Miércoles 29.7.2020
/Última actualización 11:05
"Hasta siempre". Fue la última frase que escribió de puño y letra René Favaloro en la breve nota que adhirió al espejo del baño con indicaciones precisas sobre qué hacer después de que su cuerpo, ya sin vida, fuera encontrado con su corazón perforado por un disparo certero.
Con la misma meticulosidad que exigía en un quirófano y que lo había guiado en la vida y la profesión Favaloro preparó la escena de su muerte. Cuando se quedó solo en el departamento cerró la puerta de servicio y dejó la llave puesta. Era el único acceso por donde podían ingresar personas de su confianza. Se afeitó, se duchó, se puso el pijama y escribió una última carta que, junto a otras misivas y documentos acomodó prolijamente sobre la mesa del comedor. Ya en el baño cerró la puerta y se paró delante del espejo.
El cardiocirujano que en 1967 saltó a la fama al sistematizar el procedimiento del bypass con el que en los quirófanos de todo el mundo se han salvado millones de vidas, quiso verse en esos últimos instantes vitales. Apoyó el revólver sobre el corazón y disparó.
Aquella tragedia, de la que este miércoles se cumplen dos décadas, sigue generando entre los argentinos perplejidad, asombro e interrogantes. Las cartas que el prestigioso cardiocirujano dejó a sus allegados explicando los motivos que lo empujaban a quitarse la vida no alcanzaron para calmar esa persistente y perturbadora inquietud que aún hoy provoca aquella decisión. Pese el tiempo transcurrido, muchos se siguen preguntando por qué se mató realmente.
Favaloro se suicidó en las primeras horas de la tarde del sábado 29 de julio de 2000. Entonces, tenía 77 años y fecha para casarse el mes siguiente con una mujer a la que le llevaba 45 años. Entonces, la Fundación Favaloro para la Docencia e Investigación Médica, atravesaba una delicadísima crisis financiera que había terminado por mellar su autoridad dentro de la institución y obligado a instrumentar un plan de ajuste que implicaba reorientar drásticamente el esquema financiero del centro de salud y que le reservaba a él, su mentor, un rol honorario alejado de las decisiones.
Repasar su vida implica reflexionar sobre dimensión de lo que realmente significó su pérdida, valorar su legado y reconocer al hombre detrás del bronce. Ese recorrido permite asomarse, también, al funcionamiento del sistema de salud argentino y sus claroscuros, y observar a este médico extraordinario internarse en los senderos muchas veces escabrosos de la política argentina. Un derrotero complejo y quijotesco pero también, por momentos, contradictorio, que acabó por teñir el sino trágico de su final.
Captura de pantallaFavaloro había adquirido una celebridad inusitada, nunca antes alcanzada en el país por una figura del mundo científico que lo llevó hasta el extremo de ser considerado casi como un prócer, además de referente de un pensamiento ético, una voz que denunciaba el desahucio moral de la sociedad.
Descendiente de italianos que llegaron al país con la primer oleada inmigratoria antes del fin del siglo XIX, Favaloro nació en un hogar humilde de esforzados trabajadores. Su padre, Juan Bautista, era ebanista y su madre, Aída, costurera.
Según su acta de nacimiento René vino al mundo el 14 de julio de 1923, así figuró siempre en sus documentos. No obstante, en su familia se asegura que fue alumbrado dos días antes y que se lo anotó el 14 en homenaje al aniversario de la Revolución Francesa a raíz el ideario de izquierda con el que comulgaban por entonces los Favaloro. Si bien nunca residió en El Mondongo, el célebre médico se identificaba intensamente con esa barriada popular donde pasó sus primeros años de vida, forjó amistades y abrazó la pasión futbolera por Gimnasia.
Su ingreso al Colegio Nacional Rafael Hernández dependiente de la Universidad Nacional de La Plata cambió su vida. Le permitió tener roce con profesores de la talla de Ezequiel Martínez Estrada o Pedro Henríquez Ureña y pares de condición social diferente de la suya. Abrazó la militancia reformista que profundizó al cursar en la Facultad de Ciencias Médicas, donde fue delegado estudiantil.
Embarcado en ese activismo, vanguardia opositora a los gobiernos de facto de los generales Pedro Ramírez y Edelmiro Farrell y, luego, del naciente peronismo, conoció la cárcel y la dureza de la represión policial al participar en manifestaciones callejeras.
Apenas graduado, en 1949, su principismo lo llevó a resignar la posibilidad de acceder a su primer trabajo como médico en el Policlínico San Martín de La Plata. No aceptó firmar una adhesión al gobierno peronista. Aquella decisión lo empujó a improvisar. Aceptó una propuesta para hacerse cargo de la salita en un pequeño caserío en la estación de Hipólito Vieytes, partido de Magdalena, unos cuarenta y cinco kilómetros al sur de La Plata. Allí estrenó su diploma de médico.
Lo cierto es, que después de su formación médica en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, sus prácticas en el Hospital Policlínico y su experiencia de 12 años de médico rural en La Pampa, el prestigioso cirujano René Favaloro viajó a Estados Unidos a perfeccionarse en cirugía cardiovascular.
Y comenzó el 9 de mayo de 1967, en la Cleveland Clinic, en Estados Unidos, cuando una mujer de 51 años fue operada utilizando una nueva técnica que revolucionaría la cardiología mundial: una operación de bypass aortocoronario ideada por Favaloro. Una técnica que pronto ganó reconocimiento mundial y salvó millones de vidas.
Recibió diversos premios a lo largo de su carrera, entre los que se encuentran el premio John Scott de 1979, otorgado por la ciudad de Filadelfia (Estados Unidos); la creación de la Cátedra de Cirugía Cardiovascular «Dr René G. Favaloro» (Universidad de Tel Aviv, en Israel, 1980); la distinción de la Fundación Conchita Rábago de Giménez Díaz (Madrid, España, 1982) y el premio Maestro de la Medicina Argentina (1986).
Además recibió el premio Distinguished Alumnus Award de la Cleveland Clinic Foundation (1987); The Gairdner Foundation International Award, otorgado por la Gairdner Foundation (Toronto, Canadá, 1987); el premio René Leriche de 1989, otorgado por la Sociedad Internacional de Cirugía; el Gifted Teacher Award, otorgado por el Colegio Americano de Cardiología (1992); el Golden Plate Award de la American Academy of Achievement (1993); el Premio Konex de Brillante a las Ciencias y Tecnologías otorgado por la Fundación Konex en 1993, Doctor Honoris Causa por parte de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) en 1993 y el Premio Príncipe Mahidol, otorgado por Su Majestad el Rey de Tailandia (Bangkok, Tailandia, 1999).
Pero el mayor reconocimiento que tuvo René Favaloro fue el de sus pacientes y también el de millones de personas que gracias a su revolucionaria técnica salvaron sus vidas hasta hoy en día, ya que se calcula que sólo en los Estados Unidos se realizan unos 700.000 by pass por año.