Martes 2.4.2019
/Última actualización 14:58
La edición 2019 del Lollapalooza Argentina, los días 29, 30 y 31 de marzo en el Hipódromo de San Isidro, proponía desde el vamos una amplia paleta estética: quizás más que otros años, con el desafío de debutar como encuentro de tres días (lo que había quedado trunco el año pasado por la inclemencia climática).
La meteorología se fue acomodando para garantizar un fin de semana soleado, y el festival despegó bajo el refulgente sol del mediodía del viernes, con la presentación de bandas de la escena indie nacional: así pasaron Telescopios, 1915 y Conociendo Rusia.
El color de la tarde cambió con Wos y su hip hop fusión con banda eléctrica en vivo, con guitarra (tocada por Ca7riel, un colega), batería y teclados. El invitado fue Acru, con el que improvisaron cosas como “no paramos de subir, nos parecemos al dólar”. Luego pasaron integrnates de Banzai, en un segmento rockero de temas que grabó con ellos.
El trap seguía en el Perry’s Stage con Dak1llah, que pasó de la carpa en Cosquín Rock a un escenario multitudinario, también sumando trío en vivo a la pista y las bailarinas. Tampoco se privó de disparar rimas en freestyle, en un show que la dejó extenuada. Terminó con “Sólo quiero bailar” y el estreno “Cuando sale la Luna”.
Escalandrum tuvo que sortear el desafío de presentarse en un festival de estas características, con una propuesta más intensa y compacta que la que trajeron recientemente a Santa Fe, con Pipi Piazzolla tocando más fuerte y Nicolás Guerschberg usando sonidos eletroanalógicos como el Rodhes. Cerraron con su “multiversión” de “Adiós Nonino”.
Los australianos Parcels trajeron un sonido funk de guitarras rítmicas, bajo grooveado y coros en falsete, cruzados con beats de electronica y fórmarreglos de synth pop.
La tarde de prolongó en la propuesta funk latin jazz “viajera” del saxofonista Kamasi Washington yn su mega banda (dos baterías, contrabajo, teclados, trombón, voz femenina y el aporte del contrabajista y cantante Mouse Mosley). El hombre de la túnica peopuso largos recorridos instrumentales con virtuosismo y groove.
Lo de los estadounidenses Portugal. The Man también pasa por la síncopa, pero cargada de de electricidad, cantando a dos o tres voces y haciendo algún medley con “Another brick in the Wall” y “Gimme Shelter”, con un lago solo del guitarrista Eric Howk desde su silla de ruedas.
Los Bring Me The Horizon son una especie de hijos del nü metal de fines de los ‘90 y el punk melódico de principios de los 2000, con algunos cortes y voces gururales de thrash y death metal, pero unos toques nomás. Se lucieron por el carisma del tatuado Oliver Sykes y la puesta visual (todo el escenario como pantalla).
Simultáneamente, la española Rosalía mostraba su fusión de electrónica y flamenco, subida a una tarima como un boxeador en medio del ring, rodeada de bailarinas de blanco.
Jorge Abner Drexler Prada ganó el Main Stage 2 en el ocaso, con su propuesta cancionera y “templadista”, profusa en mezclas rítmicas y tímbricas. Pasaron temas nuevos como “Estalactitas”, “Pongamos que hablo de Martínez” y “Asilo”, y viejos como “Universos paralelos” y “Sea”, entre anécdotas y recuerdos. “Al otro lado del río” pasó a capella como en los Oscar; cerró con “Todo se transforma”, “Bailar en la cueva” y “Me haces bien”.
Con el tempo recto y hacia adelante, con las guitarras rasgueadas para abajo típicas del indie rock, Interpol salió a dar un concierto prolijo, enmarcado en pantallas en blanco y negro y luz tenue sobre el escenario, ante una multitud ya compacta. Serios, un poco retraídos, los británicos se apoyaron en la voz entradora de Paul Banks (que se comunicó perfecto castellano) en canciones como “Rosemary”, “Fine Mess” o “The Rover”.
Austin Richard Post, alias Post Malone, vistió traje veteado que imita una camiseta argentina. Solo acompañado por la pista, se mueve entre el trap, el hip hop y la voz melódica del rock alternativo. Tatuado, enrulado y conversador, supo atraer la atención de la audiencia con sus canciones sobre marihuana y otros temas. En “Stay” agarró la guitarra acústica (“Me tomé un par de cervezas, espero no cagarla”) y redondeó con “White Iverson” (“La única canción buena que hice”), “Sunflower” (“tema para Spider-Man: Un nuevo universo”) y el hit “Congratulations”.
