Domingo 26.11.2023
/Última actualización 23:22
La primera jornada del Primavera Sound Buenos Aires arrancó a las 14.55 en el Stage Primavera (lado a lado con el Heineken, los dos espacios centrales del encuentro) en un sábado soleado de noviembre. Fantasmagoria, el proyecto de Gori (Carlos Ramiro Loncharich, aquel cofundador de Fun People), en un compacto set de 30 minutos, con sus colores pop/postpunk, con guitarra acústica, saxo y teclados. Se volvieron grupo vocal a capella, acompañados por palmas y pisotones, y se pusieron rocanroleros en “El Sheriff”.
Al rato, Mi Amigo Invencible enarboló su indie sutil y cancionero, con la voz voladora de Mariano Di Césare, las teclas vintage de Pablo Di Nardo, las guitarras sinuosas de Nicolás Voloschin y el bajo contundente de Lucila Pivetta, la compañerita nueva de aquellos compañeros de secundaria (siempre contenta). Así pasaron por “Un par de árboles”, “Fósil”, “Bib-bip no me hables” y “Suavemente entusiasmado”, esa de “Somos tres en el colchón”. También “Mapa” y “Batalla gigante”.
Beat de percusión de Leonardo Gudiño se sumó a la batería de Arturo Martín para atravesar “Máquina del tiempo”, en la que Di Césare bajó al piso de los camarógrafos, para estar más cerca del público. Después contó “Acá hay una cintita que dice RS - The Cure”, anticipando el plato fuerte de la jornada. Remataron con “Impecable”, “Manto negro” y “Desayuno continental”
Fantasmagoria, el proyecto de Gori, desplegó un compacto set de 30 minutos. Crédito: Gentileza Mora Alarcón.Para esa hora, Fermín había inaugurado el Stage Barcelona, y Hombres Bien el Nobody Is Normal.
Conocidos y sorpresas
Massacre salió enganchada al final de MAI, con Walas (de pelo rojizo) y el Tordo Mondello (con auriculares aislantes de vincha) a la cabeza. Te veo al revés “¿Cómo andan, hijas de Rial?”, despachó el inefable vocalista antes de “Te arrepiento” y “Querida Eugenia”. “La niña Dios” llegó con videoclip, en un entramados de teclas de Fico Piskorz, guitarra del Tordo y Theremin de Walas (tras sacarle la cabeza de maniquí que lo cubría, parte de la decoración habitual). “No hagan esto en sus casas”, dijo, antes de entrarle a “La cita” (inspirada por Adrián Dárgelos de Babasónicos).
“Estoy viendo que algunos periodistas y críticos dicen que Massacre debería ser prohibida. Pero hay mucha más gente que dice que es ‘La octava maravilla’”, disparó el carismático frontman antes de hacer dicha composición. Luego pasarían “Sofía la super vedette” y “Ella va”.
Walas, líder de Massacre, sacudió el Primavera con hits como “Tanto amor" y “La reina de arte”. Crédito: Gentileza Franco Puente.A esa misma hora actuaron en el Barcelona (a una caminata de distancia, y en una superposición poco feliz) los irlandeses de Just Mustard: un indie oscuro y shoegazer, sostenido por la voz aniñada de Katie Ball (un mix de Dolores O’Riordan y Mika Nakashima), contrapuesta a la del guitarrista David Noonan. Se mirarán los zapatos, puede ser, pero su música es un trance hipnótico.
Para ese entonces, los locales sacudían el Primavera con hits como “Tanto amor, “La reina de Marte” y “Plan B (anhelo de satisfacción)”, con la que se despidieron. Terminaron antes que los de Dundalk (condado de Luth), que hacia el final se pusieron más intensos y “sónicos”, con el guitarrista Mete Kalyon haciendo bramar su pedalera.
Esas tablas quedarían para Richard Coleman, mientras en el NIN sonaban las rimas de Rompe 99 (con alguna cita del “Give it Away” de los Red Hot Chilli Peppers, otros visitantes ilustres de la semana).
Problema resuelto
Para el escenario cervecero se arrimaron los ingleses de Black Midi, que sufrieron una falla técnica que los privó del PA, con lo cual empezaron zapar con el sonido de escenario una versión de “Libertango”, de Astor Piazzolla, hasta abandonar el escenario para la reparación.
