Los demócratas rechazan llamar a testigos en el "impeachment" a Trump
El procedimiento dio este sábado un giro imprevisto: en un receso, las partes acordaron finalmente que se podría utilizar la declaración de la congresista republicana como prueba y evitar citarla como testigo, con lo que se despejó el camino para la fase final.
Los demócratas rechazan llamar a testigos en el "impeachment" a Trump
Sábado 13.2.2021
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Última actualización 19:23
El Senado había votado este sábado por la mañana a favor de llamar a declarar a testigos en el juicio por el impeachment al expresidente de Estados Unidos Donald Trump, lo que iba a prolongar retrasar el desenlace, pero la acusación que ejercen los demócratas y los abogados del expresidente han llegado a un acuerdo para evitar las citaciones y el juicio se adentra ya en su recta final. Las partes se disponen ahora a presentar sus argumentaciones finales y el voto sobre el veredicto podría tener lugar a lo largo del día.
El procedimiento dio este sábado un giro imprevisto. El Senado, convertido en tribunal, se disponía a escuchar las exposiciones con la intención de votar después el veredicto, pero la declaración pública de una congresista republicana la noche anterior, muy perjudicial para el expresidente, cambió el paso de los demócratas que ejercen fiscales en el juicio político al expresidente por incitación a la insurrección tras el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero. En un receso, las partes acordaron finalmente que se podría utilizar la declaración de la congresista republicana como prueba y evitar citarla como testigo, con lo que se despejó el camino para la fase final.
Jaime Herrera Beutler, que es una de las republicanas que votaron a favor de proceder al impeachment en la Cámara de Representantes (fase previa del procedimiento), confirmó a los medios por escrito que el líder republicano de esa Cámara, Kevin McCarthy, le había contado una conversación entre éste y Trump en medio del asalto, aquel 6 de enero, en la que el mandatario se había puesto del lado de los vándalos. Según la congresista, McCarthy le dijo que había llamado a Trump para pedirle que animara a sus seguidores a detener la insurrección y que este le replicó: “Bueno, parece que están más molestos con la elección que tú”. El hoy expresidente estaba por aquel entonces furioso con los compañeros de partido que no le apoyaban en sus bulos sobre un fraude electoral y pretendían seguir adelante con la certificación de Biden.
En qué momento supo Trump del ataque al Congreso y cómo reaccionó a ello son los elementos que centraron la sesión del juicio el viernes por la tarde, ya que, para la acusación, constituyen pruebas contundentes de la posible connivencia del entonces presidente de Estados Unidos con los atacantes del Congreso.
El congresista demócrata Jamie Raskin, que lidera la acusación, reclamó este sábado la oportunidad de citar a declarar a Herrera Beutler y reclamarle también las notas que tomó de su conversación con McCarthy. “Anoche hubo noticias”, dijo Rakin. “Creemos que hemos probado nuestro argumento”, recalcó, pero añadió que el relato de Herrera Beutler constituye una prueba fundamental que “confirma aún más los cargos”.
La citación de testigos salió adelante con una mayoría de 55 a 45, ya que cinco senadores republicanos se unieron a los 50 demócratas en este empeño. Se trata de los cuatro críticos con Trump y que se espera que voten para condenarlo (Susan Collins, Mitt Romney, Lisa Murkowski y Ben Sasse) y uno de los aliados del expresidente, Linsey Graham. El voto de Graham supuso otra sorpresa, ya que se había mostrado contrario a los testigos y había advertido de que, si los demócratas los citaban, abrirían la caja de los truenos y los republicanos convocarían a su propia ristra de testimonios.
El Senado concluyó este viernes por la noche tanto el turno de la defensa del expresidente como la fase de preguntas de los senadores a las partes y dejó el caso casi visto para sentencia. Ese turno de preguntas sirvió para centrar la atención precisamente en torno al momento en el que Trump supo del ataque y, especialmente, del peligro que corría el entonces vicepresidente, Mike Pence. La hora ayuda a valorar la posible connivencia del expresidente con los vándalos. A las 14.24 escribió en Twitter: “Mike Pence no ha tenido el coraje de hacer lo necesario para proteger nuestro país y nuestra Constitución”. Para entonces, las imágenes del asalto ya inundaban la televisión y Pence había sido evacuado. La Guardia Nacional no fue movilizada hasta las tres, una demora que los demócratas también cuestionan.