El clímax del día fue con el ultraguionado show de Twenty Øne Piløts, el dúo conformado por el cantante, compositor y multiinstrumentista Tyler Joseph y con el baterista Josh Dun. Salieron con el rostro cubierto frente a un auto en llamas, escoltados por pantallas intervenidas (efectos y sobreimpresos), con una fusión creativa que combina rip hop, rock, balada, reggae, dubstep, funk, en una lista enfocada en el reciente “Trench”. Hasta los roles se reparten: Joseph es querible, pero Dun es el que estimulas las hormonas de “las Pilis y las Milis”. Terminaron con camisetas argentinas, tocando sobre el público que vistió el amarillo y negro identificatorio.
La clausura electrónica estuvo a cargo del estadounidense Steve Aoki, que remixó vistiendo una camiseta de Boca el “Bella Ciao” (con imágenes de la máscara de Dalí de “La casa de papel”, y mostró sus colaboraciones con Britney Spears y los coreanos BTS. Hiperactivo, sacudió champagne como un campeón y mezcló “Three little birds” (Bob Marley) y “We are the champions” (Queen) en su set.
La segunda jornada abrió al mediodía con las sonoridades jamaiquinas de Yataians, y el duelo de cantautoras entre Candelaria Zamar y la más rockera Alfonsina (venida de Uruguay). Ca7riel fue el primer número de rap y trap de la tarde, con una banda en vivo de sonido electrónico pero sin pistas, acompañado por Paco Amoroso.
Para ese momento se anunciaba a Lelé: un DJ abrió el set con remixes para darle paso a Cande Tinelli en su show debut, acompañada por banda y bailarines en una una propuesta pop cancionera con matices electrónicos.(La opción para varios fue reincidir con el manso indie mendocino de Perras on the Beach en el Alternativo). “¿Dónde está Marcelo?”, gritó uno. Con algunos problemas técnicos, la tatuada diseñadora pudo mostrar su propuesta musical.
Llegó el turno del duo Perotá Chingó en formación ampliada, con una fusión folk moderna que va del soul a la vidala y del reggae a la cueca. El hit “Ríe Chinito” fue una de las más festejadas, en un pasaje acústico del set de Julia Ortiz y Dolores Aguirre, junto con “La complicidad”.
También estuvieron los brasileños Los Hermanos, encabezados por los cariocas Marcelo Camelo y Rodrigo Amarante, con su propuesta de rock tropicalista vestida por la sección de vientos. Por supuesto no podía faltar “Ana Julia”, especie de balada punk que fue su mayor éxito en la Argentina en la década pasada.
El australiano Troye Sivan salió en mangas largas y pantalón de cuero a la ardiente tarde, asombrado por la cantidad de público: “Es como estar en ‘Bohemian Rapsody’”, coemntó, mientras invitaba a cantar con él su repertorio de electropop (con dos tecladists-coristas femeninas), como Heaven (con bandera de diversidad sexual). La segunda mitad la hizo en musculosa y con sus temas más bailables como “Dance to This”, aunque uno de los picos fue con la lenta Animal. Se fue entre papelitos con “My My My!”.
Al tiempo en que Juana Molina convocaba al Alternativo, los ingleses de Foals subían al Main 1. “¿Qué onda, guachos?”, tiró el cantante Yannis Philippakis mientras le metían electricidad analógica al atardecer, en un viaje indie bailable espeso e instrospectivo de instante en instante.
Antes de que terminen los británicos ya sonaba “El amor después del amor” de Fito Páez en el Main 2. El rosarino llegó como la figura nacional de la jornada, y repartió su programa entre canciones nuevas y clásicos como 11 y 6. El santafesino Gastón Barenberg montó la batería como desde hace años, en una banda donde resalta Anita Álvarez de Toledo en los coros. Pasaron temas como “Al lado del camino”, “Circo Beat” y “Brillante sobre el mic”, con las letras cambiando para la ocasión. El tramo final encadenó “Ciudad de pobres corazones” (largo solo de Juani Agüero en la guitarra), “A rodar la vida”, “Mariposa Teknicolor”, “Dale alegría a mi corazón” y “El diablo de tu corazón”.