El stage Barcelona se ubicó a una caminata de distancia del escenario principal y sobre él también tocaron reconocidas bandas como Mi Amigo Invencible. Crédito: Gentileza Franco Puente.Volvieron Geordie Greed (voz y guitarra) y Matt Kelvin (guitarra) de camisa sport y Cameron Picton (bajo y voz) en campera de cuero; imagen contrapuesta a la del virtuoso afrodescendiente Morgan Simpson (batería) de pelo largo trenzado y torso desnudo. De Midi no tienen nada: pura electricidad analógica, en extensos viajes instrumentales (mixtura de ritmos, patterns y climas), pulsando las cuerdas con los dedos o unas púas muy gruesas; todo mechado con letras bastante recitadas. “Buenos Aires, Argentina, gracias por esperarnos”, dijo Kelvin en castellano.
Al final, amenazaron con irse en el horario previsto, pero había margen entre los escenarios siameses para quedarse diez minutos más. Mientras tanto, el trío femenino local Las Tussi agitaron el Nobody Is Normal con su punk rock alocado y directo.
Rusos y británicos
A las 18.30, Mateo Sujatovich recibió la pelota de los británicos, a la izquierda de los espectadores, al frente de su proyecto Conociendo Rusia. Su chomba ajustada blanca y su pantalón de vestir crema hacían juego con los colores de su Gibson Flying V, abriendo el set con “La puerta” y “Tu encanto”.
Al saludar destacó que llevaban siete meses sin tocar con “les muchaches" (la agradable Chechi de Marcos en coros y guitarra acústica evita que sea “conociendo tipos”), antes de “Otra oportunidad”, “Puede ser” y “A la vez”. “Olé, olé, Ruso, Ruso”, recibió el solista encubierto, antes de “Se me hizo tarde”.
“Quiero invitar un nuevo buen amigo, que ayer la rompió en el Luna Park: desde España, Leiva”. Juntos hicieron “Mundo de cristal”, su colaboración discográfica. De ahí Mateo se fue para la algo folk “Luces de neón” y la sentimental “Cosas para decir”, reservándose las partes de primera guitarra; todo antes del himno “Cabildo & Juramento”, con solo jazzístico de piano de Francisco Azorai.
Cambiando totalmente de clima, Sujatovich se animó a “Rezo por vos”, clásico de Spinetta y García, buscando con su voz el color vocal de cada uno, siempre secundado por Chechi. “El rock argentino es lo más lindo del mundo”, comentó. Redondeo su acto con “Quiero que me llames” y “Loco en el desierto”.
A esa hora, 19.20 empezó a llegar más público, y también arrancó el set de Slowdive en el Barcelona. La voz profunda y sugestiva de Rachel Goswell (también toca guitarra y teclados) se suma a su pelo bicolor y el tapadito y vestido largo negros: todo muy sugerente y del gusto del público que fue por The Cure. El guitarrista Neil Halstead también protagonizó algunos clásicos del grupo.
Motonetas
Desde las 19.40, Él Mató a un Policía Motorizado presidió los escenarios centrales desde el Heineken (sponsor que dio a degustar vasitos a los que ingresaban, elogiable decisión). Santi y sus sidekicks comenzaron con “El magnetismo”, “Un segundo plan”, “La noche eterna” y El perro”, hasta alcanzar un clímax con “Más o menos bien”, seguida de “Tantas cosas buenas”, en aire de chacarera desde los parches de Doctora Muerte (Guillermo Ruiz Díaz). Agradecimiento, pulgar arriba y a “Nuevos discos”, bajos luces rojas. Ahí llegaron dos éxitos flamantes como “Medalla de oro” y “Diamante roto”, singles de “Súper terror”, su último disco. Pasaron también “El tesoro”, “Yoni B”, “Excálibur” y “El mundo extraño”: ese que habla de “La mejor versión de mí, un anti hit slowtermpo muy festejado. Subieron nuevamente con las melodías de guitarra con “Ahora imagino cosas”, conducidas por Niño Elefante (Gustavo Monsalvo).
“Vamos a hacer la última, han sido un público muy cariñoso. Ya se viene Dillom y después The Cure, así que la vamos a pasar muy bien. La última fue “Chica de oro” (tenían dos canciones más en lista, pero entregaron puntualmente para el armado de escenario del número central).
