Viernes 30.12.2022
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Shlomo Lerman falleció en junio de 2002. Jamás le contó a su familia las circunstancias que lo llevaron a dejar su Polonia natal ni les explicó como el Holocausto lo había obligado a separarse de sus seres queridos. Veinte años después de su partida y tras una minuciosa investigación, su nieta Adriana Lerman publicó a través de Editorial El Ateneo el libro “El dolor de estar vivo”, que reconstruye a través de cartas, fotos y documentos esa crónica de los tiempos del nazismo que su abuelo judío no fue capaz de verbalizar. Que tiene que ver con el desarraigo, la pérdida y la angustia. Pero también con la esperanza, el encuentro y el amor por la familia.
Adriana Lerman nació en 1971 y se crió en el seno de una familia judía tradicional de Buenos Aires. En su libro, investiga su propio árbol genealógico. Foto: Gentileza de la autoraLerman, que es farmacéutica y cuya relación con la literatura se produce para indagar sobre sus orígenes, contó en una entrevista con este medio como nace “El dolor de estar vivo”. Hay que ubicarse en los días posteriores al fallecimiento de Shlomo. Fue entonces cuando el papá de Adriana descubrió una carpeta con documentación, tarjetas y fotos de la juventud del abuelo, que guardó como un tesoro. Esos papeles estaban escritos en polaco, idish, hebreo y francés. También halló un libro con tapas color bordó. Cuando lo abrió, vio una foto de su padre. Ese libro resultó ser el libro recordatorio de la ciudad polaca Ostrowiec Świętokrzyski (el pueblo natal de Shlomo) escrito por familiares y sobrevivientes del Holocausto.
El papá de Adriana conservó todo ese material y trató averiguar de qué se trataba y descifrarlo a través de su árbol genealógico. La tarea le resultaba muy difícil hasta que la propia Adriana comenzó a investigar. “Cuando empecé a traducir toda esta documentación, que está en muchos idiomas, lo que salió a la luz era demasiado. Y la única forma que tuve de hilvanar todo esto fue relatarlo. Al principio, lo hice en tercera persona. Pero cuando me puse a escribirlo, lo empecé a narrar en primera persona. Me puse en la piel de mi abuelo. Lo hice sin pensarlo, porque esto no nació como un libro, sino como una investigación. Así empecé a entender lo que le pasó a mi abuelo. Cuando finalmente lo terminé, la editorial Ateneo se interesó”, explicó la autora.
Portada del libro. Foto: Gentileza El AteneoUna historia dentro de la Historia
La de Shlomo -que se tuvo que ir de su país poco antes de la Segunda Guerra Mundial ante un escenario monstruoso para los judíos y años después fue el zeide de una familia porteña judía- es una una historia real donde mucha gente se puede sentir identificada. “Empecé a sentir que era la voz de mi abuelo, porque él no lo pudo contar. Pero pareciera que él había dejado todas estas pistas para que alguien las encuentre y pueda reconstruir su vida”. Tan grande era para Shlomo el dolor de estar vivo cuando otros no pudieron, que no solo nunca habló de su pasado, sino que ni siquiera conservó su nombre. “En polaco, él era Shloma, en idish Shlomo. La traducción al castellano es Salomón. Sin embargo, cuando vino a la Argentina se hizo llamar Simón, probablemente debido a que lo anotaron así. Muchos años después, decidió cambiar su nombre a Salomón, lo único que pudo recuperar de su juventud”, precisó Adriana.
Fotografía tomada el 21/06/2017 a la entrada del antiguo campo de concentración de Auschwitz. Foto: Archivo / DPAEl dolor creó un muro de silencio que Adriana tuvo que derribar para poder finalmente relatar una parte de la vida de su abuelo. “Yo digo que es la generación del silencio porque aquellos que vinieron antes de la guerra y aquellos que sobrevivieron al Holocausto, no hablaban. Bloqueaban sus recuerdos para poder seguir viviendo. Por otro lado, los hijos, los de la generación de mi padre, tampoco preguntaban, porque no les dejaban saber. El Holocausto y la Segunda Guerra no eran temas de conversación. La tercera generación, la de los nietos, es la más curiosa, la que quiere saber. Queremos que lo que le pasó a nuestros abuelos se conozca. Es que, de algún modo, cuando los rescatamos los volvemos a la vida”, indicó Adriana.
Hasta el momento, las devoluciones que obtuvo la autora respecto a “El dolor de estar vivo” fueron conmovedoras. Varios lectores se sintieron impactados por cómo Adriana logra volver a la vida, en cierto modo, a sus antepasados. Otros, se acordaron de sus propios abuelos. “Creo que esa identificación tiene que ver con que los argentinos somos hijos de inmigrantes. Esta es una historia personal, pero tiene algo muy universal. Trata de cómo las circunstancias llevaron a un hombre a tomar decisiones audaces que le terminaron salvando la vida. Si él no las hubiera tomado, tal vez hoy yo no estaría acá”, finalizó Lerman.
Vista de los campos de concentración nazis. Foto: Archivo El Litoral