Tres senadores republicanos habitualmente críticos con Trump — Mitt Romney, Lisa Murkowski y Susan Collins — preguntaron a la defensa cuándo tuvo el presidente conocimiento de la situación, algo que quedó sin respuesta. Otro republicano, Bill Cassidy, planteó la pregunta como si fuera un fiscal: “¿Muestra esto que el presidente Trump toleraba la intimidación del vicepresidente Pence?”. El abogado Michael Van der Veen negó la premisa. El republicano Tommy Tuberville también señaló, en declaraciones a la prensa, al margen del juicio, que había llamado en esos momentos al presidente para advertirle de la evacuación de Pence.
El cuestionario de los senadores a la acusación y a los abogados defensores aumentó la temperatura de un juicio que ya de por sí se ha llevado a cabo en un ambiente de conmoción, en una Cámara que fue objeto de un ataque hace un mes, donde muchos de los 100 senadores que hoy ejercen de jurado y deben emitir el veredicto tuvieron que refugiarse ante el asedio de los ultras. El único consenso se alcanzó al final del día, cuando el Senado votó por unanimidad la concesión de la medalla del Congreso, el máximo honor, al agente Eugene Goodman por su heroica actuación al final del día. Goodman, presente en la sala, recibió una ovación.
El senador izquierdista Bernie Sanders, por su parte, trató de poner en un aprieto a la defensa preguntando si creían que, en efecto, Trump había ganado las elecciones, como el magnate neoyorquino no se cansó de repetir incluso mientras se producía el ataque al Capitolio. “¿Quién ha preguntado eso? Mi opinión es irrelevante en este procedimiento”, respondió Van der Veen.
Marco Rubio, el senador republicano de Florida, aportó la nota ultra de la jornada al insinuar el posible procesamiento contra Hillary Clinton, una de las viejas obsesiones de Donald Trump y sus acólitos, lema imprescindible de sus mítines de 2016, cuando se coreaba: “Que la metan en la cárcel, que la metan en la cárcel”. Sin mencionar su nombre, Rubio cuestionó que se pueda someter a impeachment a un presidente fuera ya del cargo con esta pregunta: “¿No es verdad que con este nuevo precedente, una futura Cámara de Representantes presionada de forma partidista para “meterla en la cárcel” podría someter a impeachment a una exsecretaria de Estado?”.
Las preguntas comenzaron después de una breve pero agitada presentación de la defensa de Trump, que utilizó apenas tres de las 16 horas de las que disponía. Los abogados argumentaron que las encendidas palabras del republicano el día del asalto al Capitolio no constituyen un llamamiento literal a la violencia, sino que se enmarcan en la “retórica política habitual” protegida por la libertad de expresión que garantiza la Constitución.
Michael van der Veen, que abrió la sesión, calificó el proceso de “caza de brujas con intenciones políticas” y dio paso a su propia batería de vídeos. Estos recogían varias declaraciones de Trump en favor de la “ley y el orden” y de las fuerzas de seguridad, correspondientes a la ola de disturbios y protestas contra el racismo del pasado verano, así como múltiples discursos de destacados demócratas, de Elizabeth Warren a Nancy Pelosi, pasando por Alexandria Ocasio-Cortez, utilizando la expresión “luchar”. En un momento, echaron mano incluso de un discurso de Madonna durante una manifestación. Su objetivo era recalcar que esas arengas forman parte del discurso político común. El lema electoral de Biden, recordó Van der Veen, era “luchar por el alma de América”.
Los peros de la estrategia tienen que ver tanto con el fondo como con el contexto. Este juicio no gira en torno a los usos del lenguaje. Trump llevaba meses azuzando el bulo del fraude electoral y llamando a las autoridades a incumplir la ley. Primero pidió que se detuviera el escrutinio de los votos por correo, sabiéndose perdedor. Cuando perdió también la batalla en los tribunales, emplazó a los congresistas y senadores a no certificar la victoria de Biden. Aquella misma mañana, cuando el Congreso debía proceder a ese trámite, pidió que Pence incumpliese su deber constitucional y no declarase al demócrata presidente electo.
A juicio no va solo el expresidente, sino también su propio partido, muy dividido esta vez, a diferencia del juicio político de hace un año, en torno a la figura de Trump. Tras el asalto, más de una docena de cargos de la Administración y la Casa Blanca decidieron dimitir en señal de protesta. Y hasta 10 congresistas republicanos votaron a favor de juzgarle en la Cámara de Representantes, donde transcurre la primera fase del proceso. El senador Mitch McConnell se ha divorciado de él e incluso censurado su comportamiento, pero no ha dado indicaciones de votar para condenarlo, lo que aleja la posibilidad de un veredicto de culpabilidad para el que 17 senadores republicanos deberían votar a favor.