Chico travieso
Enseguida, diez minutos antes de lo anunciado, un trío de guitarra, teclado (alternando con el bajo) y batería empezó a activar para que llegue Dylan León Masa: cara de niño terrible (matizada por un bigotito), campera y botas de cuero, y bermuda de jean, con una mano femenina pintada en la entrepierna. Todo dado para un show que se prometía consagratorio.
La apertura fue con “Piso 13”, y “Una vela” de Intoxicados sirvió como Intro para “Rili Rile”. “Vamos con algo de lo nuevo, si alguien lo escuchó”, anunció para mostrar “Mick Jagger”. Siguió con su verba inflamada en “Side”, frente a una bandera al estilo rolinga (“El trapo de los pibes de Rosario”). Un solo metalero dio comienzo a la densidad de “1312”, con Muerejoven (compañero en la Rip Gang) como invitado
“Tengo algunos invitados más, me parece”, contó, antes de la punk “Latas” junto a K4 (quien tuvo su propio set en el NIN), terminando ambos en el piso. En el mismo clima llego “Ola de suicidios” (discutiendo nuevamente con la industria musical y sus resistencias).
“Intro western” descorchó el segundo segmento, que abrió (ya en cuero) con “Minimi”, y siguió con la ya célebre “Pelotuda”, que le valió su “olé Mínima”. “¿Están para un rato más, o están cansados?”, fue la pregunta. Acometió Ovario junto a Ill Quentin, el último de los visitantes de la Rip Gang. Con “Opa” siguió la incorreción política, antes de una versión fiel pero actualizada de “Nos siguen pegando abajo”, de Charly García, con protagonismo de la banda (que también aportó los coros). Otro coro vino de la audiencia: “Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta votó a Milei”. El solista se limitó a sonreír, pero permitió que se amplifique por su micrófono.
“La primera” y su dembow bailable cerraron el segmento. A esa altura, Roisín Murphy (ex cantante de Moloko, de catsuit negro con bombacha y pechos pintados de blanco y capucha inflable) estaba haciendo su set en el Barcelona, a caballo entre el de Dillom y el de The Cure, cuando ya muchos estaban esperando al príncipe dark.
Mientras tanto, una animación con recortes de papel en la pantalla llamó al último tramo del rapero argentino, con “Post Mortem”, la pop punk “Rocketpowers” y la machacante “Reality”, metido en la valla junto al público. “Muchas gracias por venir, hemos pasado una noche hermosa. Qué lindo cerrar el año así: en la casa de uno. Nos veremos ya el año que viene, tal vez con algo nuevo”, contó, antes de la lenta “220”, ya sin guitarra.
Historia viva
Pasaron 11 años de la segunda venida de The Cure, (muchos más desde la primera: hay toda una historia, que incluye cosas ardiendo). “Olé, olé ole olé, Robert, Robert”, se coreó ante la entrada de Smith: con ojos soñadores delineados, su sonrisa pintada y su consabida melena cuidadosamente despeinada; caminó sobre una larga intro de “Alone”, hasta llegar a colgarse la guitarra. Vistió una aplaudida remera negra (bajo la camisa negra) con el sol de la bandera argentina con rouge en los labios
“Otra vez fue un poquito demasiado largo, afirmó antes de encarar “Pictures of You”, abrazando el instrumento. Junto a él estaban Reeves Gabrels (veterano guitarrista, que se sumó en 2012, antes de la visitan anterior), Simon Gallup en bajo (con su look de muchacho postpunk/rockabilly, de jopo, patillas, pañuelo al cuello y remera blanca sin mangas, que decía “Buenos Aires, Argentina”), Jason Cooper en batería y el zurdo Perry Bamonte en teclados y guitarras (ambos también encrespados y delineados); y el pelilargo Mike Lord, técnico del tecladista Roger O’Donnell, en reemplazo de este durante la gira latinoamericana, debido a problemas de salud de su jefe.
Pasaron sin fisuras a “High”, y de ahí hacia “Lovesong”, dejando en claro que la propuesta era tocar dos horas y media de canciones “Esta canción se llama ‘And Nothing Is Forever’”, presentó, antes de la extensa apertura a dos teclados (piano y sinte), con Robert acompañando con shakers las estrofas, con un fondo de auroras boreales (para los que alcanzaban a ver parte del escenario directamente). Un toque étnico en la batería sumó a Smith tocando una flauta doble, para desplegar “Burn” a tres guitarras, con Gallup juntándose con líder como cuando tocaban en locales pequeños (dejando claro que no es un empleado), rematando con aquello de “Sueña el sueño negro del cuervo”.
