Viernes 25.10.2024
/Última actualización 19:11
La obra “Testosterona” relata el desconcierto de un niño sometido a tratamientos hormonales por “el deber ser”, pero también habla de la libertad a partir de la desobediencia de un joven migrante que descubre el mundo y su cuerpo deseante. Llega a Rosario en el mes del Orgullo para dar una única función que promete “empujar los bordes de la no ficción” con danza, performance, biodrama y videoarte en una experiencia sonora.
El escritor y periodista chileno-argentino que dirige Anfibia, Cristian Alarcón, se presentará en Rosario con “Testosterona”, una obra inclasificable que es dirigida por la experimentada actriz y directora Lorena Vega, y con dramaturgia de ambos, para desentrañar desde las tripas del protagonista su historia de terapia de conversión mediante inyecciones de testosterona a la que fue sometido siendo un niño de seis años para “curar” su homosexualidad, durante la última Dictadura argentina.
La única función que realizará en la ciudad será el 2 de noviembre a las 21 en Plataforma Lavardén. Y con esa fecha cerrará la gira de este año tras su estreno en enero en Chile, Mar del Plata y una serie de funciones porteñas (con localidades agotadas) que dieron que hablar a referentes de la cultura con esta propuesta disruptiva de periodismo performático donde, entre otras cosas, se podrá ver a un Rodolfo Walsh de taco alto.
El germen de la obra “Testosterona” fue un poema que Alarcón escribió en 2018 al recordar sobre el tratamiento con hormonas que tenía guardado en el fondo de su inconsciente (ver apartado). El recuerdo vino de golpe cuando se aprestó a escribir el prólogo del libro Cuerpo, una compilación de textos atravesados por el vínculo con las corporalidades, escrito por grandes plumas como Juan Forn, Mariano Blatt, María Moreno y Cabezón Cámara.
María ArnolettoEl protagonista de esta historia, dramaturgo y actor principal, antes de su venida a la ciudad, brindó una honda entrevista a este medio, para desandar los meandros del proceso creativo de tan singular obra periodístico-teatral.
“Estoy feliz de traer la obra a este teatro tan lindo, y en la ciudad a la que viajé durante 20 años para dar talleres de crónica, donde he presentado libros y leído a poetas”, expresó, a la vez que adelantó que “Rosario es el final de una primera etapa. Haremos nuevamente gira en 2025 en salas de Buenos Aires y por varias provincias (me interesa porque la mayoría de los casos similares de eugenesia se dieron en el Interior), y también la queremos presentar en Colombia y Uruguay”.
La dramaturgia se nutrió del relato autobiográfico de Alarcón, y a la vez de una investigación periodística, científica e histórica producida junto al Laboratorio de Periodismo Performático de Revista Anfibia.
-Esta obra fusiona los formatos del periodismo de investigación con el teatro de biodrama. Me interesa conocer la investigación previa de esos años: la tuya personal, la científica sobre esos tratamientos, y la grupal de puesta en escena.
-Hubo una primera etapa que comenzó en la pospandemia, cuando le pedí a Lorena que sea mi coautora en la dramaturgia. Con ella excavamos en las profundidades de mi pasado íntimo con sus preguntas incisivas. La primera entrevista duró siete horas. Ese día me interrogó en un intento de genealogía sentimental, y a la noche tuve un ataque de pánico. Algo removió ahí. Es que, como suelo decir, Lorena mete las manos en las entrañas, te las saca, las cuelga al sol como en El Matadero de Echeverría, y las vuelve a meter. Fue una tarea visceral.
Hicimos una indagación con mis modos de gestión de la masculinidad, de cómo busqué formas infructuosas de “parecer un varón” cuando era adolescente, de cuando era universitario, de haber estado enamorado de una mujer, y del primer encuentro homosexual que me abrió la puerta. El under porteño que transité en la bohemia, y mis viajes a lugares peligrosos de América Latina para entrevistar a asesinos y criminales.
No es una obra llana sobre el tratamiento de hormonas, sino que entra y sale de ese padecimiento, desde una expresión de búsqueda de la libertad, que es en definitiva de lo que trata esta obra. Y por eso incorporamos también mi vínculo con la naturaleza, plasmado en mi novela “Tercer paraíso” (Premio Alfaguara), lo llevamos a la obra en modo derrame.
En torno al trabajo técnico, Lorena es una gran directora que viene del teatro con niveles de exigencia muy altos, muy formada, y yo busqué esa trayectoria en ella y en cada uno del equipo. Necesité la seguridad del trabajo técnico, me encomendé en aprenderme el texto para sentirme seguro, y recién después agarró terreno lo performático.
Sobre la investigación periodística, a lo largo de estos años hice una búsqueda pormenorizada de la historia sobre cuando fue sintetizada la hormona a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Con colegas y especialistas, historizamos las obsesiones sobre la masculinidad en las culturas.
Indagamos en la idea de que se puede intervenir en las cuestiones culturales vía la biología: con experiencias con presos homosexuales de la Alemania nazi; se vendieron testículos de toros para la vigorización; o las obsesiones con los fisicoculturistas y con los deportistas olímpicos durante la Guerra Fría (se usaba tanto en Estados Unidos como en Rusia).