Era el turno de The 1975, pero el tercer escenario guardaba una sorpresa esperada: Annie Clark, alias St. Vincent, sola con su voz, su guitarra y secuencias electrónicas, presentando la placa “Masseduction”. “Pills” la hizo bailar como una muñequita en botas bucaneras. “¿Quieren mas música?”, tiró para anunciar la canción “Masseduction”. “No importa lo que pase en el mundo, siempre habrá tiempo para bailar”, tiró abriendo “Slow Disco”. Bajó de su tarima para ir al borde del escenario en “New York”, y remató con “Fear the Future”, que la dejó jadeando.
Sam Smith llegó con aplomo, presencia escénica y buen diálogo con la masa: “Estoy muy emocionado de estar en la Argentina por primera vez”, dijo el “chico Bond”, ya afianzado como figura pop. Su propuesta incluye beats bailables, vientos y coristas soul afroamericanos interactuando con su voz predispuesta al falsete del R&B y a narrar historias de desamor entre hombres como “Like I Can”. “Money on My Mind”, “Lay Me Down”, “Too Good at Goodbyes” fueron de las más cantadas y bailadas. Para “Promises” lució camisa brillosa y mucho histrionismo, seguido por “Stay With Me” (su mayor éxito) y “Pray”.
Arctic Monkeys sacudió el Hipódromo con “Do I Wanna Know?”, con un Alex Turner en plan es nieto de Johnny Cash, quizás porque son unos “jóvenes viejos” al decir de Rodolfo Kuhn. Se movieron entre la explosión valvular uptempo de “Library Pictures”, la densidad de “Knee Socks” y la balada vintage “The Ultracheese”, levantando nuevamente con “Teddy Picker” y “Crying Lightning” (casi un tango brit) entre otros. Con Alex en el piano Rodhes comenzaron la sección de despedida, con Star Treatment y liquidando con “Arabella” y “R U Mine?”.
El DJ holandés Tiësto llamó al baile en la madrugada dominical: nada sobreactuado desde el podio, mostró un set bien intenso y bailable, con toques de dubstep, con reinterpretaciones EDM de “Seven Nation Army” (White Stripes) y “Zombie” (Cranberries) y colofón con fuegos artificiales.
El último día pudo concretarse y con grilla fuerte, una deuda del año pasado. Al mediodía abrieron los disco-picarescos Gativideo en el 1 y la rapera Naomi Preizler en el Perry’s, seguidos por el poewer indie de Barbi Recanati, estandarte del rock feminista. También pasó Bambi Moreno Charpentier, devenido solista desde que su hermano chocara Tan Biónica, entre otras cosas (se enojó porque lo apuraron a terminar); todavía sonaban las canciones funkies de Agrupación Capitán en el escenario Alternativo.
Los estadounidense Lany fueron los primeros internacionales del día, con el cantante Paul Klein con sus cachetes pintados con los vcolores argentinos. En paralelo, los cordobeses Salvapantallas (Zoe Gotusso y Santiago Celli) coparon el tercer espacio con sus trajecitos combinados y su pop melodioso y electrónico, encarnado en la voz compradora de la flaca; fue la primera participación mediterránea de una jornada docta.
Pero Lali Espósito ya presidía el Main 2, en amarillo y rosa (terminaría quedándose en body en la calurosa tarde) y la cosa se puso “Brava”: al frente de su banda y bailarinas la petisa desplegó toda su fuerza escénica. Pasaron “A bailar”, “Irresistible”, “Soy” y “Besarte mucho” frente a un público más adulto, que entiende mejor eso de “somos amantes/por atrás, por adelante” que canta nuestra princesita “cachito” del pop. Después de “Boomerang” pasó bien electrónica “Mi religión”, con Asesina con toques de dubstep. Terminó con “Tu revolución”, “Lindo pero bruto” (colaboración con Thalía) y “Caliente” (que grabara con Pabllo Vittar).
Dijimos cordobeses y sí, sucedió: el rey del cuarteto, Carlos “Mona” Giménez, fue la sorpresa de la grilla, como el año pasado Damas Gratis. Como un James Brown fernecero (saco rojo con calacas mexicanas e incrustaciones brillantes) colmó el Main 1 al frente de una banda numerosa (13 músicos) y eficiente; todo en medio de trencitos abajo y el diálogo de señas del cantante con sus coterráneos del público. Con su versión de “Un ramito de violetas conquistó a todos por igual, que se desenfrenaron con “Beso a beso”, “El marginal”, “Me mata” (de sus amigos de Kapanga), la explosión de “¿Quién se ha tomado todo el vino?” y la narcótica “La novia blanca”.
