Julián Gorodischer
Julián Gorodischer presentó su compilación de textos periodísticos del período 1930-1998, el pasado 7 de diciembre en la flamante librería porteña Naesqui, en diálogo con el periodista Carlos Ulanovsky. Estuvo presente Beatriz Sarlo, en una de sus últimas apariciones públicas. Aquí, una reflexión del autor, junto a las palabras que le dedicara el invitado (y uno de los recopilados).
Julián Gorodischer
Temprano periodismo de experimentación: ¿qué significa el juego con la forma en medios masivos? Básicamente, tres procedimientos que anticiparon y resignificaron “a la porteña” el Nuevo Periodismo Norteamericano: el impresionismo de artículos, el tono ramplón (del cual Martín Caparrós y María Moreno son herederos), la redacción como portal a un mundo mítico.
Pervertir lo homogéneo: apuntes para una historia de la literatura de redacciones. Leo del prólogo de “Preciosas Mayúsculas”, la antología que compilé tras una profunda revisión de los principales medios del siglo pasado: “Se da una migración de mentes brillantes a las secciones blandas”. Por eso, los 30 y los 40 están hechos de miradas al óleo; los tiempos del aguafuertismo, cada cual a su modo, han comenzado: inteligente, Alberto Gerchunoff; romántico, Juan José de Soiza Reilly; bajofondista, González Tuñón. A veces digo que me habría gustado vivir en los gloriosos tiempos del diario El Mundo, eje de la discusión pública y la cohesión identitaria porteña, del cual el volumen “Preciosas Mayúsculas” da testimonio con una de estas perlas secretas que me costó tanto trabajo encontrar y resucitar: “La visita del médico”, firmada por Chamico, nada menos que el escritor y serialista gráfico Conrado Nalé Roxlo.
Esa mitológica vida bohemia de los primerizos experimentadores de la prosa periodística es lo primero que me atrajo a indagar en sus magistrales vericuetos formales, pura experimentación, como la mencionada pieza de Chamico donde se anticipa la popular hoy Autoficción, con visos de humor absurdo sin dejar de estar inscripta como No ficción, y por eso se ganó su lugar en las páginas del diario del siglo del papel.
Amo el periodismo del siglo XX porque en él es posible leer una identidad colectiva de la masa letrada, que llevaría a una de las mujeres de este libro, Sara Gallardo, a la tapa de Confirmado, por sus columnas predictoras del Life Style, en la célebre “La donna é mobile”, que conformaban por primera vez audiencia: las donnas, cual germen de revista femenina literaria al estilo Marie Claire o Vanity Fair.
No está Tomás Eloy Martínez, de Primer Plana, pero en su defecto está uno de los descubrimientos que hace este libro, que también fue un trabajo de investigación con archivos: la célebre Primera Dama -en 1966- narraba cómo vivía el antaño trabajador profesional independiente, esos veranos en casaquintas “cerca de la ciudad” y ella -anonimizada- era nada menos que Felisa Pinto, única autora con dos crónicas en la antología.
Con el genial editor bahiense Diego Rosake (Hemisferio Derecho), que le dio una oportunidad a este libro, decidimos que este conjunto no fuera un canon. No queríamos decir “las mejores”, ni “las más exitosas”, ni “las más leídas de su tiempo”; sólo secretas, porque eso nos motivó a una labor vivida como servicio: el de darles nueva vida y soñar con que sus medios originales las republiquen potenciando a nobles líneas que estaban en tumbas señalizadas con un código de catálogo.
Disfruté mucho del proceso que me llevó a este libro terminado; y la intensidad repicó en los 80 y 90, cuando me sumergí en medios que habían formado a mis editores de Página, en Humor, El Periodista, El Porteño, y ya estaba suelto en el arte de que me importara menos llegar a ser justo o representativo, y un poco más seguir el criterio de mi gusto personal en el marco de una selección de autor: por eso está tan presente la crónica urbana, el derrotero de una mirada en tránsito; primero porque es a lo que me dedico desde “La ruta del beso” (Norma) y “La ciudad y el deseo” (RHM) hasta mis excursiones metropolitanas actuales para La Nación, pero también porque ahí entiendo que está la marca de la identidad de ese escritor de redacciones, en aguas abiertas por Gerchunoff, González Tuñón y Enrique Mouliá hasta llegar a Jorge Di Paola, Horacio Verbitsky y Enrique Symns.
De “la gente del otro lado de la estrella” de Tuñón a los relacionamientos con las fuentes de Symns o Viviana Gorbato hay un reportero médium despersonalizado, ávido de ser completado por la historia ajena. Escucha interesada, favoritismos, piedad, empatía: ahí es donde nace una historia movida por el ímpetu, por el sesgo, por el cariño; ¿y hoy dónde quedó esa magia?
Acá también está Osvaldo Soriano haciendo virtuosismo escénico en primera persona siendo invitado a “La noticia rebelde”, aquel programa que era como un medio gráfico satírico en la pantalla pública, como un primo hermano de Satiricón o Humor. Por primera vez en la historia póstuma de la obra de Soriano, la agencia internacional Guillermo Schavelzon y la familia del escritor -su viuda y su hijo- cedieron en forma totalmente desinteresada y sin cobrar el arancel a la reproducción de este artículo, y eso es por el respeto que le tuvieron a la labor de Diego Rosake como editor y a mi trabajo previo como compilador. Y eso es porque primero, antes de “Preciosas...” estuvo la antología “Los atrevidos. Crónicas íntimas de la Argentina” (Marea), a favor de una No ficción desligada de convencionalismos, voluptuosa y densa (como recomendaban los manuales de periodismo) y a la vez untuosa y vaporosa prosa de prensa.
