Domingo 29.5.2022
/Última actualización 11:36
Las urnas pondrán a prueba este domingo si la voluntad de cambio que manifiesta gran parte de la sociedad es suficiente para dar un viraje político inédito en una Colombia que lleva atornillado a gobiernos conservadores toda su historia moderna. La izquierda nunca ha gobernado la nación y hasta ahora nunca había estado tan cerca de lograrlo.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales calibrará el impulso del hartazgo que lleva años amenazando el statu quo colombiano y que tuvo su mayor expresión en las multitudinarias protestas que el año pasado sacaron a miles de personas a las calles de todo el país. Las encuestas ya han mostrado que los que buscan un nuevo horizonte político son más, pero eso no implica necesariamente que el cambio se produzca. Gustavo Petro, líder de la izquierda, ha mantenido durante toda la campaña una enorme ventaja sobre el resto de candidatos, pero el 40% de media en intención de voto que le dan los sondeos sería insuficiente para una victoria en primera vuelta.
Petro ha sido el más efectivo en abanderar el descontento social. “Yo soy el cambio que Colombia necesita”, suele decir. Pero no ha sido el único. En las últimas semanas, un nuevo protagonista amenaza con pelearle esa bandera. Rodolfo Hernández, el candidato más indefinible de todos, empezó en la recta final de la campaña a sumar apoyos hasta ganarse la posibilidad real este domingo de lograr un puesto en la segunda vuelta. Entre ambos suman casi el 60% de los votos, según las últimas encuestas, y nadie duda de que cualquiera de los dos marcaría un punto de inflexión en la tradición política del país. Si el empresario millonario de Bucaramanga, de 76 años, logra quedar segundo, Petro tendría que cambiar la estrategia. Ya no sería él contra el establishment, un discurso en el que se siente cómodo y que, hasta ahora, le ha dado buenos resultados.
Federico Fico Gutiérrez, el candidato de la derecha, pelea por impedir el sorpasso de Hernández. Su papel durante la campaña no ha sido fácil. Gutiérrez llegó como un candidato por firmas a la carrera presidencial. Jugó la baza de ser un político independiente, alejado de los grandes partidos, pero nunca logró sacudirse la sombra del uribismo. En cuanto ganó las primarias de la coalición de la derecha, el pasado mes de marzo, el Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe retiró a su candidato y cerró filas con él. Fico nunca nombra al hombre que ha manejado el poder de Colombia en las últimas dos décadas, que vive sus horas más bajas de popularidad y que, por primera vez desde que comenzó el siglo, ha desaparecido de los focos durante la campaña consciente de que su presencia resta más que suma. Gutiérrez también trata de marcar distancias con el actual presidente, Iván Duque, que llega al final de su mandato con un índice de aprobación mínimo. “Yo soy yo”, suele decir airado cuando lo acusan de continuista. Pero tampoco se monta nunca a la ola del cambio que parece exigir la mayoría: “Lo que está bien, lo mantendremos; lo que está mal, lo mejoraremos”.
Fico suma, además, el apoyo de los dos grandes partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal, pero ni con todo el poder político tradicional detrás ha logrado superar nunca el 25% en intención de voto en las encuestas. Si alcanza la segunda vuelta para enfrentarse a Petro, Gutiérrez aspira a sumar a todo el antipetrismo que genera el candidato de izquierdas. La figura del líder del Pacto Histórico (la coalición que encabeza Petro) ha sido un espejo de la polarización que marca el país. Colombia vive a dos velocidades. En 2021, considerado por los economistas el año de la recuperación postpandemia, la economía creció por encima del 10%, pero la pobreza siguió en el entorno del 40%. Así, mientras unos ven en Petro un líder capaz de cerrar las enormes brechas de desigualdad, otros ven un peligro para la estabilidad económica del país y estarían dispuestos a votar por cualquiera que no sea él.
La batalla electoral parece ser a tres, después de que el candidato del centro, Sergio Fajardo, se descabalgó de las apuestas al no lograr despegar nunca en los sondeos. El exalcalde de Medellín también intentó, sin éxito, presentarse como una ruptura frente a la inercia política del país. Desde el centro político, la idea de un cambio tranquilo, no cuajó. Los desencuentros dentro de la coalición acabaron por devorar cualquier intento de llegar con propuestas claras a los votantes y Fajardo apenas suma un 6-7% en intención de voto en las encuestas.
La victoria de Petro este domingo se da por hecha, pero la incógnita es quién tendrá enfrente para la segunda vuelta, que se celebra el 19 de junio. No solo eso, la distancia que le saque al segundo también será un termómetro para calibrar la campaña que volverá a abrirse este lunes. Petro teme más a Rodolfo que a Fico. Si el líder de la derecha logra el pase, los votos de Rodolfo en esta primera vuelta podrían dividirse en la segunda. Pero si Hernández es el que pasa, la campaña del Pacto Histórico da por hecho que todo el voto fiquista se iría con el excéntrico exalcalde de Bucaramanga, al que muchos ya llaman el Trump colombiano.
El líder de la izquierda es un viejo conocido de la política nacional, fue alcalde de Bogotá y lleva media vida en esto. No se le considera parte del establishment, pero el papel de outsider de la batalla electoral se lo ha ganado Hernández. Esta última semana, en el que las encuestas han estado prohibidas, el candidato, al que le gusta que lo llamen ingeniero, ha jugado a su propia campaña sin cruzarse con el resto. Impulsado por sus estrategas políticos en las redes sociales, rechazó participar en los tres últimos debates y se dedicó a dar mítines por Facebook o Instagram y a visitar emisoras de radios musicales populares. Subido a la ola de crecimiento que le dieron los últimos sondeos, ha buscado mantener el impulso sin confrontar sus propuestas con los otros candidatos. Hernández es una incógnita. Ha hecho bandera de la lucha contra la corrupción, mientras lanza por redes propuestas de carácter populista. Esta semana prometió trabajar desde el Gobierno para que todos los colombianos conozcan el mar al menos una vez en su vida.
Si ha tenido éxito o no, se verá este domingo cuando se abran las urnas. Colombia vota después de la campaña más tensa que se recuerda en el país. Las acusaciones cruzadas de un posible fraude electoral, las dudas sobre el sistema de recuento y el descrédito de las instituciones electorales han sobrevolado la política nacional en los últimos meses.