Fue el turno de “Fascination Street”, entre luces bolicheras, carteles de la noche londinense en la pantalla, y mucho chorus en las guitarras. Gabrels tiró las líneas melódicas de “A Night Like This”, al que Smith sumó arpegios y el dramatismo de su voz, devolviendo la gentileza al compañero para que haga un solo de guitarra.
La proyección de un plano desde atrás de la batería mostró la dimensión del público antes de “Push”, que se conectó con “In Between Days”, en la que se coreó la melodía de los teclados de Lord, con el patriarca en la acústica. El bajo zumbador llamó a “Just Like Heaven”, entre acantilados y filigranas de cuerdas sintetizadas (de aquellos teclados de los 80) hasta cerrar en la guitarra acústica, también choruseada.
Un cielo estrellado de telón y luces azules ambientaron “At Night”, en tempo y armonías más espesos, con evocaciones de Medio Oriente y distorsión en el bajo. El mismo bajo que se volvió rasposo sosteniendo otro teclado coreable, y la voz del cantante (tan difícil de imitar, aunque varios lo hayan intentado), en “Play for Today”.
Smith y Gallup se juntaron entre luces verdes y violetas para arrancar “A Forest”, con una gracia uptempo que muchos indie rockers deben pensar que se inventó ayer. La gente acompañó con palmas aquello de “Again and again and again and again...”; el rostro maquillado se volvió máscara de los años; el fibroso bajista cerró el tema distorsionando su instrumento.
“Shake Dog Shake” salió marchosa y eléctrica, y se lució el contrapunto entre los acordes de la guitarra acústica y las melodías en tapping eléctrico de Reeves, en “From the Edge of the Deep Green Sea”, creciendo en intensidad hasta el “Lejos de casa otra vez”. El tramo principal del show cerró justamente con “Endsong”: un viaje de Robert en sus cuerdas en un tramo atmosférico, sobre colchón de teclas y repique en los toms, volviendo sobre aquello de “And I’m outside in the dark”. En silencio partieron hacia los camarines, sabiendo que habían de volver.
Batería de clásicos
Regresados, Smith pidió un “olé, olé” oscuro, y le devolvieron el tribunero, antes de “It Can Never Be the Same (“sin vos nunca será lo mismo”, lamenta fatalmente la letra). “Want” trajo una melancolía luminosa (“Más esperanza o más tiempo)”; llegaron sintes victoriosos, con Robert caminando nuevamente entre los compañeros delante de estrellas cayendo, en “Plainsong”.
La intensidad volvió con “Disintegration”, con una interpretación vocal intimista sobre el bajo podrido, hi-hat implacable, y los dibujos de la guitarra solista. Hubo una nueva salida, pero con los asistentes acomodando los instrumentos.
“Gracias, no hablé mucho esta noche, quise cantar”, refirió el protagonista. Una telaraña de fondo anticipo la secuencia constructiva de arpegio, entrada del bajo y melodía del teclado emblemática de “Lullaby”, redondeada por la performance vocal y escénica del frontman: momento alto del concierto, de la mano de una de sus obras cumbres.
“The Walk” llevo la energía a otro lado, con su ritmo bailable y un Smith liberado; un nuevo subidón trajo “Friday I’m in Love”, el super hit del disco “Wish”, el de los fans noventeros: muchos empezaron a saltar como si recién empezase el concierto.
“Close to Me” trajo un beat de batería y unos teclados ochenteros, de cuando el mundo parecía más inocente, mientras Robert cruzó de un escenario al otro tarareando falsetes. “Why Can’t I Be You?” fue bailable pero rockera, con el cantante en comunión con la audiencia, cansado pero sonriente.
Se colgó la acústica y ensayó otro olé adaptado a su estilo, antes de “Boys Don’t Cry”: hit de 1979 que para muchos tiene la cara de Hilary Swank como Brandon Teena, después de la película homónima que lo llevó en créditos. Con coros en el estribillo y la línea de la primera guitarra, sabiendo todos que era el último tema de la noche. “You’re fucking wonderful, thank you!”, se despidió Robert, sin dejar de mirar con fascinación a la audiencia.
Entonces se prendieron las luces, avisando que la magia había terminado. Al menos hasta el día siguiente, en la segunda jornada de este festival que se afianza en el calendario nacional.