Led Zeppelin.
Es necesario hurgar más allá de la entretela. Fijarse en eso tan absoluto: la risa de los espectadores. Hay bromas de género. Hay insultos livianos pero están. Hay juego de “viejo café concert de sótano” donde el espectador participaba con un guiño cómplice y era en algunos casos cornudo, en otros una sutil vampiresa.
La cuestión lleva al punto: ¿porqué puede hacerlo en un teatro lleno y con luz de sala?. Bromear con una, señalar a otro. Lo hace.
Está claro que saben de quien se trata. Se trata de un muchacho correntino que trabaja con su mujer y sus hijos (todos, todos sus hijos). Que simula un matrimonio correntino viviendo en algún lugar del país. Con la livianísima historia del amor y el desamor (livianísima y universal) de esa dupla semi gauchesca y súper elemental.
Para el ensayo sociológico dos preguntas: qué mensaje propone y no traiciona, que propone en redes, ya que su público es originalmente ese, que se traslada de forma de comunicación, como si necesitase refrendar conocidos juegos humorísticos de TikTok de Jenny. Qué adhesión despierta ese mensaje... esa es una pregunta.
El otro interrogante es de más difícil respuesta: Jenny propone inocencia dentro de la promiscuidad de su personaje. Jenny es pecadora, insulta, agrede, deja fuera del mínimo centro de gravedad sociológico a su pareja (él, es el mismo, claro está) y en se juego, de inocencia que debería perderse y se acrecienta, encuentro el secreto -de Jenny- que no puedo explicar, acaso porque es secreto.
Me refugio en un concepto equívoco, casi un oxímoron: La Jenny es una pecadora inocente. La platea llena no lo sabe bien, pero sostiene esa posibilidad desde el comienzo hasta el aplauso final. No aplauden un esquicio teatral, aplauden sus ganas de ser inocentes una vez, al menos una vez. Nadie lo es, pero al menos que ella siga siendo inocente: Jenny. En realidad no son aplausos fuertes -que lo son-, son una elección por eso: la inocencia.
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