En un mundo de idolatría del click y la duración de un minuto de storie y dos minutos de reel, todo lo que queda, al margen de que sacia por momentos el ansia narrativa, no conduce más que a la añoranza del medio de papel, a la idea de “pieza”, de “pieza secreta”, hoy revivida pieza que pedía un rescate urgente.
Gracias Julián por invitarme a la aparición de tu nuevo libro. Y esto también: me encanta, por fin, haber conocido esta librería que, se nota, con tanto amor cultural (juntado en tantos años de crecer entre libros) instaló Nacho Iraola. Que sea por muchos años.
En 1874 el músico ruso Modest Musorgski compuso la suite sinfónica para piano conocida, hasta hoy, como Cuadros de una exposición. Inspirado en una serie de dibujos y pinturas del artista Víktor Hartman, el compositor les puso música a las variaciones plásticas de su amigo. 150 años después, el periodista argentino Julián Gorodischer encontró en una serie de valiosas piezas periodísticas (de distintas épocas, estilos, formatos y géneros) la oportunidad de armar sus “Notas para una Exposición”. El resultado de ese trabajo de investigación es el libro “Preciosas Mayúsculas, piezas secretas en el periodismo del siglo XX (1930-1998)”. Y lo de la exposición no es una forma de decir. Además de impresas en el volumen que editó hemisferio derecho, de Bahía Blanca, están colgadas en el hall de la Biblioteca del Congreso de la Nación, como lo que son, y como pueden verse y leerse, pinturas valiosas, retratos de colección, el afectuoso reconocimiento a escritores de redacción (y viceversa) y a textos que, de este modo, pierden un poco del inevitable destino fugaz de todo trabajo periodístico. No por nada, algún maestro calificó al periodismo como literatura apresurada.
No es que, de tan parecidos, fueron separados al nacer, pero persisto en la superstición de que Musorgski y Gorodischer tienen algunas fronteras comunes. El músico nació en Kanevo, Rusia. Los ancestros de Gorodischer, deben haber andado por esos barrios del este europeo. Los dos innovaron. El autor de la ópera “Boris Godunov” lo hizo desde la música rusa del siglo XIX, en la época del romanticismo y como defensor del estilo musical nacionalista. Autor de seis libros, compilador y prologuista de otros, especialista en no ficción y en crónica contemporánea Julián innovó en periodismo performático. Mientras lo de Musorgski fueron sus partituras, que influyeron en compositores-intérpretes como Shostakovich, Ravel, Debussy o Rimsky-Korsakov, el autor de “Preciosas Mayúsculas” y otros seis libros anteriores, recupera a textos y autores que no saben de épocas para instalarlos en el presente. En algo no se parecen. Parece que Musorgski fue un auto didacta, en tanto Gorodischer se licenció y se doctoró en las ciencias sociales y en la comunicación.
Voy a la tarea, al esfuerzo, a lo que con tanto compromiso hizo Gorodischer. Durante un año, tal vez más, se metió en hemerotecas buscando en diarios y revistas temas y firmas que le guiñaron un ojo. Lo que consiguió -y eso salta a la vista leyendo el libro- es construir, o más precisamente, reconstruir una puesta al día de pasado y presente del periodismo argentino. Un trabajo digno de imitación y de continuación, que ojalá se haga, ampliando recorridos, nombres, medios, temáticas. Buceó página tras página en veinte publicaciones de distintas épocas y de los que sobreviven cinco (La Prensa, La Nación, Clarín, Página 12, Perfil). Los autores son veintiuno, catorce hombres y siete mujeres. Cinco de ellos todavía ofrecen batalla, en este raro mundo en el que periodismo y redes sociales son, lamentablemente, un solo corazón.
El sumario de firmas es de un prestigio evidente y único. Gerchunoff, Raúl González Tuñón, y el sorprendente Juan José De Zoiza Reilly, pero también Jorge Di Paola, Osvaldo Soriano y Jorge Asís, mimetizado en su alias, Oberdán Rocamora, mujeres como Felisa Pinto, Sara Gallardo, y la aquí presente, profesora Sarlo. Pero también Conrado Nalé Roxlo y Luisa Mercedes Levinson; Silvina Bullrich y Dalmiro Sáenz; Horacio Verbitsky y Viviana Gorbato: Wimpi y Luisa Sofovich; Enrique Symns y Americus, Enrique Mouliá y yo mismo, infiltrado en esa reunión de celebridades. Recomiendo este libro, que me gustó y me sorprendió de punta a punta. Hasta la dedicatoria me encantó: Gorodischer reconoce la labor de las bibliotecas públicas y a quienes trabajan en ellas. Dato para no pasar por alto en un momento de estigmatización a todo lo público.
Si me permiten tengo una pregunta (en realidad una pregunta doble) que quiero hacerle a Julián... ¿cuándo y dónde (incluso, con quién) dirías que se inicia el periodismo moderno en la Argentina?... y hoy, diciembre de 2024, ¿dónde se puede encontrar ese periodismo, habida cuenta que sugerís que la historia del periodismo argentino se interrumpió en los años 90?
Y ahora sí, termino. Reitero mi recomendación. Me gustó mucho la idea, la propuesta y la realización de este atrevido libro. Felicitaciones Julián: tus mayúsculas son preciosas, pero las minúsculas también. Muchas gracias.