María ArnolettoHoy la testosterona afortunadamente se usa para otras cosas como gel o chips sexuales para la recuperación de la libido, y por otro lado jóvenes que transicionan a varones por decisión propia, totalmente diferente a lo que nos pasó a los niños que en los ´70 y ´80, que no podíamos decidir por nosotros mismos.
Los niños que fuimos inyectados en los ´80 éramos dóciles a ese tratamiento que era muy doloroso. En cambio, hoy quienes transicionan son adolescentes o ya adultos que toman la decisión, y con un acompañamiento psicológico en un largo proceso. Es una terapia completamente desde el lugar opuesto, para acompañar esa libertad de decidir sobre nuestros cuerpos. La testosterona no es ni mala ni buena.
-La semilla de la historia que recuperás del olvido de tu infancia nació inesperada del poema que escribiste para el libro “Cuerpo”, antes de la pandemia. Y haciendo retrospectiva, tras el libro, la creación colectiva de esta obra, el trabajo con Lorena Vega. Es hermosa esa semilla inaugural. ¿Cómo fue ese primer flashback?
-Me senté en mi escritorio para escribir el prólogo y surgió muy claro el recuerdo de ese tratamiento doloroso de agujas grandes y un olor muy feo a azufre. Fue de golpe, y me puse a escribirlo, y salió en 20 minutos. Hay un mecanismo de escritura que los surrealistas le llamaban automatismo psíquico, y quizás fue algo así.
Pienso que fue a partir de los meandros del inconsciente que no terminamos de conocer, el vislumbre tuvo que ver con un proceso sostenido de introspección muy consciente de muchos años. Fue un trabajo de autoconocimiento persistente a lo largo del tiempo y con una diversidad de terapias: con psicoanálisis de diván, que sigo siempre, pero también con meditación hinduista, temazcales y en los últimos años con ayahuasca. Sin esa sucesión de acontecimientos no hubiera sido posible recordar esto.
-¿Cómo te toca actualmente esta puesta en escena sobre tu pasado, que no deja de ser una muestra a corazón abierto de tu intimidad?
-Ahora con la performance me estoy encontrando con ese niño al que no le bastaba el trabajo de redacción en Página/12, y salía a buscar las historias, destapando al Escuadrón de la muerte en los ´90 (que mataba chicos en el norte de Buenos Aires para cambiar las estadísticas policiales), y que culminaron en mi primer libro “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”.
Aquel niño intrépido que no tenía miedo a nada, a morir o a las amenazas, haciendo guardias a gente muy mala.Y todo ese análisis a su vez es parte de mi tarea, porque estoy escribiendo un ensayo personal que aún no sé a dónde devendrá.
Por lo pronto, quiero contar para los lectores que el equipo de Testosterona busca historias de hombres que hayan vivido inyecciones de manera similar en su infancia para un trabajo posterior.
-Qué buen timing traer la obra en el mes del orgullo a Rosario, en medio de esta enorme crisis, con los derechos de tantos, (ciencia, universidades, diversidades sexuales) puestos en duda. ¿Como atraviesa esta realidad a la obra?
-Se politizó con el devenir de los ensayos y la dramaturgia. Siempre tuve un compromiso con las disidencias sexuales, desde mi juventud en los ´90 cuando trabajaba en Página/12. Pero la obra se ha politizado en la medida que la actuamos.
Nunca pensamos que iba a ser en contexto de virulencia contra las minorías sexuales y las mujeres. Menos imaginábamos que el presidente que venía (y muchos de sus seguidores) iba a tener una obsesión homo odiante. No haberlo sabido, hoy lo vemos como una libertad absoluta que tuvimos en la creación.
Ale LópezEsta obra busca compartir la experiencia del performer, mi propia historia. Hoy puede que sea un manifiesto contra las cancelaciones, censuras y corsé del mandato patriarcal. Y dialoga desde el derecho a la búsqueda del deseo propio, como es la libertad sagrada para ser quienes queramos.
Es liberador en este contexto porque la obra también tiene el baile, el goce, la fiesta desenfrenada, que han sido parte de mi vida. Soy de una generación a la que costó mucho el coming out.
Me costó mucho darme cuenta que fui víctima. Recientemente estuve residiendo en Londres y conocí organizaciones que tenían un 0800 que recibía llamados de víctimas de tratamiento de conversión sexual, y recién ahí me di cuenta. Un amigo me hizo darme cuenta que el tratamiento es un lugar deshumanizante. Muchas veces niños fuimos víctimas de la deshumanización, porque no es privativo de esta práctica fascista sino como parte de una faceta humana. El daño que infringimos a otros, nos infringen otros, y nos auto infringimos.
Estamos en una época de transformaciones climáticas, tecnológicas y económicas que hacen repensar lo vincular, y a eso se suma que vivimos hoy en un pico de estrés colectivo del desconcierto con el mundo que nos toca, un totalitarismo no solo en Argentina. Creíamos en la organización política y en las utopías.