Desde Dundee, Escocia, arribaron los Snow Patrol de la mano de “Wildness”, su primer disco en siete años, aunque también pasaron temas viejos como “Run”, en el que Gary Lightbody y compañía mostraron su rock alternativo aéreo y melancólico, “Heal Me”, o la intensidad de “Called Out in the Dark”. El cierre fue con la festejada “Chasing Cars” y la levantada de “Just Say Yes”.
Sin descanso para el público, explotó en la tarde una de las bandas más esperadas: Greta Van Fleet, el proyecto zeppelineano de los hermanos Kiszka, vintage en sonido e imagen, unos hippies descalzos y melenudos: Josh Kiszka canta en la onda de Robert Plant pero luce un poco a Ray Dorset (Mungo Jerry), y todo suena a válvulas y Hammond. “Watching Over” larga maratón vocal y guitarrística, al igual que “Edge of Darkness” (con homenaje a Tom Petty en el solo).
En un nuevo volantazo estético, la griila fue para el lado de la familia Veloso: Caetano y sus hijos Moreno, Tom y Zeca. Arreglos de voces, bajo, guitarras, piano Rhodes y percusiones mínimas orquestaron las primeras canciones del pionero y de los vástagos (“Todo homem”, “A tua presença morena”), en un ocaso reposado.
Moreno recordó el aniversario del golpe del ‘64, y criticó a Bolsonaro por festejarlo. En “Alexandrino” hubo pistas de percusión, “Ofertório” fue dedicada a la madre de Caetano. Moreno cantó “O leãozinho” e hizo bailar a su padre con “How Beautiful Could a Being Be”.
Ya en horario central subió el cordobés Paulo Londra, revelación del trap argentino en redes y plataformas, que se presentó con DJ-segunda voz (Alan Tejeda) y tiró al aro de básquet en medio del set. “Hoy estamos de local, entiende los memes de los que nos reímos”, sabedor del lugar que ganó en tiempo récord, y afirmándose en su diálogo con la audiencia. “Dímelo” hizo cantar a los sub 23 que se la saben de memoria, al igual que “Cuando te besé”, que grabó con la mismísima Rebbeca Gómez (aka Becky G). Para la despedida se subió Steve Aoki con camiseta de Messi para bailar ATR con Paulo: “Es un fucking genio”, dijo el DJ del trapero.
Lenny Kravitz recuperó sus dreadlocks y su espíritu con “Raise Vibration”, su último disco. Pero el mulato sin edad comenzó su set con “Fly Away”, pegado a “Dig In” y “American Woman”: la bajista Gail Ann Dorsey (ex David Bowie) aportó coros, y el histórico guitarrista Craig Ross zapó sobre una base reggae, que se fue transformando en los vientos en “Get Up, Stand Up” de Bob Marley.
Ahí salió con que la Argentina es uno de sus lugares favoritos y todos eso, para presentar “It’s Enough”, de las nuevas, junto con “Low” (la más ganchera del álbum, quizás). La cosa se puso soft con “It Ain’t Over ‘Til It’s Over”, “Can’t Get You Off My Mind” y “Believe”.
El rock volvió con la mítica “Always on the Run” y “Where Are We Runnin’?”, en una seguidilla de éxitos radiales como “Again”. El adiós fue con “Let Love Rule” (incluyó baño de masas y abrazo a niñas, como político en campaña) y “Are You Gonna Go My Way”.
Para ese entonces el rapero y productor Kendrick Lamar ya había empezado su set (¿conflicto generacional?), con el primero de una trilogía de cortos bizarros ("Kung Fu Kenny) que jalonan el show; caminando con sus pantalones anchos un escenario despojado, con los músicos a los costados (con coros y varias cosas en pista).
Pidió que prendan las luces de los celulares para un minuto de silencio de dicado a un amigo fallecido, antes de “Love”. Cerró con canciones coreadas como “Bitch”, “Don’t Kill My Vibe”, “Alright”, “Humble” y “All the Stars”.
La conclusión fue con Odesza, proyecto de música electrónica de Harrison Mills y Clayton Knight, con percusionistas, vientos y cantante femenina en vivo, proyecto novedaosos aunque tal vez sean los menos bailables de los cierres: quizás ideales para convertirse en el chill out de tres días de exploración musical.